lunes, 28 de agosto de 2023

RANKING MUNDIAL VELOCIDAD 2023

100 m

9.83    Noah Lyles                    USA

9.83    Zharnel Hughes          GBR                      

9.84   Ferdinand Omanyala   KEN                      

9.86    Oblique Seville            JAM          

9.88    Fred Kerley                   USA

9.88    Christian Coleman      USA           

9.88    Letsile Tebogo             BOT           

9.89    Ackeem Blake              JAM                      

9.89    Pjai Austin                    USA

9.89    Issam Asinga                SUR

 

200 m

19.47   Noah Lyles                USA   

19.50  Letsile Tebogo         BOT               

19.72   Erriyon Knighton    USA   

19.73   Zharnel Hughes      GBR              

19.76   Udodi Onwuzurike NGR  

19.79   James Dadzie           GHA  

19.82  Kenny Bednarek      USA   

19.85  Courtney Lindsey    USA   

19.86  Fred Kerley               USA

19.87  Terrence Jones Jr.   BAH

 

FEMENINO

100 m

10.65  Sha'Carri Richardson         USA   

10.65  Shericka Jackson                 JAM   

10.75   Marie Josée Ta Lou             CIV    

10.77   Shelly-Ann Fraser-Pryce   JAM  

10.83  Julien Alfred                          LCA  

10.85  Dina Asher-Smith               GBR              

10.86  Aleia Hobbs                          USA   

10.89  Shawnti Jackson                 USA               

10.89  Tamari Davis                        USA               

10.90  Brittany Brown                    USA               

 

200 m

21.41   Shericka Jackson           JAM        

21.60  Gabby Thomas               USA         

21.91   Julien Alfred                   LCA

21.92  Sha'Carri Richardson   USA         

22.01  Kayla White                    USA         

22.02  Tamara Clark                 USA         

22.05  Brittany Brown              USA         

22.07  Abby Steiner                   USA         

22.09  Latasha Smith               USA         

22.15   Anthonique Strachan    BAH

domingo, 27 de agosto de 2023

KATIR SOLO CEDE ANTE EL "OGRO" INGEBRIGTSEN

RAFA PAYÁ

AS.com

“Como dice Alcaraz, el mejor tenista del mundo, ‘cabeza, corazón y cojones’. Voy con todo a la final, con una rabia que no he tenido nunca”, avisaba Katir. Mo afrontaba la final de 5.000 en Budapest con la espina clavada de su eliminación en las semifinales del 1.500. Eso le había sacado de su espacio de confort mental. Esa mente del atleta de Mula que, en tierras de su creador, funciona a veces como un ‘Cubo de Rubik’, ese rompecabezas tridimensional que se puede resolver con práctica, paciencia, insistencia... o mediante la lógica con un algoritmo metódico de movimientos.

El poeta de la pista, ese talentoso verso libre de 25 años al que su timidez y volcánicas reacciones le juegan a veces malas pasadas, confiaba en su trabajo concienzudo previo bajo las directrices de entrenamiento del gurú Gabi Lorente. Frente a él muchos duros adversarios peligrosos llegados desde todos los puntos del planeta: desde los africanos con los los etíopes Kejelcha, Aregawi y Gebrhiwet o el keniano Krop al frente; los americanos Chelimo, Grijalva o Ahmed; los europeos Ingebrigtsen, Nordás o Gressier; o el australiano McSweyn. Además de un compatriota, Ouassim Oumaiz.

Muchas dudas previas de cómo sería la carrera. ¿Lo mejor? Esperar a que sonara el disparo. Y salió lenta. 1:06.2 el primer 400.Cuando parecía que el letargo dejaría pasar un par de kilómetros salió como un resorte el keniano Ishmael Rokkito Kipkurui (18 años). Pasó el primer kilómetro en 2:46.56... seis segundos por delante del grupo. Sorpresa en sus rivales, pero el ritmo se avivó. No le podían dejar irse completamente porque es un octavo clasificado en una cita de la Diamond, en Oslo. El segundo mil lo cubrió en 5:35.44. Los etíopes, salvo Kejelcha, se encargaban de ir enjugando la renta. Y justo en el ecuador de la carrera fue cazado. Vuelta a empezar. Ingebrigtsen y su sombre Katir seguían atrás.

El tercer kilómetro se cubría en 8:13. Cinco vueltas por delante. El ogro no se inmutaba, los lobos le rodeaban. Katir avanzaba posiciones y Oumaiz empezaba a sufrir. Aregawi seguía al frente al ritmo que le interesaba. Calma tensa. La tormenta se acercaba, se oía el rumor de los truenos, pero no se sabía por dónde descargaría. 800 metros para el final, dos vueltas, expectación. Nueve atletas para tres medallas.

Toque de campana. Ingebrigtsen avanza, Katir también. El español lanza un ataque larguísimo a 250 metros de meta. Sólo Jakob le sigue. Aprieta los dientes, tensa cada músculo de su cuerpo para intentar aguantar la llegada del ogro que se acerca irremediablemente. Se pone a la par. Y le pasa a escasos diez metros. Fantástica plata para Katir con 13:11.44. 13:11.30 marca el tiempo al lado del nombre de Jakob. El campeón del mundo... que no saludó siquiera al español. Ser oro no le va a enseñar educación a estas alturas. Ya tiene muchas medallas. De lo otro, menos.

Katir, que vive y entrena en Sierra Nevada, es un prodigio del mediofondo. En 2022 brilló de manera superlativa en resultados y tiempos. Bronce en los Mundiales de Eugene (1.500) y plata en el Europeo de Múnich (5.000). Récordman europeo de 5.000 al aire libre y de 3.000 en pista cubierta; nacional de 1.500, 3.000 (indoor) y 5.000; oro en los Juegos Europeos, victorias en la Diamond League... y ahora subcampeón mundial de 5.000. El 29º español con medalla en la historia de estos campeonatos, el quinto que suma en Budapest 2023 y el primero en el estadio. Oumaiz fue 16º con 13:31.99. El bronce se lo llevó el keniano Krop.

sábado, 26 de agosto de 2023

DOBLETE DE NOAH LYLES EN BUDAPEST

 

CARLOS ARRIBAS

Mientras habla Yulimar Rojas, incontenible en la pista, un torrente de voz sin límites en la zona mixta, más de una hora hablando sin parar con televisiones, radios y periodistas de todo el mundo, arrobados, el Mundial sigue. Son las finales de los 200m. Los campeones de los 100m, otra mujer que va para reina del atletismo, la tejana Sha’Carri Richardson, y un hombre que ya se ve como rey, Noah Lyles, de Florida, buscan la segunda victoria, el segundo oro que los haga indiscutibles. Richardson, por la calle nueve, una mala calle para los 200m, una mala curva para ella, corre más rápida que nunca, en 21,92s, pero tal es el nivel de sus rivales, que esa marca, lograda remontando en la recta con su magnífico ciclo circular, su progresión única, solo le vale para ser tercera. Se impone la jamaicana Shericka Jackson, tercera en los 100m, con 21,41s, récord de los campeonatos y segunda mejor marca de la historia, a solo siete centésimas del récord del mundo imposible de Florence Griffith. La plata es para la norteamericana Gaby Thomas (21,81s). Lyles, maestro de los 200m, triple campeón del mundo de la distancia ya después de su victoria (19,52s: una mala curva, 10,26s, tres décimas más que Usain Bolt cuando su récord de 19,19s), alcanza su velocidad máxima a los 50 metros (39,88 kilómetros por hora) y es capaz de mantenerla más que nadie, más que los dos adolescentes que le empujan y que con él dominarán la velocidad los próximos años. Son dos talentos prodigiosos. Erriyon Knighton, norteamericano de 19 años, es segundo (19,75s: cinco décimas menos que los 19,80s con los que fue tercero hace un año) y el botsuano Letsile Tebogo, de 20, fue tercero (19,81s).

viernes, 25 de agosto de 2023

TENTOGLOU Y BOL CONFIRMAN EL FAVORITISMO


TOMÁS CAMPOS

Marca.com

Dice el dominicano Félix Sánchez, doble oro olímpico y mundial en los 400 vallas, que el rebote de la nueva generación de zapatillas "te lleva a la luna" a la hora de afrontar cada salto. Y es que no hay prueba que haya evolucionado tanto como las vallas bajas en los últimos años, con marcas que parecían impensables hace muy poco.

Hoy ha ganado la neerlandesa Femke Bol con 51.70 y aun así se ha quedado a más de un segundo del récord del mundo (50.68) establecido por Sydney McLaughlin en la final de Eugene del pasado año. La estadounidense iba a competir sólo en los 400 lisos en Budapest pero finalmente decidió no acudir -aduciendo unas leves molestias en una rodilla- y centrar todas sus miras en París 2024.

Bol se quedaba así sin su gran rival, la mujer que podría haber puesto a prueba sus límites, por lo que finalmente ha tenido que conformarse con confirmar su momentánea supremacía ante la estadounidense Shamier Little (52.80) y la jamaicana Rushell Clayton (52.81), que la han acompañado en el podio.

Casi una tragedia griega

Mucho más disputada ha sido la final de la longitud, en la que el griego Miltiadis Tentoglou ha completado su colección de títulos -ya era campeón olímpico y europeo- tras un último salto de 8.52 (-0.3) que ha dejado compuesto y sin novia al jamaicano Wayne Pinnock, que hasta ese momento lideraba la final con 8.50 (-0.1). El saltador heleno iba a perder el título por apenas un centímetro en el segundo vuelo de desempate pues también había llegado hasta los 8.50 (0.6) en su primer intento pero Pinnock tendía 8.40 (0.5) como segundo mejor registro y el campeón en Tokio 2020, 8.39 (-0.5). Lo que se dice una tragedia griega en toda regla. Pero Tentoglou es de esos atletas que se crecen ante la adversidad. Es evidente que no tiene la clase de Carl Lewis o Iván Pedroso pero es un competidor fabuloso que suele ir creciendo a medida que se van consumiendo los saltos y las exigencias crecen. El bronce fue para el también jamaicano Tajay Gayle, oro en Doha 2019, con 8.27 (-0.3), la misma marca que su compatriota Carey McLeod, que tuvo que saltar con un tobillo dañado tras protagonizar un espectacular resbalón que casi le cuesta un serio disgusto.

Un 400 muy abierto

El 400 lisos, en ausencia del campeón defensor Michael Norman y del oro olímpico Steven Gardiner, lesionado en las semifinales, fue una prueba muy abierta que acabó sonriendo al jamaicano Antonio Watson (44.22). El británico Matthew Hudson-Smith, que en semifinales había batido el viejo récord europeo del alemán Thomas Schönlebe, mejoró una plaza con respecto a Eugene y acabó segundo con 44.31, con el estadounidense Quincy Hall completando el podio con 44.37. El pusmarquista mundial Wayde Van Niekerk, que busca regresar al primer plano tras superar una grave lesión de rodilla que le apartó varias temporadas de las pistas, fue séptimo con un crono de 45.11.

Por último, destacar la victoria de la jamaicana Danielle Williams en los 100 vallas con 12.43 (-0.2), reeditando su oro mundial de Pekín 2015. La puertorriqueña Jasmine Camacho-Quinn, oro en Tokio, fue segunda a una centésima y la estadounidense y ex plusmarquista mundial Kendra Harrison, tercera con 12.46. En esta carrera, destacar el sexto puesto de Tobi Amusan con 12.62. La nigeriana, que el pasado año batió el récord mundial de las vallas altas en Eugene, corría tras quedar sin efecto su suspensión provisional por infracción antidopaje.

jueves, 24 de agosto de 2023

APOTEOSIS DEL ATLETISMO ESPAÑOL EN LA PLAZA DE LOS HÉROES

CARLOS ARRIBAS

El País.com

Son los monjes. Ascéticos. A las siete de la tarde cenan ligero. A las 10 de la noche están en la cama. A las 3.50 de la mañana, el sol aún oculto, desayunaban y veían llegar al hotel a compañeros que corren y saltan volvían de disfrutar de la noche de Budapest y los miraban casi con compasión, pobrecitos, qué vida, pero más con admiración, pero qué buenos, sois, sois los mejores del mundo. Lo fueron el fin de semana. Campeones de los 20 kilómetros marcha. El sábado, Álvaro Martín; el domingo, María Pérez. Lo volvieron a ser el jueves cuando el sol apenas había regresado para quemar espaldas y fortalecer la voluntad de desafiarlo. A las siete de la mañana salieron ambos. Al mismo tiempo. Dos horas y 24 minutos y medio después, el tiempo que tardó, a casi 15 por hora (cuatro minutos y siete segundos cada 1.000 metros), en recorrer 35 kilómetros, más rápido que nunca en su vida, pelo negro al aire, barba recortada, grandes gafas oscuras, Álvaro Martín, solo, como los campeones, cruzaba la línea final a la sombra de las estatuas de los héroes del pasado húngaro. María Pérez, con la que coincidía de vez en cuando en el circuito de dos kilómetros por grandes avenidas sombreadas, asombradas por su garbo, tardó solo un cuarto de hora más, o un poco menos, 14 minutos y 10 segundos menos, exactamente, en recorrer la misma distancia, a cuatro minutos y 32 segundos cada kilómetro. Llegó también sola. Había marchado sola, única, los últimos 15 kilómetros.

Son luchadores. Son los héroes. Son la marcha triunfal. Son el atletismo español triunfante como nunca: ningún país del mundo había logrado ni en Mundiales ni en Juegos Olímpicos ganar las cuatro pruebas en la misma edición.

Son las únicas medallas en Budapest 2023, hasta ahora, del atletismo español, que ha conseguido solo 11 oros en los 40 años de historia de los Mundiales de atletismo. Siete de ellas (más del 63%) se han conseguido en marcha. La marcha, la disciplina de locos, según unos, de los más luchadores, según la mayoría, cabezotas, determinados, le abrió al atletismo español la puerta de las medallas olímpicas con Jordi Llopart en Moscú 80. Más de 40 años después, y pasados los grandes nombres de grandes campeones, Josep Marín, Chuso García Bragado, Valentí Massana, María Vasco, Juanma Molina, Miguel Ángel López… es también la marcha la dueña de su apogeo. Son María Pérez y Álvaro Martín, y también son Diego García Carrera y Cristina Montesinos, la atleta de Terrassa, de 29 años, entrenada por Massana, que termina quinta en su primer Mundial, en una cadena, eslabón tras eslabón, herencia tras herencia, que, recuerda Álvaro Martín, no se ha roto y no se romperá, aunque el futuro sea duro. “Todos tenemos un legado, con grandísimos campeones, hombres y mujeres”, dice Martín, dos oros Mundiales al cuello, y dos Europeos. “Y ese legado lo mantenemos con responsabilidad”.

La marcha amenazada por los tiempos de las prisas y las urgencias y el fulgor inmediato. La disciplina de las sensibilidades extremas, según su maestro polaco, Robert Korzeniowski, porque obliga al atleta a tener siempre un pie sobre el suelo, y así siente en la piel, a través de la zapatilla, la tierra de los caminos en los que entrena, los diferentes tipos de asfalto, las aceras, se siente parte de todo, que odia, según algunos colaboradores cercanos, Sebastian Coe, el presidente de la federación internacional de atletismo (WA), que no duda en bajar todo sudado al pie de la pista del estadio de Budapest para abrazar como un hincha enloquecido al escocés Josh Kerr nada más proclamarse campeón de los 1.500m, su distancia y la de los gourmets exquisitos del atletismo, pero que ninguna de las tres mañanas en la que la marcha ha tomado el centro de Budapest se ha pasado por la plaza de los Héroes para aplaudir a los atletas. Les da la espalda, no una palmada en la espalda, y acepta que en París, dentro de un año, desaparezca del programa olímpico la distancia de los 50 kilómetros, la que designa a los más duros y resistentes, y sustituida por un relevo mixto en el que un hombre y una mujer se dividen 42,195 kilómetros, la distancia del maratón, en cuatro postas de 10,550 kilómetros cada una.

La distancia de 35 kilómetros, aunque favorezca a los especialistas de los 20, pues su ritmo no está muy alejado, y perjudique a los atletas de fondo, los especialistas de 50, es otra cosa. Permite la historia de María Pérez. Ciencia y fe, María Pérez, el carácter exigente y duro de Teresa de Ávila, su cabezonería en una cabeza tan dulce tan pequeña de tamaño que todas las gorras la desbordan, su convencimiento, la misma búsqueda del éxtasis a través del sufrimiento.

Cumplidos 20 kilómetros María Pérez, 27 años, de Orce, Granada, el sol naciente a su espalda sobre el Danubio, cambia el ritmo y abandona a las compañeras con las que compartía el paseo delante de todas. Abandona sobre todo a la peruana Kimberly García, la doble campeona de los Mundiales de Eugene, hace un año, que no aguanta la marcha herida de la granadina entrenada por Jacinto Garzón, su ciencia y sus supersticiones, cámaras hipobáricas, altura intermitente y estampitas de Cristos y Vírgenes en los bolsillos. “Ha sido una táctica obligada por la lesión que me produje en los 20 kilómetros”, dice la doble campeona del mundo y campeona de Europa. “Me ha estado molestando, pero no he tenido ese dolor punzante del ciático que sufrí cuando se me inflamó el otro día. Me ha hecho marchar así porque yo no podía ir a cambios bruscos de ritmo y altibajos. Eso podía hacer que el ciático en algún momento se me pinzara y no podría mover la pierna. De hecho, había dudas de que terminara el 35″. Con su ritmo fuerte y fluido, resistió y más rápida que ninguna. Más de dos minutos después de ella (2h 38m 40s), llegó Kimberly Martín (2h 40m 52s), plata. El bronce, para la griega Antigoni Ntrismpioti, doble campeona europea. “Esta noche voy a quemar Budapest”, promete María Pérez. “Quemo Budapest, quemo España luego y todo. Creo que nos merecemos desconectar, vacaciones, sobre todo disfrutar. Cuando terminé los 20 el domingo, me fui del control antidoping al hotel y no he salido. He visto a mi mujer solo un día, a mis amigos también, es decir, creo que hoy ya me merezco disfrutar con ellos…”

Podría patentarlo Álvaro Martín, marchador de Llerena, Badajoz. El ataque Álvaro Martín, se llamaría. La definición: cambio de ritmo irresistible a cinco kilómetros del final de una prueba de marcha. Así, con un ataque de cinco kilómetros, Álvaro Martín, de 29 años, habitante de Cieza, Murcia, donde José Antonio Carrillo, su entrenador, amamanta la marcha desde hace décadas, ganó el sábado pasado, y parece que fue hace un siglo, la medalla de oro de los 20 kilómetros.

Así, aunque de una manera un poco más complicada debido a la dura resistencia del marchador ecuatoriano Brian Pintado, de la Cuenca en los Andes del gran Jefferson Pérez, que le obligó a un remache a kilómetros y medio del final, se impone la mañana calidísima y empapada del jueves, al amanecer casi de Budapest, en la prueba de 35 kilómetros y recibe abrazos y felicitaciones de todos, también de Carrillo, que lo ha ganado casi todo y solo desea, antes de retirarse, hacer un Sam Mussabini, y en su maleta olímpica siempre hay un sombrero de paja que espera ser reventado de un puñetazo, como hizo en París el entrenador británico inmortalizado en Carros de fuego, cuando su atleta, Harold Abrahams, gana los 100 metros en los Juegos de París 1924. “Qué bueno que eres”, le dice el entrenador de Cieza, y le aprieta la cara con sus manos. “Pero me tienes que hacer caso. Ya sabes que te dije que si atacabas a cinco kilómetros no te tenías que dejar coger, y te alcanzó el ecuatoriano… Y Martín responde: “No sabes cuánto he sufrido. Le he ganado por fortaleza psicológica, no física”. Martín se impuso con un tiempo de 2h 24m 30s, cuatro segundos menos que Pintado, plata, 42 segundos menos que el japonés Masatora Kawano, bronce.

Como María Pérez, en mujeres, Álvaro Martín, licenciado en Políticas, casi licenciado en Derecho, es el primer atleta español que consigue dos medallas de oro en una misma cita, y cada uno de ellos se embolsará como rima de la WA la misma cantidad, 70.000 dólares (64.000 euros) por cada medalla. Dentro de un año, en París, solo les esperan los 20 kilómetros y 10 de relevo. Y un sombrero de paja destrozado de un puñetazo 100 años después.

ES EL TIEMPO DE SHA'CARRI RICHARDSON

CARLOS ARRIBAS

El País.com

Hasta las 21.50, calurosa noche en Budapest, más húmeda que ninguna noche de agosto, Sha’Carri Richardson era más citada en las páginas de cotilleos que en las deportivas, más famosa por sus escandalillos veniales –un poco de marihuana, una bronca con un auxiliar de vuelo, una peluca que vuela, un gesto con las uñas postizas de sus manos— y por los vídeos virales que las consagraban que por sus proezas atléticas, que no eran pocas, que por su velocidad y por su clase, y hasta por quedarse clavada en los tacos en las semifinales y, pese a ello, correrlas en 10,84s, y por tiempos pasar a la final de los 100m que desde la calle nueve, como empujada por un huracán que solo a ella la adorara –y solo a las demás las condenara a los 0,2 metros en contra según el anemómetro oficial--, la consagraría, 10,65s después, finalmente, en su primer Mundial, como nueva reina de la velocidad. La primera nacida en el siglo XXI. “Ya estoy aquí. Soy la campeona”, proclamo. “Ya había avisado”.

Hasta ese momento, la velocidad no tenía reina, tenía una emperatriz, una Sisí del imperio austrohúngaro, capital Budapest una madre jamaicana de 32 años llamada Shelly Ann Fraser-Pryce, que, cuando apareció en el escenario, tranquila, dominadora, aguantándose la risa con una peluca de fuego, no tirabuzones, recibió más aclamaciones que ninguna otra de las ocho finalistas. En su cuerpo atómico, velocidad concentrada en cada una de sus fibras, cabían ya cinco oros mundiales –el primero, en 2009, con 22 añitos solamente—y dos más en los Juegos Olímpicos, y el primero en Pekín, a los 21 años. Y con sus músculos, una mejor marca de 10,60s, la tercera de la historia dominada siempre por el récord mundial dudoso, 10,49s (1988), de la fallecida Florence Griffith, tan conocida por su velocidad como por lo sofisticado de sus largas uñas postizas, y sus peinados.

En 10,65s, récord de los campeonatos, quinta mejor marca de la historia, la mejor de Budapest por ahora, y desde la calle exterior, cambió de manos el poder. Con su progresión imparable, fácil, controlada, y con una visión perfecta, a su izquierda todas, de lo que hacían sus rivales, Richardson superó a la pareja jamaicana, Shericka Jackson, segunda, 10,72s, por la calle cuatro, y Fraser-Pryce, de bronce, 10,77s, la mejor marca de una temporada en la que una lesión de rodilla apenas la ha permitido competir, por la cinco. Y, cabezota y única como ninguna, Richardson ni necesitó echarse sobre la línea para ganar, sino que medio metro antes, con la vista en la pantalla gigante, levantó ya los brazos sintiéndose campeona, y siguió corriendo. “Mi inspiración siempre ha sido Florence Griffith. Por ella me gusta este look”, dijo, y señaló su larga trenza postiza multicolor, sus largas uñas, su estilo.

Shelly Ann Fraser Pryce llevó el fuego sagrado de la velocidad a Jamaica y solo 15 años después –exceptuando el interregno, el Mundial de 2017, en el que, ausente ella por su maternidad, triunfó la norteamericana Torie Bowie, fallecida hace unos meses—lo ha recuperado el imperio del norte gracias a una atleta de 23 años, ojos abiertos siempre, grandes, como teñidos de admiración ante la grandeza de todo, nacida en Dallas, que hace dos años, siendo ya la estrella más deseada por su velocidad –había corrido en 10,79s a los 19 años en la universidad—y por su pose rebelde de niña mala para la que las convenciones no son sino una invitación a romperlas, escandalizar al burgués, como decían los surrealistas, se perdió los Juegos de Tokio por dar positivo por cannabis en los trials de su país, en los que dejó a todos con los ojos abiertos. Y en 2022, en crisis, no logró clasificarse para los Mundiales de su país, los de Eugene (Oregón). “He llegado aquí para quedarme”, dijo la tejana, a la que entrena el velocista Dennis Mitchell. “No, no estoy de vuelta. Estoy mejor. Ya no me preocupa nada lo que digan de mí. El mundo ha sido mi amigo, después el mundo me volvió la espalda, pero, al final del día, yo siempre he estado conmigo misma, y Dios conmigo. Ha llegado mi momento”.

NOAH LYLES SE PROCLAMA EN BUDAPEST NUEVO REY DE LA VELOCIDAD

CARLOS ARRIBAS

El País.com

Cuando Noah Lyles, justo 9,83s después de haber salido, y sin viento, 0,0 en el anemómetro, completó los 100m de la final del Mundial de Budapest, aún no habían estallado los fuegos artificiales que festejarían el 20 de agosto, la fiesta nacional húngara, en los puentes de Budapest sobre el Danubio. Su celebración, su alegría casi infantil al convertirse en el rey de la velocidad mundial, los suplió en un estadio sudoroso y excitado. Es la nueva cara de la velocidad, ni crispada ni trascendente, solo alegre. Pero el deseo de trascender le guía. Lyles, de 26 años, estadounidense de la cálida y húmeda Gainesville, en Florida, ha anunciado que quiere ser el nuevo Usain Bolt, que quiere devolver al atletismo una imagen que todos adoren, que a todos haga felices. Y el gigante jamaicano, triple campeón olímpico de 100m y 200m y recordman mundial de ambas distancias (9,58s y 19,19s, respectivamente), le anima, y, así lo cuenta Lyles, le dice que tiene que ser él, que vaya a por sus récords imposibles. “El de 200m lo veo posible”, dice Lyles, doble campeón mundial de la distancia, cuya mejor marca es de 19,31s, la tercera de la historia. “Para atacar el de los 100m aún me faltan unos años, aún tengo que mejorar mucho mis primeros 10 metros, eso significa mucho trabajo”.

La razón de sus dudas se vio plenamente en la carrera. Como especialista de 200m que sabe que la grandeza máxima de un sprinter pasa por ser el mejor en 100m, Lyles no dispone de la mejor salida, pero sí de la mejor progresión, la aceleración que le hace alcanzar la máxima velocidad a los 70m, las rodillas bien altas, la extensión perfecta de la pierna en una zancada elástica, y su pie rebota como si estuviera armado de un muelle, y se alarga sin esfuerzo aparente. Christian Coleman, el campeón mundial de 2019, salió con la velocidad de un fulminante y se apagó con la misma facilidad mientras Lyles crecía y aceleraba y le superaba, y con él el botsuano estilizado, Letsile Tebogo, un chaval de 20 años recién cumplidos que terminó segundo (9,88s), el primer africano nacido en África en un podio mundial, y también el británico Zharnel Hughes, tercero con 9,88s.

El trono de la sucesión de Bolt es un asiento caliente. Después del último oro del jamaicano, en los Juegos de Río 2016, con Lyles cinco atletas diferentes han ganado las últimas cinco citas universales de los 100m. Justin Gatlin en el Mundial de Londres 2017, Coleman en Doha 2019, el italiano Marcell Jacobs en los Juegos de Tokio 2021 y Fred Kerley en el Mundial de 2022. Estos dos últimos, el italiano, con problemas físicos y una espalda rebelde, y Kerley, decepcionante en la semifinal, un tronco rígido y lento, ni siquiera llegaron a la final que convirtió a Lyles, exuberante y feliz, en el nuevo rey de la velocidad mundial. El miércoles por la mañana, el campeón de los 100m iniciará la búsqueda del oro en sus 200m, con la final el viernes, en la senda de Bolt sempiterno siempre.

Para el atletismo español, el estadio de Budapest fue ingrato y triste, exceptuando la clasificación de Jaël Bestué y Quique Llopis para las semifinales de los 100m y los 110m vallas. Solo el salmantino Mario García Romo superó la criba de las semifinales de los 1.500m, el jardín privado de Jakob Ingebrigtsen que se sobra y pide al público que anime mientras supera silbando a sus rivales en la última curva de su carrera. Eliminadas Marta Pérez y Esther Guerrero en categoría femenina y Mo Katir y Adel Mechaal en la masculina, en las espaldas del chaval de Villar de Gallimazo reposan las esperanzas de medalla en la final (miércoles, 21.15) de la prueba del medio fondo que más emociona a la afición española. En la final de salto de longitud ganada por la serbia Ivana Vuleta (7,14m), una de las más grandes de la década que solo a los 33 años alcanza por fin el oro en un Mundial al aire libre, Fátima Diame fue sexta (6,82m) y Tessy Ebosele, octava (6,62m). Ambas pupilas de Iván Pedroso en Guadalajara hicieron su mejor salto en su primer intento.

martes, 1 de agosto de 2023

¿POR QUÉ NADIE VE LA NATACIÓN?

EL MUNDO.es

El día grande de España en el Mundial de natación recién finalizado fue el viernes. La selección, en la final del waterpolo femenino, y Hugo González, en la final de los 200 espalda. ¿Cómo perdérselo? Al parecer, de cualquiera manera.

La derrota ante Países Bajos del equipo de Miki Oca apenas acumuló 40.000 espectadores en La 2, menos que las repeticiones de ¿Quién vive ahí? en La Sexta y de la serie Hindt en Cuatro. Y el séptimo puesto de González se quedó en 79.000 seguidores, muy por detrás de la audiencia del Tour femenino, de un Inglaterra-Dinamarca del Mundial de fútbol femenino y del arranque del Campeonato de España de atletismo.

Todo lo que ocurre en el agua no interesa en España y tiene lógica: faltan medallas, referentes, tradición e instalaciones. Pero... ¿Por qué pasa lo mismo en los países que dominan la natación? En el Mundial de Fukuoka, la World Swimming se ha topado con el desinterés del mundo. Un problema de difícil solución.

Todo empezó antes del comienzo del campeonato. La BBC decidió no pagar los derechos de retransmisión en directo del Mundial y se quedó con unos resúmenes que emitió por las tardes. Fue paradigmático. La cadena pública británica suele volcarse con el olimpismo y llevaba desde 1991 mostrando el Mundial en vivo. Su ausencia era una muestra del declive, pero al arrancar la competición hubo más pruebas.

La NBC estadounidense, la televisión más importante en el universo olímpico, sufrió unos números horrorosos. En la mayoría de sesiones del Mundial no llegó a reunir a 200.000 espectadores, la cifra mínima para que se registre la audiencia televisiva en EEUU. La natación, un deporte universitario allí, nunca ha tenido el seguimiento del fútbol americano, el béisbol, el baloncesto, el motor, el golf, el tenis o el fútbol, pero es extraño que esté por detrás de la recién creada liga estadounidense de rugby o del Westminster Dog Show, un concurso canino que se celebra en Flushing Meadows y cuya última edición ganó un monísimo Basset Grifón vandeano.

Los motivos son muchos. El horario de Fukuoka perjudicó a los aficionados de Estados Unidos -las finales eran a las ocho de la mañana- y estorbó a los seguidores europeos, pero no fue lo único. Desde la retirada de Michael Phelps en 2016, la natación está en busca de un referente y los candidatos a serlo, como Caeleb Dressel, andan perdidos entre problemas. Los éxitos de Katie Ledecky fueron el único incentivo para la audiencia yanqui mientras los británicos celebraron la irrupción de Matt Richards.

El Mundial sólo tuvo tirón en Australia, que disfrutó de las finales en prime time y sumó hasta 13 oros, el mejor campeonato de su historia. Ni en Francia, con el ascenso de Leon Marchand, la natación superó los 100.000 espectadores, arrinconada en France 4, un canal de France Télévisions donde suelen emitirse dibujos.