ALEJANDRO DELMÁS
AS.com
—La pregunta que cualquiera puede hacerse es cómo termina
emergiendo en Kenia un campeón mundial de jabalina. Precisamente en el
altiplano de Kenia, en Eldoret...
—Puede parecer extraño: pero no lo es tanto cuando se
consideran los elementos que pueden sernos familiares a los kenianos en
relación a los lanzamientos: desde pequeños hemos lanzado palos o piedras. Y
hemos cazado. La caza es algo que ayuda mucho en una especialidad como esta, la
jabalina. En las áreas rurales de Kenia es como una herencia. Seguro que podría
aparecer más gente como yo.
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—En todo caso, uno no termina de acostumbrarse a que un
‘nandi’ de la altiplanicie gane el título mundial de jabalina. De hecho, el
primero para África y también primero para Kenia, con ese latigazo de 92,72 metros en Pekín:
por supuesto, récord de África.
—Es verdad que ha sido una larga lucha. A mí me gustaba
hacer 100 metros
y también el cross country. Pero me gustaba lanzar. Me veía rápido de manos,
creo que es mi gran habilidad. El gran problema en Kenia es que para esta
especialidad, la jabalina, necesitamos técnicos y buenos gimnasios, que nos
faltan. Los gimnasios son caros. El precio de una jabalina de alta competición
asciende a 1.000 dólares estadounidenses (unos 880 euros): difícil de pagar por
alguien sin financiación o contrato. Tuve que esforzarme mucho, dadas estas
condiciones.
—Al fin, en 2011, la Federación Internacional
(IAAF) le aportó fondos para pasar tres meses en Finlandia, justo tras vencer
en los Juegos Africanos: y ahí empezó todo.
—Debo dar gracias a Jesucristo de que fuera así: yo deseaba
seguir con la jabalina, pero también veía claro que necesitaba salir de Kenia
para progresar. Había que viajar en busca de medios. Aquí, el mercado y los
periódicos solo se preocupan de los atletas de pista, los corredores. Pero
solamente ganan unos pocos, unos elegidos. No todos pueden ir a unos Juegos
Olímpicos: y yo lo veía factible con la jabalina.
—Y de manejarse con grabaciones en Youtube... pasó a quedar
en manos de un técnico que es una eminencia mundial: el finlandés Pironen, que
también dirige al egipcio Abdelrahman El Sayed, plata mundialista en Pekín.
—Petteri Pironen es un entrenador brillante y ya es un buen
amigo. De hecho, el plan de entrenamiento apenas ha cambiado desde el primero
que hicimos entonces, en 2011. Cuando no estamos juntos en Finlandia (donde
Yego pasa estancias de tres meses), la comunicación siempre es constante. Los
éxitos de El Sayed también revelan lo bueno que es Petteri. Apenas hago pesas
con altas cargas: buscamos explosividad.
—Detrás de usted, Julius, ya llega su hermano menor: Halbat.
Y aparte de la jabalina, Julius Yego pasa horas muertas viendo la Liga inglesa de fútbol. ¿O
no?
—Cierto. No me pierdo nada del Arsenal. Y también sigo la Liga española. ¿Quiere que le
recite la alineación del Atlético de Madrid? Mire: Oblak, Juanfran, Godín,
Saúl... me encanta cómo lucha ese equipo.
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