ÁNGEL CRUZ
AS.com
El primer día de septiembre de 2015 Aries Merritt recibió un
riñón de su hermana LaToya, cuatro días después de que el plusmarquista
mundial, ya enfermo, terminase tercero en los Mundiales de Pekín de ese mismo
año. Había sido campeón olímpico en Londres 2012. Y se conjuró consigo mismo,
con su hermana y con los médicos de la Clínica Mayo : “Esto no acabará conmigo; volveré a
competir en Río”.
El primer pasó lo va a dar el viernes en Doha (Qatar), en la
prueba inaugural de la
Diamond League , el mejor circuito mundial de atletismo.
No es la primera vez que corre este año, porque ya compitió
el 30 de abril en una prueba local en Des Moines, en la que fue quinto con
13.61, una marca más que discreta. Pero aquella era una simple escaramuza, un
contacto con las diez valles de un metro y siete centímetros. Nada que ver con
Doha.
Aquel primero de septiembre del año pasado ha quedado atrás.
“Era consciente de que podría no volver a correr jamás”, dijo Merritt, pero,
por el momento, compite.
Ya en enero colgó en las redes sociales sus primeros
entrenamientos, que se veían prometedores. Y se mostró muy optimista: “Estoy
bien, pero mi último entrenamiento ha sido absorbente”. No era una queja, era
una buena noticia, porque en la élite hay que aguantar entrenamientos
intensivos.
Su enfermedad renal, muy rara, le fue detectada en 2013.
Curiosamente se trata de un virus hereditario que se ceba principalmente en la
población afroamericana. Estuvo hospitalizado medio año. El trasplante era la
única opción para salvarle la vida. Se analizaron posibles donantes y la más
idónea resultó su hermana LaToya, que no había heredado la enfermedad. Y todo
salió bien.
Para acudir a los Juegos Olímpicos Río necesita clasificarse
entre los tres primeros de los terribles Trials. No habrá compasión, pero sí
admiración.
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