miércoles, 27 de julio de 2011

LA TRANSFORMACIÓN DEL REY LAGARTO



DIEGO TORRES El País.com

El campus de la Universidad de Florida en Gainesville contiene uno de esos pantanos típicos del sur de Estados Unidos. Se lo conoce como lago Alice y es célebre entre los estudiantes por su población de aligátores. Ryan Lochte pasa a diario junto al pantano camino de sus entrenamientos en seco y al ver a los reptiles no puede impedir que su imaginación le ofrezca posibilidades disparatadas. "Cada vez que veo a esos aligátores tomando el sol en el agua", dice, "me dan ganas de parar el coche y arrojarme a por ellos. Me encantaría poder luchar cuerpo a cuerpo con esos animales".
De haber nacido en otra época, probablemente Ryan Lochte se habría convertido en el mejor nadador de todos los tiempos. Pero nació en 1984. Un año antes que Michael Phelps. Otros habrían desistido ante la idea. Pero él se empeñó en confrontarse con una leyenda viviente. Dejó que su imaginación le hiciera volar y se sometió a una de las rutinas de entrenamientos más duras e innovadoras que se han puesto en práctica. Ayer, Lochte y Phelps se retaron en una prueba, los 200 libres, que no se ajusta a sus condiciones de estilistas. Lochte en la calle tres y su amigo en la calle dos. Ganó Lochte, que nunca se había impuesto a Phelps en unos Mundiales ni en unos Juegos. Su marca, 1m44,44s se aproximó mucho al 1m44,06s de Thorpe en la época previa a la explosión de los bañadores impermeables, hoy prohibidos por la FINA. El resultado no cierra la saga sino que la proyecta hasta los Juegos de Londres.
Hijo de Steve Lochte, ex nadador universitario y actual entrenador, siempre tuvo una aproximación juguetona al deporte. Comenzó en Nueva York, su estado de nacimiento, en un equipo de fútbol escolar. "Lo suyo era el 'soccer'", recuerda su madre, Ileana. "Era un gran lanzador de faltas. Tenía un excelente golpeo". La mudanza de la familia a Florida le hizo cambiar de actividad. Se inclinó por el skate, el surf y la natación. Su talento natural para el agua le habilitó para nadar los estilos. Pero en los Juegos de 2008 se encontró con dos dificultades insuperables: una indigestión por empacho de hamburguesas y Michael Phelps.
Su entrenador, Greg Troy, dice: "Hay dos cosas que diferencian a Ryan de Phelps. Primero, tiene un espíritu un poquito más libre. Segundo, no tiene su envergadura". El segundo punto ha marcado su transformación como nadador. Con los brazos en cruz, la distancia de una mano de Phelps a la otra es de más de dos metros. Lochte no pasa de los 187 centímetros. Esto significa que posee casi 20 centímetros menos de palancas. Sus apoyos en el agua tienen un límite antropomórfico. Para compensarlo, Greg Troy lo sometió a un programa doble: por un lado, ganar músculos para aumentar la eficacia y la frecuencia de las brazadas, por otro, mejorar el nado subacuático para nadar todo el tiempo posible bajo el agua, con la ondulación del tronco y las piernas. Después de dos años de hacer series de 50 metros en apnea, fortaleciendo su tronco con pesas, levantando neumáticos de tractor y moviendo cuerdas de 20 kilos en una simulación de los gestos de la mariposa, Lochte dejó de ser el nadador sutil que había sido para convertirse en una especie más agresiva.
"Ahora soy mucho más fuerte y mucho más astuto a la hora de afrontar mis carreras", dijo ayer, cuando se bajó del podio. "Hago muchas cosas nuevas en mis entrenamientos. Una de las más importantes es comer saludablemente".
Lochte anunció su táctica el lunes y el martes la aplicó escrupulosamente: "Sabía que Michael saldría adelante. Sé lo rápido que puede nadar y procuré mantenerme a una distancia que me permitiera llegar al último largo en situación de dar el golpe. Hice un buen trabajo en la parte que se me da bien, que son los virajes y el nado subacuático. Ese fue el plan y funcionó".
En los virajes de 100 y de 150 consiguió nadar más de diez metros bajo el agua, donde el deslizamiento es más exigente pero más rápido. Emergió cuando Phelps ya iba en la superficie. La maniobra le ahorró distancia y desgaste de brazos. Aún así, dio 30 brazadas en el tercer largo y 35 en el cuarto, frente a las 31 y 28 de Phelps en los mismos segmentos.
En el tercer largo Lochte consiguió preparar su golpe decisivo: hizo 26,29s frente a los 27,20s de Phelps y los 26,91s de Biedermann. En un esfuerzo supremo, Phelps le adelantó a falta de 20 metros pero entonces Lochte exhibió lo inefable. La casta. Como recordó Bob Bowman, entrenador de Phelps: "Ryan acabó con mucho corazón".
Bowman, el hombre que ha moldeado a Phelps desde los diez años, estaba más que satisfecho con el resultado de una prueba que había mostrado los progresos de su nadador: "Estoy feliz por todo lo que ha pasado en los 200 libres. Si se miran las carreras de Michael su tercer 50 siempre es un poco lento. Probablemente porque no da las suficientes patadas subacuáticas al virar en la segunda pared. Tal vez quiso ahorrar un poquito de energía para el último 50. Fue un detalle. Al salir del último viraje iba tercero y creo que recuperó de tal manera que se puso en cabeza. Lo hizo muy bien. Creo que para Michael ha sido muy positivo poder nadar en 1,44. Valoro muchísimo los tiempos que se han hecho. Thorpe estableció el récord en 1m44,06s en 2001 y Michael hizo 1m44,8s en Atenas. Nadar por debajo de 1m44,8 ha estado muy bien".
Phelps fue más lacónico que su entrenador cuando, en tono reflexivo, repasó una carrera que le sirve para examinar su puesta a punto para los Juegos de Londres. "Ryan me ha estado matado últimamente", dijo, en relación a los Nacionales del año pasado y a los 200 libres que nadaron juntos en Texas en enero. "Sólo llevaba entrenándome para esta noche entre ocho y seis meses", concluyó. "Lo que he dado era todo lo que tenía en el depósito. Pero estoy volviendo a donde quería estar. Metido en carrera. Implicado y no simplemente destruido cada vez que entro en el agua. Estoy satisfecho. Ser un segundo más rápido que el año pasado es todo lo que podía pedir en este momento

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