JOSÉ MANUEL MORENO
La extraordinaria final de los 100 metros del pasado domingo en París, me retrotrajo a mi amor por el atletismo, por los Juegos Olímpicos, (no Olimpiadas, por favor) y, especialmente, por la velocidad.
Este amor y devoción me viene nada menos que de 1972 y los Juegos de Múnich. Tenía yo 10 años, era ya futbolero a muerte pero comprendí que esos 15 días mágicos eran lo que más me gustaba del mundo del deporte. Aquella victoria del entonces soviético Valery Borzov, principalmente motivada porque dos de los grandes favoritos estadounidenses, Hart y Robinson, llegaron tarde a las series de calificación y dejaron expedito el camino al fenómeno ucraniano. Eso sí, para imagen de aquellos Juegos, la de los terroristas del comando palestino "Septiembre Negro" y su matanza sobre atletas israelíes. Aquella carrera de 800 metros con un americano (Wottle) provisto de una gorra que ganó, cuando a falta de cien metros, iba el último. El cuarto puesto de un españolito en los 10.000 metros llamado Mariano Haro, que nos acaba de dejar.
Aquel americano llamado Mark Spitz y sus siete oros en la piscina muniquesa. Aquella controvertida final USA-URSS de baloncesto que aún hoy en día no es reconocida por los americanos. En definitiva, queridos amigos, que me enamoré de los Juegos Olímpicos. Y hasta nuestro días. Y dentro de ellos, los 100 metros lisos lo son todo para mi. En cierta ocasión, un querido compañero de los medios de aquí de Vélez-Málaga me preguntó por el evento que más me gustaba del mundo del deporte, si una final de Champions o un Campeonato del Mundo de boxeo, y mi respuesta rápida le sorprendió: la final de los 100 metros. He visto ganar a un triniteño (Hasely Crawford) por la calle 1 en Montreal 1976. He visto ganar con la gorra a Carl Lewis en Los Ángeles y, gracias al doping de Ben Johnson, en Seúl 88. He presenciado victorias de Linford Christie, Donovan Bailey, Maurice Greene, por tres veces del mejor de todos los tiempos, el inigualable Usain Bolt, y hasta de un italiano, Marcell Jacobs, en los Juegos de la pandemia, en Tokio 2020.Y hace 48 horas volví a experimentar la emoción de los prolegómenos que se hicieron largos a a algunos, pero que a mi me vinieron bien para disfrutar más de algo tan efímero que solo dura menos de 10 segundos. ¡Qué maravillosa final! No sabía ni quién había ganado. ¿Thompson? ¿Lyles? Finalmente fue el estadounidense de Florida, Noah Lyles, el extravagante e histriónico fan de Goku, cuya victoria vaticiné en Twitter. ¡Por 5 milésimas!
Queridos amigos, hasta que muera, seré un fan incondicional de los Juegos Olímpicos, especialmente de mi deporte favorito, el atletismo y, por encima de todo y todos, de los insuperables 100 metros.
¡Larga vida a los Juegos Olímpicos!
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