PACO ROCHE
Marca.com
Para ser fiel a la realidad, el titular de esta entrevista
debería ser: "Queremos ser campeones del mundo". Se modificó porque
resultaría difícil de entender cuando la protagonista es una deportista que
compite en una disciplina individual. Ruth Beitia habla siempre en plural
porque sólo se considera la mitad de la unidad que forma con Ramón Torralbo, el
entrenador que la descubrió y con el que lleva más de un cuarto de siglo
trabajando. Como integrante de esa unidad, la atleta ha ganado más títulos en
2016 que muchos deportistas en toda su carrera, pero su rutina diaria apenas ha
variado. Sigue haciendo lo mismo: trabajar como diputada regional, estudiar
psicología y entrenarse a diario. Tampoco ha cambiado la simpatía con la que
atiende a las personas que cada día se acercan para contarle la emoción con que
vivieron su triunfo en Río. De hecho, si percibe que alguien la reconoce pero
no se atreve a abordarla, le sonríe para romper el hielo. Con esa sonrisa que
ha convertido en su seña de identidad, recibe a MARCA en el módulo de atletismo
del complejo deportivo de La
Albericia para repasar este año inolvidable, pero también
para desvelar los retos que ya tiene en mente para 2017. Lo hace bajo el listón
que ha ido subiendo centímetro a centímetro desde que dio su primer salto a los
11 años.
Pregunta. Si este listón pudiera hablar, ¿qué secretos nos
contaría de Ruth Beitia?
Respuesta. Uff, si hablase... [se ríe]. Este listón es
viejito y tiene mucha historia. Dicen que hablo con el listón, aunque yo no soy
consciente. Lo que sí es seguro es que lo considero mi amigo, no le quiero
hacer daño, que no se caiga al suelo [se ríe]. Pero secretos hay pocos. Soy un
libro abierto. Por suerte o por desgracia, tecleas Ruth Beitia en Google y
estoy hasta en la sopa. Es muy poco lo que no se sabe de mí. El mayor secreto
son los 26 años que llevo con Ramón [Torralbo, su entrenador], la persona que
me cogió con 11 años de la mano para cumplir mis sueños. El secreto es el
trabajo, la constancia, el sacrificio... todos esos valores que te aporta el
deporte que me ha enseñado Ramón y que se pueden extrapolar a todos los
aspectos de la vida.
P. Campeona de Europa, campeona olímpica, plata mundial,
ganadora de la
Diamond League... Tal y como ha ido el año, tendrá pocas
ganas de que termine este 2016, ¿no?
R. Que llegue el 2017, sí, por supuesto. A
mí me gusta dar la vuelta rápidamente a la tortilla. Igual te diría que no
llegue el 1 de abril, que es cuando paso de los 37 a los 38 [se ríe]. Los 37
han sido los verdaderamente mágicos. No importa que llegue un nuevo año, además
¡termina en 7! Y luego, cuando lleguen los 38, pues imagino que seguiré así de
feliz porque quiero seguir saltando al cien por cien y mantener esta misma
ilusión.
P. ¿Qué puede traerle 2017 para mejorar el año que se va?
R. 2016 nunca más va a volver a ocurrir. Ser subcampeona del
mundo, campeona de Europa, oro olímpico y ganar otra Diamond League. Es
imposible que llegue tal cual, a no ser que sea dentro de cuatro años y no veo
factible llegar a otros Juegos con 41, se me hace un poco lejano. Pero siempre
hay que buscar ese punto de motivación. Volviendo de Zúrich, de la última
Diamond League, mi entrenador y yo dijimos: ¡nunca hemos sido campeones del
mundo! Pues igual es la nueva motivación. El Mundial al aire libre es en un
sitio especial, en Londres, una pista que supuso el punto de inflexión de mi
carrera. Me robó el sueño de conseguir la medalla olímpica y también, por qué
no, me dio durante estos cuatro años ese latir, esa sensación de que podía
cumplirlo y al final se hizo realidad. Londres es una pista que me llena, tengo
ganas de volver y ojalá que esa motivación sea ser campeona del mundo.
P. Estamos acostumbrados a ver a deportistas competir con
cara de concentración, incluso con muecas hostiles. Usted, en cambio, ha
convertido su sonrisa en seña de identidad. ¿Es una técnica psicológica o un
reflejo de su felicidad?
R. Es el reflejo de mi felicidad, totalmente. Me sale sola,
no soy consciente. Pero es verdad que también puede ser un arma porque ese
estado de felicidad, de nirvana, que he alcanzado compitiendo, quizá las demás
saltadoras no lo entiendan. Cuando ellas están sufriendo delante del listón, yo
me lo estoy pasando genial.
P. ¿Qué tiene usted que no tengan ellas?
R. Mucha experiencia, muchas cosas vividas. Catorce medallas
internacionales, Europeos, Mundiales, Juegos... ¡y 37 años! La chica que ganó
el Mundial en pista cubierta [Vashti Cunningham] tenía 18 años. ¡Podía ser perfectamente
mi hija! En ese momento creo que ganó porque no sabía dónde estaba, era júnior,
no conocía a sus rivales. Llegó y se puso a saltar, pero luego al aire libre se
ha visto esa tensión y esa presión.
Me acuerdo cuando salté por primera vez dos metros... Son
muchas las piedras que te echas en la mochila, mucha responsabilidad, la
ansiedad que te provoca ser una cabeza visible y tener que conseguir buenos
resultados. Esos espectros enturbian el salto. Yo ya no tengo esa presión. Me
lo estoy pasando mejor que nunca, esto es una prórroga que me está dando la
vida que es un regalazo.
P. Pero alguna vez se enfadará, ¿no? R. Sí, pero que no lo
vea nadie porque para enfadarme tengo que estar muy al borde. P. ¿Qué la hizo
enfadarse por última vez?
R. No me acuerdo. Tengo una filosofía de vida de darle la
vuelta a las cosas y no soy nada visceral. Me gusta tomarme mi tiempo, contar
hasta 10 y a veces hasta 20. Y, sobre todo, hablar las cosas. Creo que se está
perdiendo la comunicación. ¡Hay que dejar de mandar tantos watsapps y hablar
con la gente!
P. Hablando de hablar, ¿qué es lo más bonito que le han
dicho desde que volvió de Río?
R. No me quedo con nada en especial, si no con toda la gente
que se mantuvo despierta hasta las cinco de la mañana para vivir mi sueño
conmigo. Muchos bares quitaron la música para verlo, no sólo en Cantabria sino
en muchas partes de España. Me quedo con el cariño de la gente. Nunca imaginé
ese cariño, esa gente en la calle apoyándome y felicitándome... Son tantos
momentos que no sabría decir. Me quedo con estos tres meses, que han sido muy
locos, que me han sacado totalmente de mi rutina. Porque yo voy a golpe de
agenda: estudio, entreno y trabajo, y me tiene que dar tiempo a todo. Salirme
de la rutina ha sido fantástico por ese cariño de la gente, aunque necesito
volverme a centrar en lo que soy. Quiero seguir siendo saltadora de altura y ya
dentro de poco tenemos Europeo en marzo