TOMÁS CAMPOS
MARCA.com
El pasado 9 de agosto, la
estadounidense Phyllis Francis se impuso en la final de los 400 metros del Mundial
de Londres con una marca de 49.92 segundos. Francis fue la única de las ocho
finalistas en bajar de los 50 segundos. El dato viene a colación porque hoy se
cumplen 32 años del estratosférico récord del mundo de Marita Koch en la misma
distancia.Ocurrió en Canberra (Australia) en la cuarta edición de la Copa del
Mundo de atletismo, una competición ya desaparecida. La velocista de la extinta
República Democrática Alemana (RDA) completó la vuelta a la pista en unos
increíbles 47.60, recuperando así el récord mundial de los 400 que le había
arrebatado dos años atrás la checoslovaca Jarmila Kratochvílová en el Mundial
de Helsinki con 47.99.Koch nunca volvió a correr tan rápido. De hecho, se
retiró apenas dos años después días antes de cumplir los 30 años por sus
recurrentes problemas con sus tendones de Aquiles, que le lastraban durante sus
duros entrenamientos.
Por el camino, eso sí, dejó 14
récords del mundo al aire libre (en los 200, los 400, el 4x100 y el 4x400) y
tres marcas en las pruebas individuales de velocidad (10.83 en los 100, 21.71
en los 200 y 47.60 en los 400) con las que hubiera ganado tres medallas de oro
en Londres hace dos meses.Hasta aquí la parte bonita de la historia porque para
nadie es un secreto que la RDA basó gran parte de su éxito en el dopaje
sistemático de sus estrellas. Tras la reunificación alemana y la
desclasificación de los documentos secretos de la Stasi (la Policía Secreta del
regimen comunista germano), quedó al descubierto un complejo engranaje que
señalaba al Turinabol, un esteroide anabolizante que acelera el crecimiento
muscular sostenido, como el gran responsable de los espectaculares resultados
alcanzados por el deporte de la RDA en el atletismo y la natación, sobre todo
en la parcela femenina.El nombre de Koch, que nunca dio positivo, aparece en
varios documentos pero ella siempre ha negado la mayor. De hecho, amenazó con
querellarse contra los que la señalaban pero no llegó a hacerlo. "Tengo la
conciencia tranquila. Repito lo que ya he dicho, nunca he dado positivo, nunca
hice nada que no hubiera debido hacer en aquel momento", dice la ex atleta
en alguna de las pocas entrevistas concedidas.Pese a las evidencias, la
Federación Internacional de Atletismo (IAAF) está atada de pies y manos porque
debe respetar el reglamento de la Agencia Mundial Antidopaje, que indica que la
infracción prescribe a los 10 años. Otra cosa sería que la propia Koch
reconociese su dopaje porque en tal caso sí podría actuar la IAAF anulando su
récord, pero eso ni ha pasado ni va a pasar.
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