José
M. Amorós
Relevo.com
Hablar con un campeón del mundo de 100 metros es una experiencia especial. Los hombres más rápidos del mundo tienen, en sí, algo diferente. Carácter valiente, arrollador e incluso, una pizca de descaro natural. Suelen ser gente que se siente cómoda con los focos, con las cámaras. Son los grandes protagonistas de cada campeonato que disputan, son el centro del evento más visto de cualquier edición de los Juegos Olímpicos. Una saga de nombres que pasan a la historia por volar durante menos de diez segundos. Relevo habla con el último hombre en sumarse a esta lista y que rompe muchos de estos estereotipos. Fred Kerley es un tipo totalmente opuesto a lo habitual en estos lares del deporte, un tipo diferente. El más rápido de la gran final en la recta del Hayward Field en el Mundial de Oregon 2022 huye de los grandes alardes, de la fama y de las grandes estridencias. Apenas da entrevistas, ni suele ser habitual verle en grandes actos promocionales. El estadounidense atiende a Relevo desde Taylor, una pequeña ciudad de poco más de 15.000 habitantes donde nació hace 27 años. A la pregunta de si conoce algo de España, recuerda que supo de su existencia cuando era muy niño viendo la película 'The Cheetah Girls: Todo por un sueño', basada en la aventura de tres chicas estadounidenses que viajan a Barcelona. El último oro mundial de la velocidad entra en casa tras el primer vistazo de la mañana a su huerto de cultivos y sus animales: "El atletismo es una parte importante, pero es una pequeña parte de nuestra vida". Una mentalidad de vida en búsqueda de la calma que tiene mucho que ver con lo ocurrido en su infancia. A los dos años, con un padre en la cárcel y una madre "que tomó rumbos equivocados en su vida", Kerley fue adoptado por su tía Virginia junto a sus cuatro hermanos. Allí, convivió y compartió habitación con otros 12 niños, sumando a los hijos de su tía y de otro tío, en una humilde casa. En la personalidad de Kerley sigue quedando un rastro imborrable de la figura más fundamental en su vida: "Mi tía tuvo que criar a sus hijos, a los hijos de su hermano y a nosotros. Todos bajo el mismo techo. Luego, siguió cuidando también a las dos o tres generaciones posteriores a la nuestra y sigue haciéndolo. Habrá criado 25 niños de nuestra familia en total". Abriendo sus recuerdos a Relevo, destaca que Virginia "era muy disciplinada y eso me sirvió cuando empecé a hacer deporte; siempre fue dura, pero justa". La educación de su tía quedó marcada en la personalidad de Fred, pero también en su piel. En su brazo derecho, se puede ver la palabra 'Meme', el cariñoso apodo con el que la pandilla de niños llamaba a su tía. Los tatuajes son hoy cicatrices de aquellas heridas de la infancia, aunque empezaron siendo una treta más de la complicada niñez: "Me hice el primer tatuaje con 12 años, sin que mi tía se enterara. Me hacía los tatuajes en sitios donde ella no pudiera verlos. Empecé a tatuarme en la calle, porque costaban cinco veces menos que los profesionales". Creció en un ambiente que nunca fue fácil pese a los esfuerzos de 'Meme': "Mi vida fue dura, fue muy estresante hasta que pude entrar en la universidad y vinieron el resto de cosas. Por eso, ahora, quiero una vida muy simple. Ahora, he llegado a ser profesional y no quiero estrés en mi vida. La vida así es mucho más fácil. El atletismo ha hecho mi vida mucho más fácil. Gracias a este deporte, he dejado atrás las discusiones estresantes, las disputas familiares… Ahora, quiero que todo sea tan simple como pueda ser. Y estoy bien, no puedo quejarme".
Echar
la vista atrás, ha hecho que Fred busque un camino por el que luchar, por el
que dejar atrás las malas vivencias y le empuje a buscar el bienestar soñado.
"Los recuerdos de mi crecimiento han sido claves para ser quien soy hoy.
No quiero volver a vivir lo que pasé durante mi crecimiento. Pasar por lo que
pasé, me puso en una posición donde todo lo que pudiera venir después iba a
salir ganando. Todo aquello me puso en una posición que solo podía
mejorar". Incluso, reconoce que ha vuelto a hablar asiduamente con sus
padres.
Vivir en un hogar con muchos estómagos que alimentar en la parte más rural del interior de Texas, donde lo único al alcance eran los cultivos hechos con el sudor de la frente de sus habitantes, fue otra semilla que germinó en el Fred de hoy: "Mi familia lo único que sabía era sembrar y cuidar sus propios cultivos. Lo hacían en el patio trasero de la casa. Lo recolectado era lo que podíamos comer en mi familia la mayor parte del tiempo". Unos recuerdos de infancia que no ha dejado atrás. La medalla de oro mundial no ha cambiado, ni ha hecho olvidar lo que le inculcó aquella infancia. A día de hoy, la agricultura se ha convertido en uno de los grandes refugios de la estrella del atletismo estadounidense. Fred Kerley cultiva, sí, cultiva sus propias frutas y verduras. Una rutina que ha asumido con aparente normalidad, pese a tener firmados abundantes contratos millonarios en publicidad y ya no carecer de lo que su familia necesitó cuando el pequeño Fred daba sus primeros pasos. Esa normalidad, por supuesto, sigue llamando la atención a los que descubren su rutina: "Los compañeros del equipo nacional de atletismo me preguntan cómo soy capaz de llevar adelante mis cultivos y esas cosas. Cuidar mis cultivos es muy fácil. Soy de Texas, eso hace que veas muchas tierras de cultivo y todas esas cosas de este tipo a nuestro alrededor". Una cultura vital que lleva a cabo por una costumbre asumida desde niño, pero que ha mantenido con los años y con los éxitos: "Ahora, la base de toda mi comida viene de mis cultivos". Además, en los terrenos que rodean a su casa, también te puedes encontrar animales de granja como gallinas, de las que recoja sus huevos cada mañana, y alguna que otra cabra en el pasto.
No empezó en el atletismo hasta los 18 años
El atletismo es uno de esos deportes donde sus practicantes llegan pronto. La mayoría de los grandes nombres comenzaron su carrera siendo apenas unos niños, pero Fred es la excepción que confirma la regla: no llegó a las pistas hasta los 18 años. Una circunstancia que puede tener varias lecturas en la actualidad, desde la falta de evolución en su estilo sobre el tartán a la frescura que otros ya echan de menos acercándose a la treintena: "Todavía estoy aprendiendo en la pista a cómo hacer todo bien. Siento que mi cuerpo entra a la pista de atletismo como si tuviera 18 años, no con los 27 que tengo. Por lo tanto, estoy en pleno aprendizaje cada día". Seguir mejorando desde lo más alto del podio mundial de los 100 metros es, sin duda, una posición privilegiada. Kerley no conoció la velocidad porque pasó su etapa en la educación secundaria entre el baloncesto y el fútbol americano. Su altura y su velocidad, su fuerza y explosividad le hacían un potencial deportista de la 'cantera' de la educación estadounidense. Una lesión en la clavícula impidió que alguna gran universidad captara a Fred para los equipos de estas disciplinas, convirtiéndose en un walk-on, un deportista sin beca deportiva y sin aparentes aspiraciones profesionales. Eso parecía cerrarle las puertas a una formación unida al deporte, pero abrió la puerta grande para cumplir sus sueños: el atletismo. El joven de Taylor, que había pasado buena parte de su infancia en la iglesia de la mano de su tía, se interesó por las escrituras y sus aprendizajes. Una de aquellas frases fue la luz que le iluminaba para huir de los problemas que le rodeaban: "El mundo es un libro y quien no viaja solo lee una página", de San Agustín, y que hoy también lleva grabada en su piel. Quería viajar lejos y empezó a correr para ello: "Tenía claro que no quería terminar como otros compañeros, que tenían condiciones y decidieron coger otro camino quedándose en casa. Yo no quería tener mi vida en un solo lugar. Quería viajar por el mundo". No tardó en destacar y llamar la atención de una de las grandes universidades de Estados Unidos: la Universidad de Texas A&M, que le reclutó y le terminaría llevando a la élite. Primero fue en 400 metros, donde consiguió uno de los mejores tiempos de la historia de la prueba y sumando varios éxitos en la distancia: campeón de la Diamond League 2018, oro en el 4x400 y bronce individual en el Mundial de Doha 2019. Tras la pandemia, todo cambió y Kerley llegó como un torbellino inesperado a los 100 metros logrando la plata olímpica en los Juegos de Tokio y el mencionado oro mundial en Oregon hace solo unos meses. El 2022 de Fred Kerley ha despertado los debates sobre si será, esta vez sí, el hombre capaz de llegar a lo que parece imposible de alcanzar: estar en las marcas de Usain Bolt. El propio atleta no ha huido de estos comentarios, llegando a afirmar que "podría ser realista lograrlo". Al escuchar el nombre del jamaicano, al actual oro mundial se le ilumina la mirada y afirma: "Él es el más grande. Simplemente eso". Ante la pregunta de llegar a poder romper sus marcas, muestra sin miedo sus aspiraciones: "Estamos persiguiendo sus récords mundiales. Creo que todos queremos estar entre los grandes y tener nuestro nombre junto al suyo". Desde sus inicios en el atletismo, Kerley comparte representante con Usain Bolt, el irlandés Ricky Simms, lo que le permitió conocerle en persona en plena época universitaria. Un recuerdo imborrable que parece que le alucinó en todos los sentidos: "La primera vez que lo conocí fue como 'maldita sea, este negro es muy alto'. Disculpa mi lenguaje. Fue como, 'maldita sea, es alto'. Estaba como 'maldita sea, pensé que era grande, pero él es súper más grande que yo'. Y luego me quedé deslumbrado en el momento de estar cerca de él". Una sensación que no dudó en comunicársela al propio Bolt: "Pude hablar con él. Le dije que estaba realmente sorprendido. Que no esperaba que nadie fuera mucho más grande que yo (Bolt mide 1,95m. y Kerley ronda el 1,90m.). Ricky, nuestro representante, me preguntó, '¿quieres una foto?' Dije, sí, claro que quiero una foto con él. Así fue como me hice mi foto con Usain". Unas horas después, la compartió en sus redes sociales. "Sé disciplinado", fue el consejo que le dio el jamaicano en aquel primer encuentro. Y parece que la disciplina ha traído sus frutos porque, actualmente, Fred Kerley se ha convertido en el segundo hombre más rápido de la historia en la suma de las mejores marcas de los 100, 200 y 400 metros solo por detrás de Bolt. Cuando Kerley llegó a la élite, Bolt se acababa de retirar. Como un relevo natural, como un heredero que nadie esperaba para alguien que nadie espera que pueda tener herederos. El gran rival del atleta texano en la actualidad para este reto no cabe duda que sería el italoestadounidense Marcell Jacobs, quien le arrebató el oro olímpico en Tokio 2020 y se retiró en las semifinales del Mundial que terminó ganando Fred. "No creo que seamos rivales todavía. Con un solo año compitiendo, no es un rival. Tenemos que seguir corriendo. Tienes que correr año tras año para que se creen esas rivalidades". Este 2023, año preolímpico debe ser el año clave en su enfrentamiento. Con un Kerley en plenitud y un Jacobs ya recuperado de su lesión, se encontrarán en la pista. "Mi preparación de la temporada va bien. Preparándome para desplegar lo mejor de mí. Estoy listo para empezar a correr". El camino debe llevarles a su gran cita: "Estoy listo para ir a Budapest (donde se celebrará el Mundial del 19 al 27 de agosto). Estamos ya en la preparación. Estos primeros meses, serán para poner a punto el cuerpo. Nos prepararemos para estar en el mejor momento en agosto". Después de escuchar su dura historia, sus heridas y hacer secretos, cada uno de nosotros habrá asumido una opinión sobre su estilo de vida, su camino elegido. Pero, no quise terminar mi charla con Fred Kerley sin preguntarle cómo se definiría así mismo, cómo se ve él mismo desde lo más alto de la velocidad. "No puedo decirte quién es Fred Kerley. Yo solo puedo hacer que el mundo vea quién es Fred Kerley. Creo que les muestro a todos quién soy en la pista y, ahora, también cómo soy en mi vida cotidiana. Tienes que estar cerca de mí para saber quién es Fred. No podría explicar quién es Fred Kerley".
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