CARLOS ARRIBAS
El País.com
Al final del brazo derecho Bruno Hortelano no tiene una
mano, sino una obra de arte de la medicina que no puede enseñar aunque quisiera
porque una espesa venda la cubre y la protege. Lo dice así, como quien bromea
sobre un objeto ajeno, lejano. La sonrisa con la que lo cuenta da vida a su
cara, más pálida que hace un mes, cuando su esplendor en Río, también más
carita bajo una gorra desmesurada, más de niño ilusionado, y refleja su
pensamiento, siempre optimista, siempre positivo. Una mente siempre fuerte a la
que el accidente de coche que machacó su mano la madrugada del 5 de septiembre
no ha sino fortalecido más aún, como si necesitara una prueba más de superación
para alcanzar su destino.
“El accidente me ha
cambiado. Tengo más hambre que antes, más ganas de seguir peleando, más
motivación. Desde el primer momento supe que del accidente saldría mejor aún”,
dice Hortelano, de 25 años, en su primera aparición pública después del
accidente. “Tengo un futuro en el que espero hacer cosas muy buenas. Voy a
volver más fuerte. No al 100% que alcanzaba antes. Más aún. Al 110%. Me veo muy
positivo. Para superar psicológicamente las secuelas del accidente me ha ayudado
enormemente el entrenamiento psicológico tan fuerte que he tenido con el
deporte”.
El plusmarquista nacional de 100m (10,06s) y 200m (20,12s,
conseguidos al ganar su serie en los Juegos de Río), marcas conseguidas en un
verano de 2016 en el que también se proclamó campeón de Europa de 200m, habla
en Madrid, en un viaje de ida y vuelta rápido desde Barcelona, en cuyo Centro
de Alto rendimiento trabaja en la rehabilitación total de una mano reconstruida
en varias operaciones y donde ya ha empezado a entrenarse, a hacer algo de
pesas y de máquinas de carrera. “No me marco plazos, pero pienso estar en el
próximo Mundial, en Londres 2017” ,
dice el atleta formado deportivamente en la Universidad de
Cornell, en Nueva York, donde se licenció en Ingeniería Biomédica. “Y estaré
muy fuerte”.
Durante los Juegos de Río, el entrenador de Hortelano,
Adrian Durant, habló de cómo había planificado ya la temporada de 2017 para
llegar a su apogeo agosto, a los Mundiales de Londres. "Puede que no le
guste, pero quizá le haga correr los 400 metros el año próximo. No le agradará, pero
creo que es parte importante de su progresión como velocista. El año pasado
corrió cuatro veces 400
metros , y eso contribuyó significativamente a lo que
está pasando ahora. Muchos atletas se estancan, corren rápido y se quedan ahí:
distancias cortas, entrenos cortos, todo corto. Y llegan a una meseta. En algún
punto tienes que revisitar las distancias y hacer entrenamientos más largos. Si
tienes eso, puedes después regresar a lo corto y veloz y seguir
creciendo", explicaba Durant. "Debo decidir si va a ser el próximo
año, o quizá le deje disfrutar un año después de lo que ha hecho este, y al
siguiente pasemos a 400m. Sin duda será en el próximo ciclo olímpico de cuatro
años. En algún punto correrá 400m y le ayudará en los 200m y en los 100m.
Tenemos que sentarnos y hablar. No hago esto yo solo, ese es uno de los mayores
beneficios de la relación coach-atleta. Le escucho y tengo todo en cuenta,
quizá esté de acuerdo con él ("qué tio más listo") o quizá no y le
diga: ‘lo siento, al 400’ ,
y tendrá que vivir con ello. Cuando hago algo, lo entiende. A ningún corredor
de 100-200 le agrada el 400. Porque duele. Pero es esencial".
Dice Hortelano que si antes su ética del trabajo, la llamada
seriedad como atleta, ya era muy alta, como un 95% de su vida, ahora lo es más,
del 99% por lo menos. “Y hasta Tokio 2020 solo pensaré en atletismo. Después
quizás vuela a estudiar”, añade. Hortelano, hijo de padres investigadores que
tras trabajar en Australia y Canadá están ahora en Kazajstán, quiere ser
médico. Pero antes, quiere ser grande como atleta. "El 400, en efecto,
duele, es muy duro, pero si el entrenador me lo manda porque me hará mejor
atleta, lo voy a hacer", dice Hortelano, quien cuenta también que en
Londres piensa en el 200m antes que en nada y que ya está en contacto con
Durant para buscar soluciones creativas para hacer entrenamientos fuertes con
pesas pese a la mano la dañada. "Yo corría con la palma extendida, y lo
seguiré haciendo. No sé corre con la mano, de todas maneras, se corre con las
piernas y con la cabeza".
Estos días, aparte de hablar de su mano, Hortelano ha
aprovechado para renovar su contrato de patrocinio con Nike. Las negociaciones
las lleva su mánager, Alberto Armas, quien, para explicar la seguridad que ve
en su atleta, la confianza, cuenta que el día anterior le dijo que en el
contrato incluyera un bonus por batir el récord de Europa de 200m, los 19,72s
que el italiano Pietro Mennea consiguió en 1979 en la altitud del Estadio
Olímpico de México. Desde entonces, siete europeos más han bajado de los 20s,
pero ninguno se ha acercado a menos de ocho centésimas de la marca de Mennea,
en su tiempo también récord mundial y aún décima mejor marca mundial de la
historia. En eso piensa Hortelano, positivo y grande, quien para conseguirlo
necesita seguir con el entrenador que le hizo en Cornell, Adrian Durant.
“Seguiré con Durant
con total seguridad”, dice. “Y quiero hacerlo aquí, en Madrid, quiero traer a
mi entrenador aquí. Eso estamos intentando”. Las dificultades del empeño
parecen mayores aún que las de bajar de los 10s en los 100m o las de borrar a
Mennea de las listas. Durant es el entrenador del equipo de Cornell, un trabajo
que debería abandonar para centrarse en Madrid con Hortelano, lo que supone un
gasto que ni el atleta ni la federación española de atletismo pueden asumir.
Armas ha esbozado una alternativa, un proyecto que pasaría porque Nike se
decidiera a financiar en la capital española un grupo de entrenamiento de
velocistas dirigido por Durant similar al que en Oregón creó hace tiempo para
fondistas con el entrenador Alberto Salazar. Olvidada la mano, la obra de arte
con la que dentro de nada volverá a saludar y a agarrar fuerte, la mentalidad
siempre positiva que hizo grande a Hortelano tiene otra tarea por delante.
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