jueves, 16 de febrero de 2012
QUIÑÓNEZ, SIN FECHA DE CADUCIDAD
ANDRÉS ARMERO. MARCA.COM
No se sabe si fue un castigo o una bendición. El atleta ecuatoriano Jackson Quiñónez (Esmeraldas, 1980) eligió los 110 metros vallas en detrimento de otras pruebas. El destino respondió a su osadía con la mejor hornada de especialistas de la historia. El estadounidense David Oliver, el chino Liu Xiang y su viejo conocido Dayron Robles formarían el triunvirato de sus sueños y de sus peores pesadillas.
“Me gustaban muchos deportes: el béisbol, el basket, el atletismo… Al principio me decanté por el salto de altura”, introduce Quiñónez. “Saltaba 2,20 metros”, pero pronto aparecieron las dudas: “Hacía los 110 metros vallas en 13,56 segundos y al final creí que era más fácil bajar centésimas que subir centímetros”. Así, su Ecuador natal perdió a un saltador para ganar a un vallista. Una visita a Cuba le hizo creer que había acertado de lleno.
Seis años más tarde que el atleta de origen ecuatoriano vino al mundo un joven cubano de nombre Robles que cambiaría para siempre la especialidad. “Yo lo conocí compitiendo allí desde los 14 años y le ganaba carreras, siempre nos picábamos y algún achuchón mío se ha llevado”, afirma con orgullo Quiñónez, consciente de que aquella diferencia de edad algún día dejaría de influir: “Ocurrió cuando Dayron alcanzó la categoría absoluta, empezó a bajar las marcas y aquello no tenía fin”. El cubano es, a juicio de Quiñónez, el auténtico referente de los 110 metros vallas. “Hasta Liu Xiang, su máximo rival, trata de imitarle dando siete pasos antes de la primera valla”.
Su vida tiene un momento
“Decidí venir a España para estudiar INEF en Lérida y también para mejorar a nivel deportivo, médico, nutricionista”, afirma. Poco a poco, su nuevo país y él se dieron cuenta de que estaban hechos el uno para el otro”. Hace un lustro obtuvo la nacionalidad española. Él no tenía prisa, pero sí ganas. “He tenido una suerte tremenda, me he encontrado gente maravillosa entre los atletas, aficionados…”.
Tras haber competido con Ecuador en grandes campeonatos, comenzó a vestir los colores de España partir de 2007. En Pekín tocó la gloria al clasificarse para la final: “Fue el mejor momento de mi carrera, competí allí en medio de muchos de ellos”. Unos genios del atletismo con los que espera volver a toparse en Londres: “Si estuve en 2008, podré volver a estar en 2012”. E incluso en 2016, porque Quiñónez cree todavía puede llegar a Brasil. “Hacía tiempo que no me encontraba tan bien”, alega.
Este año tiene hambre de grandes citas. La pista cubierta le espera con sus 60 metros vallas en el Mundial de Estambul, aunque por “su fuerza y continuidad” cree que su época viene cuando se aproxime el verano. Allí fija su mirada en Helsinki, “porque los Europeos nunca se me dan bien”, afirma. Para concluir con el clímax olímpico. Mientras espera que el calendario deshoje su margarita, ayuda en su nuevo local ilerdense ‘Personal Best’ a que sus clientes logren los objetivos físicos que se proponen. En el centro le acompaña su entrenadora Ascensión Ibáñez. En la vida, un sentido del humor que no pertenece ni a Ecuador ni a España, sino al cielo de donde ha caído.
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