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Son muchos años en la élite nacional, pero siempre quedándote un poco a las puertas de la élite a nivel europeo. ¿Qué ha significado para ti esta medalla de plata?
Como bien dices, para mí esta medalla supone una reafirmación. Son muchos años compitiendo a buen nivel en España, pero no terminábamos de tener un buen resultado a nivel internacional. Este resultado ha llegado en Göteborg, ha tardado pero ha venido en el momento que tenía que venir: ya por fin soy una atleta madura en todos los sentidos. A veces la espera merece la pena.
En la final de Göteborg, la sueca Aregawi era la indiscutible favorita, y decidisteis dejarla marchar en pos de la victoria. ¿Cómo viviste la carrera?
Está claro que nadie lo tenía hablado, pero la manera de actuar de Aregawi en la final era muy previsible. Para ella, quedarse en el pelotón era complicarse la vida, la posibilidad de una caída… cualquiera hubiera actuado como ella en su situación. Que nosotras la dejáramos marchar fue una tendencia natural, la diferencia entre ella y el resto de corredoras era obvia y abismal. Yo eché cuentas, supe que sólo quedaban dos medallas y opté por luchar por ellas.
A mí casi me da un infarto en la última vuelta…
La carrera fue muy emocionante. Hubo mucha tensión, sobre todo en los primeros compases de carrera, que fueron muy complicados con muchos golpes. Yo iba en mi sitio, pero una de las rusas se empeñaba en empujarme, yo iba en mi carril y ella me iba dando con el brazo. El primer kilómetro se me hizo un poco largo, me daba un poco de miedo por las caídas, se respiraba bastante tensión en el grupo. De hecho hubo un tropezón justo cuando me coloqué en cabeza, y menos mal que me moví porque si no me habría visto implicada. Mucha tensión, pero cuando me quise dar cuenta ya quedaban sólo dos vueltas, cuatrocientos metros, que ya sabes que es la hora de la verdad. Igual en algún momento me quedé algo encerrada, pero supe estar tranquila, tuve paciencia y me fui detrás de la polaca cuando atacó. Ese fue el momento clave, estar delante cuando se produjo el ataque final, y no tener que hacer un sprint tan largo. Eso me permitió pelear por la plata hasta el final.
Ahora en verano llega el Mundial de Moscú, ¿qué objetivos te marcas para este año?
El primer objetivo pasa precisamente por conseguir la mínima del mundial de Moscú, que este año se ha endurecido un poco más. Vamos a seguir trabajando para mejorar mi marca del año pasado, y conseguir la mínima A, ya que la B puede ser más asequible pero supone complicarte la vida. La verdad es que el año pasado tuve pocas carreras para hacer marca personal, y creo que este año ya tendré acceso a más carreras de nivel y me podré foguear en esos ritmos altos, que es lo que me hace falta. Una vez conseguida la mínima, pues luchar por ir a Moscú y resarcirme de Daegu, la primera experiencia mundialista que no me salió demasiado bien. Quiero estar en semifinales y luchar por estar en la final. Es algo complicado y ambicioso, pero está claro que la medalla de Göteborg me da un respaldo para ver que estamos haciendo las cosas bien. Hay que ir paso a paso, y si en un futuro estamos en la final de Moscú, seguiremos dando guerra.
Bueno, la verdad es que el cambio no es de ahora, viene de hace dos años, cuando la Federación Española me renovó la beca. En ese momento tuve más tranquilidad económica, y pude tomar la decisión de irme a vivir sola, algo que antes no podía hacer. Eso es algo muy importante que me ha respaldado estos dos años: poder dedicarte más a ti misma, a tus descansos y en definitiva a ser un poco más profesional. Esto no ha sido fruto de este invierno, han sido muchos años trabajando muy bien, pero el cambio principal ha sido de cabeza. Yo sé que valgo mucho menos que esos 4:08.80 del año pasado, pero este invierno no hemos encontrado la carrera. Los Millrose Games de Nueva York fueron una maravilla, no me tuve que preocupar de nada, el ritmo fue perfecto y una carrera ideal para hacer la marca que hice. Este año no ha sido así, me he tenido que ir a Gante y dar la cara todo el rato para hacer 4:10:94, a pesar de que valía mucho menos. Pero para ser sincera este año las marcas me han dado un poco más igual.
Más que físico, el cambio ha sido sobre todo psicológico. La confianza que cogí hace dos años en París, cuando me vi quinta en mi primera final europea, me ha hecho seguir mejorando. Fíjate, yo nunca me hubiera imaginado ser una habitual de la selección española, ¡eso antes era inviable! Para mí es un respaldo muy grande, al igual que ser feliz en todos los aspectos de mi vida. Eso es lo que hace que los resultados vayan saliendo, y que yo tenga ganas de seguir luchando por esto.
Ahora vives un invierno de éxitos, pero lo de que valías para correr no es de hoy: de jovencita ya destacabas en medio fondo y, por destacar algo, tienes en tu poder el récord nacional juvenil de pista cubierta. ¿Cómo ves tus primeras etapas en el atletismo, con un poco de perspectiva?
Sobre esto siempre ha existido una teoría: que hay atletas de calidad, atletas de trabajo, y atletas que compaginan las dos cosas. Esta discusión la he tenido muchas veces, pero siempre llego a la conclusión de que, si llegas a cierta edad a un nivel, todo el mundo tiene algo, porque si no, no estaría ahí. Yo nunca confié en que tuviera ese algo, pero lo tenía: de pequeña corría el 1.000 en 2:52 en Valencia durante un encuentro, cuando era cadete y corriendo sola. Es algo que ahora me cuesta hacer ahora, y es alucinante, me sorprendo a mí misma. ¿Cómo pude hacer esa marca, si ahora me cuesta bajar de 3 minutos corriendo sola? Es alucinante que yo de pequeña-pedorra pudiera hacerlo. Con respecto al récord juvenil, recuerdo que lo hice en la pista de “El Huevo” en Zaragoza, pero fue preparando el cross, ni siquiera estaba preparando la pista cubierta. En la primera carrera de la temporada me quedé cerca, y mi entrenador Jesús y yo decidimos correr a la semana siguiente a ver si lo batíamos.
Pero después vinieron unos años duros…
Viendo las cosas con perspectiva, creo que esos tres años que tuve de parón me han venido muy bien para aprender muchas cosas. Cuando era pequeña las cosas salían bien, yo iba mejorando y no me suponía mucho esfuerzo. Estos tres años complicados me enseñaron a valorar lo que había conseguido hasta ese momento, y ahora me ayuda a disfrutar lo que estoy consiguiendo. Estoy segura de que si no hubiera pasado todo aquello, no estaría disfrutando de este momento como lo estoy haciendo.
Si hay algo que le tengo que agradecer al atletismo es haberme enseñado a organizarme muy bien. Los deportistas al final nos convertimos en personas muy eficientes. Yo lo tenía claro, y mi madre me insistía: tenía que estudiar algo. Terminé la primera carrera con 21 años, que tampoco estás en edad de trabajar y opté por especializarme: me salvó la vida. Me salvó la vida cuando me comieron las lesiones, me vino muy bien para evadirme. El periodismo era una vocación que tenía ahí aparcada, y mi pretensión al empezar la carrera era tomármela con calma: al final voy a curso por año, no lo puedo evitar, soy así. Ahora mismo priorizo los entrenamientos, pero me gusta estudiar, entre otras cosas porque estoy con gente que no hace atletismo. ¡Hoy he entrado a clase y no me ha felicitado nadie! (risas) A veces hace falta eso, ser una persona “normal” en una clase normal y pensar sólo en estudiar. Si te organizas bien, hay tiempo para todo. Y ya no es estudiar para trabajar el día de mañana: estudiar te forma mucho como persona y como atleta. Si tuviese que repetir, volvería a hacer las tres carreras sin ninguna duda porque cada una me ha aportado lo suyo. Y seguiría haciéndolo también porque es algo perfectamente compatible con el alto nivel. Mi verdadera vocación es ser maestra, como podrás ver no he podido elegir profesiones peor remuneradas en mi vida: periodista y atleta, he nacido con vocación de mártir (risas).
Atletismo y periodismo.
Hace poco, Álvaro Alonso publicaba un análisis sobre las audiencias del pasado Campeonato de Europa, y barrimos el fin de semana en Teledeporte. ¿Cuál es el gran problema del atletismo con los medios de comunicación?
Hay algo de marketing o comunicación que hacemos mal. Ahora mismo hay un cambio de imagen real que se ha visto en los europeos, con una selección de gente maravillosa y con Ramón Cid, que es una persona muy conciliadora. Todo eso lo tienen que transmitir las instituciones, en la página web, deberían tener más presencias en las redes sociales. Al final, el atleta termina haciendo un trabajo de comunicación directa que igual deberían hacer otras personas. El Twitter es un ejemplo, a mí me sorprende un montón la capacidad que nos han otorgado las redes sociales a los atletas: cada vez somos más conocidos porque a través de esta vía somos más cercanos. Pero veo que a nivel institucional no se ha querido cambiar ese chip, y hay que hacerlo si de verdad se quiere conseguir algo: la imagen es buena, la retransmisión del europeo ha sido fantástica y las audiencias han empezado a avalar que el atletismo es un deporte bonito. Es un deporte bonito y es un deporte para todo el mundo: tiene muchísimas disciplinas y modalidades, y al final es como ver muchos deportes en uno. Igual hay gente a la que le aburre el fondo o el mediofondo, pero que le entusiasma ver la pértiga y viceversa. Creo que hay que potenciar eso, y sobre todo usar a los atletas, que también estamos para eso. Al final somos personas, y la gente se identifica con las personas: ese perfil lo deberían aprovechar tanto la Federación como los clubes.
¿Cómo es eso de ser atleta profesional en tiempos de crisis?
Para los atletas ahora es una situación complicada, como igual de complicada es la de la sociedad en general. El sistema de becas es cada vez más bajo, los clubes están cada vez peor porque no tienen un refuerzo privado… Cuando era jovencita, viví la época dorada del atletismo, y además la gente se compraba casas y coches: ahora me da para pagar el alquiler y vivir de lo que me gusta, pero ya está, sobrevivo. Es complicado a veces, sobre todo por la angustia y la incertidumbre. Esta pista cubierta he cumplido, pero si me atropella una bicicleta o piso una alcantarilla me lesiono y echo por tierra media temporada. Y si me pasa eso, dejo de ingresar, pero yo al casero tengo que pagarle igual. Ese es el gran problema, que estamos en una incertidumbre que no es sana. La conversación monotemática en los corrillos es el tema de las becas, que no nos ayudan y no podemos seguir adelante: llegas a la conclusión de que los atletas deberíamos dedicarnos a pensar en la competición, no podemos tener la mente dispersa en tantas cosas. Es un problema que ahora podemos capear, pero que está ahí, la incertidumbre y la inquietud están ahí.
El domingo toca cross en Granollers. ¿Se te va a hacer un poco largo, después de preparar el 1.500 en pista cubierta?
Si te digo la verdad, ¡me está dando pereza solo de pensarlo! Llevo cinco años sin correr el cross porque siempre coincide con la pista cubierta, pero el año pasado estuve corriendo bien y me quedé con muchísimas ganas de correr el nacional. Este año hemos trabajado muy bien el volumen, aunque hemos corrido pocos crosses: el año pasado competí mucho, y a veces puedes llegar poco fresca a la competición. Llego bien a Granollers, pero también soy consciente de cuál es mi lucha: yo no voy a estar peleando por las medallas, pero intentaré estar entre las quince primeras. Todo esto si no me paso al principio, claro, porque si afinas para pista cubierta haciendo series de doscientos a toda leche, hay que mantener la cabeza fría. Controlarse al principio y pensar “¡Isabel, quita, que te quedan siete kilómetros!” (risas) Quiero ir a disfrutar, voy a eso, el cross es una faceta que de pequeña desarrollé mucho y me gusta. Además, últimamente llevo mejor los ocho kilómetros y quiero correrlo. Mi pretensión es ayudar al equipo, tenemos una selección homogénea y decente para hacerlo bien por equipos. También me apetece pegarme un homenaje de la medalla, pero un homenaje corriendo, sin presión y sin tensión.
Isabel, muchas gracias por tu tiempo y mucha suerte en las pistas
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