RAFA PAYÁ
Físico imponente a sus 63 años, traje que le queda como un guante y una enorme sonrisa. Frederick Carlton Lewis (Birmingham, Alabama) se sienta con AS tras dar una masterclass magistral en la apertura de Metafuturo 2024, simposio organizado por Atresmedia, en el Ateneo de Madrid. El ‘hijo del viento’ es un mito del deporte merced a sus diez medallas olímpicas (nueve oros y una plata) y diez en Mundiales (ocho oros, una plata y un bronce). Cordial, expresivo y locuaz responde a todas las preguntas de este medio.
-La semana pasada sorprendió cantando oculto bajo un disfraz de oso panda en el programa de televisión ‘Mask Singer’. ¿Cómo fue la experiencia?
-La verdad es que fue muy divertido, lo pasé increíble. Lo que más me sorprendió es que no se filtrara durante este tiempo porque lo filmamos ya hace unos meses. Lo pasé muy bien. No había estado en un estudio en años, al menos en 20, así que fue divertido formar parte de nuevo de una gran producción.
-Usted fue un ídolo de los que ahora casi no existen en el atletismo. ¿Por qué ya no hay atletas que hagan velocidad y saltos?
-Sinceramente, para mí también es decepcionante, pero si alguno piensa participar en velocidad y longitud, primero tiene que ser saltador porque es la prueba más difícil. Y la mayoría de los atletas de ahora tienen en mente que el salto no es algo tan importante como el esprint, así que para que lo van siquiera a intentar. Además, en mi opinión el salto es una prueba mucho más difícil y a los chicos simplemente no les interesa ni tienen el deseo de trabajar tan duro para aprenderlo como solíamos hacerlo en aquella época.
-¿Era un saltador de longitud que corría más que nadie o un corredor que saltaba como ningún otro?
-Yo fui saltador todo el tiempo. Fui un saltador de longitud que corría. Por eso si tuviera que eliminar todos los eventos y quedarme únicamente con uno me quedo con la longitud. Ahí es donde trabajé duro, ya que siempre he competido contra mí mismo. Creo que es la manera de avanzar de verdad antes de pensar en medirte en la pista con los mejores del mundo. Una de las claves del éxito es creer en ti mismo.
-En Los Ángeles 1984 igualó la proeza de colgarse cuatro oros olímpicos en una edición, como hizo Jesse Owens en Berlín 1936. ¿Qué tiene grabado en su mente con más cariño de aquella gesta?
-No tengo dudas. Cuando terminé los 100 metros estaba muy emocionado porque no estaba seguro de poder ganarlos. ¿Sabes? Era muy difícil lograr ese oro. Y luego dar la vuelta de honor al estadio viendo en la grada a mis padres con cara de orgullo. Para mí sin duda ese fue el momento más especial de aquellos Juegos.
-En cuatro años, los Juegos regresan a Los Ángeles. Su nombre aparece como opción para ser último relevista y encender el pebetero. ¿Le haría ilusión?
-Me emociona muchísimo que regresen los Juegos Olímpicos a Los Ángeles y quién sabe si seré el elegido. Sé que Los Ángeles va a hacer un trabajo increíble. París lo hizo fenomenal y estoy deseando que llegue 2028. Además, estoy trabajando con deportistas y tendré atletas a los que representaré y ayudaré allí. Eso cambia mi dinámica. Ya sabes, paso de atleta a entrenador, a mentor en unos Juegos Olímpicos. Hay muchas dinámicas diferentes: volver a los Juegos, regresar al Memorial Coliseum y tener atletas con los que estoy trabajando.
-En los Mundiales de Tokio 1991 hizo una final de longitud con cuatro intentos por encima de 8,80 (dos inválidos por 0.3 y 0.9 de exceso de viento). El mejor concurso de la historia pese a tener que conformarse con la plata. ¿Puede ser la derrota más injusta de la historia del deporte?
-(Ríe). Realmente podría serlo. Más que injusta yo diría... la mejor derrota. Es interesante resaltar que tres de los cinco mejores saltos de todos los tiempos se produjeron en ese concurso. Dos míos por cierto (risas). Nunca ha habido una competencia con tanta calidad en ningún otro evento.
-Precisamente ese día, Mike Powell batió el récord mundial. Una distancia de 8,95 que sigue vigente más de 30 años después, igual que la de altura y triple salto. ¿Qué tenía esa generación de saltadores de los años 80 y 90?
-Cuando llegué a la élite quería saltar muy lejos. Trabajé y me esforcé mucho. Comencé a saltar 8,60; 8,70; 8,80... y todos los demás me siguieron. Tirábamos unos de otros. Lo mismo ocurría en la altura y en el triple. En la longitud cuando Mike Powell, Larry Myricks y yo nos retiramos casi al mismo tiempo, nadie realmente ocupó ese vacío. Pedroso estuvo cerca, pero no del todo, Dwight Phillips fue el último conectado con lo que habíamos hecho nosotros. Desde entonces, el nivel ha sido realmente pobre.
-Usted es un mito mundial del deporte, pero también ha denunciado que sufrió racismo. Incluso que eso le pudo costar no tener un salto por encima de los 9 metros que las imágenes parecen demostrar que logró en los Trials de 1982.
-Hay que matizar una cosa. Ese salto al que te refieres no creo que fuera en realidad por una cuestión de racismo, la raza no estuvo involucrada. Fue por culpa de una persona incompetente y bastante testaruda. Dicho esto, yo sufrí el racismo desde que era joven. Los deportes siguen a la sociedad y la sociedad tenía y tiene todavía problemas raciales, y eso hace que los negros aún los tengamos. Mucha gente quiere seguir ostentando unos privilegios que ha tenido a lo largo de los años y hasta que la sociedad no decida que hay que acabar con ello y eliminarlos seguiremos teniendo problemas con el racismo. Hay personas que los exacerban como el expresidente Donald Trump. En Estados Unidos lo ha alimentado y ha dado voz a la gente para que sea más racista. En muchas partes del mundo parece que están conforme con eso, pero en un par de semanas nos ocuparemos de ello en las elecciones.
-Conociendo bien su país, ¿qué cree que pasará en ellas?
-Hay dos temas sobre la mesa. Por un lado, la frustración de que en nuestro país pueda salir presidente un delincuente convicto que es culpable, entre otras cosas, de abuso sexual a una mujer. Pero, por otro lado, siento que hay un enorme impulso e ilusión con Kamala Harris y Tim Walz. Creo que lo van a sacar adelante, veo mucho apoyo para ellos y estoy entusiasmado con el futuro de su presidencia. Creo que si Kamala es presidenta, el mundo será un lugar mejor de lo que es ahora. Seguro que más que con Trump. Es una gran oportunidad.
-World Athletics parece decidida a acabar con la tabla de batida en la longitud y el triple para poner una zona de salto. Usted que tiene seis de los nueve mejores brincos de la historia, ¿qué le parece?
-Creo que no van a lograr el efecto que buscan. No habrá menos nulos como piensan. Honestamente, creo que la razón principal es que piensan que nadie puede superar el récord de Mike Powell y quieren empezar de nuevo. Es una afrenta para los saltadores y creo que ellos deberían alzar la voz y decir: ‘Si cambias esto, no saltaremos porque nos estás diciendo que no somos lo suficientemente buenos’. Pero como no lo hacen, es fácil cambiar las reglas. Ahora todo depende de los atletas. Además, hay muy pocos lugares en el mundo que podrán aplicar esto. No se podrá hacer en institutos ni universidades. Ni tampoco en muchos países. Entonces, ¿cuándo vas a hacerlo? ¿Sólo en Mundiales y Juegos Olímpicos? Va a ser muy difícil ponerlo en práctica.
-¿Cuál es su opinión sobre la situación actual del salto de longitud?
-En realidad no lo sigo mucho, pero es decepcionante ver el nivel tan pobre que hay ahora. Y lamentablemente no veo que nada cambie. Es muy competitivo, pero con un nivel bajo.
-La última pregunta, si tuviera que mencionar los mejores recuerdos de toda tu carrera, ¿cuáles serían?
-El primero sin duda el oro en longitud en Atlanta 1996. La vuelta de honor. Se paró todo para homenajearme. Tenía 35 años y eso es ya muy mayor, pero me sentía bien y aunque no tenía tanta confianza en mí mismo logré el éxito. Fui con las ocho medallas de oro ya ganadas y sabía que si perdía y no conseguía el triunfo me juzgarían únicamente por esto. Me hizo aprender que lo más importante es la resiliencia: centrarte y visualizarte en el futuro logrando los objetivos. Es el recuerdo más destacable de mi trayectoria. También guardo un lugar especial a la sensación que tuve cuando con 17 años EE UU me seleccionó para ir a los Juegos de Moscú 1980, a los que finalmente no acudimos por el boicot. Y tengo un hueco importante para los Juegos de Barcelona. España es un lugar especial para mí, esa edición de los Juegos fueron los más bonitos de los cuatro en los que ha estado.