lunes, 13 de junio de 2016

CASADO: "AÚN SE ENTRENA EN ESPAÑA COMO EN LOS TIEMPOS DEL DOPAJE"

CARLOS ARRIBAS
El País.com

Los atletas occidentales en estos días de descubrimientos se quejan de la injusticia que supone que ellos trabajen, se sacrifiquen, se entrenen como mulos mientras sus colegas rusos se pegan la gran vida antes de robarles las medallas gracias al dopaje. “Pero esto no es así”, precisa Arturo Casado, campeón de Europa de 1.500m en 2010. “No podemos decir que los que se dopan se entrenan menos que los atletas limpios. Al contrario, los dopados se entrenan mucho más y con más intensidad porque el dopaje les permite justamente eso, recuperarse mejor entre sesión y sesión, acumular más cargas de trabajo. Esa es su ventaja”.
Arturo Casado, atleta, entrenador y profesor, es, desde el 20 de mayo, el día en que leyó su tesis, doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Sobre su pasión, el atletismo, arroja una mirada a veces triste, a veces esperanzada y casi optimista, siempre cargada de curiosidad e ilusión. “Esta es mi vida, soy atleta. He estado en Kenia, en Sudáfrica, en Alemania, hablo con australianos, con neozelandeses, he corrido descalzo y me he lesionado, me he equivocado y de cada error he aprendido, y esa es la única forma de avanzar, de sentirse vivo. He practicado el método científico, ensayo-error, conmigo mismo, y creo que las cosas se pueden cambiar, se pueden hacer mejor”.
Su tesis —Rendimiento excelente en las carreras de larga distancia: Estudio comparado de corredores kenianos y españoles de alto rendimiento— son 277 páginas, muchos números y, sobre todo, una historia, la del atletismo keniano y sus atletas, que le fascina.
Cuenta Casado, madrileño de 33 años, la historia colonial de Kenia, el Valle del Rift, el paraíso del atletismo de fondo; cuenta cómo los misioneros y el Ejército británicos crearon clubes de atletismo, el deporte del imperio, para asimilar a la población, sumergirla en su forma de ver la vida, y cuenta cómo, 50 años después de la independencia, el atletismo es la principal fuerza económica del país, la única esperanza de futuro de miles de sus habitantes.
“De niños van corriendo a la escuela, cinco, 10 kilómetros diarios, y descalzos. Los kenianos desarrollan ya en la niñez su capacidad básica, y la técnica de carrera. Saben ya cómo pisar para no hacerse daño y de la manera más eficiente”, dice Casado, que llevó a cabo una encuesta con decenas de atletas kenianos durante su estancia de varios meses en Iten hace unos años, en la ciudad en la que cientos de atletas salen todas las mañanas a entrenar como en un escaparate detrás del que decenas de mánagers blancos observan y eligen. “Después, pueden entrenarse muy bien, convirtiendo casi cada salida en una prueba de eliminación, carreras de 40 kilómetros que solo los mejores resisten. El resto del día se alimentan frugalmente, descansan, contemplan cómo pasa el tiempo y duermen, y sueñan en cómo será cuando corriendo hayan ganado suficiente dinero para tener familia y vivir su vida apacible”.
El método keniano, que no es una filosofía sino una forma de vida modelada por las circunstancias económicas, sociales, históricas y geográficas, no puede ser trasladado a España, donde, sin embargo, la gran tradición atlética es la del fondo y el medio fondo, desde Mariano Haro, Javier Álvarez Salgado o Jorge González Amo. Después llegaron las grandes figuras, González, Abascal, Cacho. “Y entrenadores que adaptaron sus métodos a las nuevas circunstancias de atletas que de un día para otro eran hombres nuevos y que aceptaban y podían con todas las cargas que les pusieran, 180 kilómetros a la semana para un mediofondista, sesiones dobles y cuatro días de series”, dice Casado. “Y ahí radica, creo yo, nuestro problema actual. En España se sigue entrenando como en los tiempos del dopaje, con demasiada intensidad cuando ya no hay la misma capacidad de asimilación y recuperación, y los atletas no lo soportamos. Por eso hay tantas lesiones y el rendimiento no es el que se espera. Por eso los jóvenes se queman. Yo, que he visto cómo entrenaba a mi lado mi compañero Alberto García, también he sido una víctima de ello”.

La nueva verdad
Aparte de África, a Casado le inspira la historia del atletismo escandinavo, australiano y neozelandés, otras formas de vida, otras culturas, más cercanas a la española. Habla de sus entrenadores de hace 60 años, de Arthur Lydiard, de Percy Cerutty, y de sus atletas, Herb Elliot, Peter Snell, de los campos de entrenamiento en Suecia… “Ellos son la inspiración, pero la nueva verdad son los entrenamientos polarizados y los entrenamientos de fuerza, que es lo que hago con mis atletas”, dice. “Hay que entrenar en carrera un 80% suave y un 20% muy fuerte, resistencia y velocidad, que luego se transferirán. Y ahora se entrena mucho en la zona media alta, la que destroza. Y la fuerza hay que entrenarla con pesas a mucha velocidad y muy bien hecha…”.
Aunque no ha vuelto a competir a gran nivel desde su Europeo de 2010, Casado, que no ha tenido un año sin lesionarse desde entonces, lo que llama la herencia del entrenamiento recibido, se toca la cicatriz de su último percance y dice que volverá, que sigue siendo atleta, que no dejará de intentarlo aunque también dé clases y estudie y entrene a otro en Tarancón (Cuenca). “Me niego a dejar que una lesión me retire”, dice.

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