DANI HIDALGO
AS.com
—En la entrada de su casa usted tiene una barra alzada
exactamente a 2,45
metros ...
—No fue una idea esporádica. Se me ocurrió cuando vi la
barra en la entrada del Museo Olímpico de Lausana. Y me pregunté, ¿por qué no
iba a ponerla yo también en mi casa? Es algo que llama la atención de todas mis
visitas. Cuando aún competía, veía la barra en la entrada como algo normal...
Ahora la veo como todos... alta. (Risas).
—Para usted, ¿qué significa ser cubano?
—Me tocó nacer aquí y he tratado siempre de representar a mi
país dignamente. Primero lo hice como atleta cuando estaba en activo. Y ya
jubilado he podido viajar por todo el mundo para transmitir mis experiencias
como atleta cubano. Me toca hablar de cómo fui un gran campeón y en esa
explicación no puedo dejar de mencionar a Cuba. Nuestro sistema de enseñanza y
el seguimiento que tiene por parte del gobierno es una gran ayuda. Aquí hemos
tenido a muchísimos grandes atletas. Para ser un país pequeño, bloqueado,
económicamente no dentro de los mejores del mundo... Tenemos 200 medallas
olímpicas. No está nada mal.
—¿Qué opina de los casos de Niurka Montalvo y Joan Lino?
—No han sido los primeros ni serán los últimos. Siempre
respeto la decisión que toma cada cual. Sé que la mayoría de atletas que han
tomado esa decisión lo han hecho por cuestiones económicas y otros para subir
su nivel profesional. Estamos cambiando esa visualización que teníamos antes de
deporte amateur, aunque sigamos siendo amateur. Nos estamos insertando en lo
profesional. Ahora hay muchos atletas nuestros que están siendo contratados por
clubes internacionales. Hay baloncestistas, jugadores de voleibol, de
béisbol... Eso va a ayudar a que sean menos los que tomen la decisión de
Niurka, Joan Lino y otros tantos.
—¿Cuánto ayudaría a Cuba tener un presupuesto más alto?
—Con una gran economía podría volver a hacer lo de Barcelona
1992. En aquellos Juegos fuimos quintos en el podio de países. Aquí, todo el
deporte se mantiene con menos dinero que la federación de atletismo en España,
por poner un ejemplo. Y aun así seguimos teniendo buenos resultados. Ahora,
imagínate que el presupuesto del atletismo en Cuba sea como el de España u otro
país. Estaría muy, muy, pero que muy por encima de lo que está ahora. Tenemos
mucha carencia en cuanto a material deportivo. Nuestras instalaciones no son
las mejores... Son cosas que nos ponen en desventaja a la hora de enfrentarnos
a otros atletas.
—Si le hablo de Salamanca...
—¡Salamanca! ¡El 2,45! Una semana antes, pude hacer el
récord mundial en Londres. Ahí salté 2,40 y me sentía tan bien ese día como en
el de Salamanca. Pero luego llegó la lluvia... Y era muy malo saltando con
lluvia. Ahora me alegro de que haya sido así, porque pude hacer el récord en el
mismo sitio donde salté 2,43 años antes. Hice un 2,44 en Puerto Rico. Pero
Salamanca es mi orgullo.
—Se enfrentó a varios obstáculos en su carrera... ¿Podría
haber hecho más de 2,45?
—Empecé con 14 años con un entrenador, José Godoy... Cuando
cumplí los 21, falleció. En esos siete años que estuvimos juntos, mejoraba
marcas casi mensualmente. Empecé con él saltando dos metros... y terminé en
2,44. Le quise como un entrenador y como a un padre. Fue el que me llevó de
Matanzas a La Habana. En
1990 me tocó otro entrenador. Todos tienen un sistema diferente y me tocó
adaptarme al nuevo. Y luego tardé cuatro en mejorar apenas un centímetro.
También tuve lesiones. Pero si hubiera conservado a mi entrenador original
hasta 1992, el año que él tenía pensado jubilarse, podría haber saltado 2,46 o
2,47.
—Ahora la altura está a gran nivel con Barshim y Bondarenko.
¿Cuál es el límite humano?
—Como saltador, no veo posible hacer 2,50. El 2,46 lo
intenté en varias ocasiones y estuve muy cerca. Hay saltadores actuales que lo
están rozando. Luego están las mejoras científicas en el deporte. Las
instalaciones son cada vez mejores, los calzados y las técnicas también. Pero
por mucha mejora, cuando llegue el momento en el que alguien salte 2,50, yo ya
no estaré en la faz de esta tierra. El 2,46 y 2,47 sí lo veo al alcance de
alguien, pero 2,50 ni en mis sueños.
—En 1993, usted ganó el Príncipe de Asturias. Otro lazo más
que tiene con España...
—Son tantos... Empecé a ir a España en el 84. Entrené varias
temporadas ahí y me sirvió como trampolín para mejorar mis marcas. En España
también logré mis resultados más grandes: mis dos récords mundiales, ser
campeón olímpico, un campeonato mundial... Aquel reconocimiento marcó mi vida.
Digo esto, porque a raíz de ese premio se creó mi mote en Cuba: Príncipe de las
alturas.
—¿Qué le pareció la visita del New York Cosmos de fútbol?
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