CARLOS ARRIBAS
El País.com
Siempre que habla de los años en blanco, y en atletismo eso
significa uno de cada cuatro, los del ecuador olímpico, Usain Bolt habla de la
felicidad, que para él, como para muchos, consiste en no hacer nada. Y a nadie
le extraña, claro, pese a que lo que hace de Bolt un personaje interesante no
sea precisamente la inacción.
El año que acaba de terminar, 2014, fue uno de esos, un año
soso, sin Mundiales ni Juegos, los dos únicos escenarios a los que el hombre
más rápido de la historia considera de cierta importancia (aparte, claro, de
los platos de DJ que gira en sus noches locas, o las pistas de baile de las
discotecas, o las playas), por lo que Bolt, como hizo en 2010, lo dedicó a
descansar, bailar y ser feliz (corrió un 100m en un campo de fútbol en Polonia,
un 150m en la playa de Copacabana, ¿dónde mejor?, y los relevos de los Juegos
de la Commonwealth:
trabajó en total tres días en agosto) y a visitar a su médico en Múnich para
que le reforzara la espalda, pero 2015 es impar, preolímpico y con Mundial (en
Pekín, nada menos, en agosto, cuando Bolt ya habrá cumplido 29 años de edad y
siete como recordman mundial de los 100 y los 200 metros), lo que
significa para el gigante jamaicano que si quiere brillar en verano tiene que
sudar en invierno.
Como en 2014 Lavillenie con su pértiga derribó el récord de
21 años de Serguéi Bubka sería de lo más normal que en 2015, con su levedad de
pajarito, Mutaz Barshim hiciera lo mismo con los 2,45m de Javier Sotomayor,
altura que ya cumple 22 años como récord. Pero el gran movimiento de masas
camino no de un récord sino de una barrera es el que lleva al fondo hacia un
maratón en menos de dos horas. Después de Kimetto en Berlín, quedan por limar
2m y 58s, y no acabará 2015, seguramente, sin que algún segundo más haya sido
raspado.
Lo que significa para el resto de especialidades, para los
maratonianos que avanzan a grandes pasos hacia la barrera imposible de las dos
horas, para los saltarines como Lavillenie, Barshim o Bondarenko, sobre todo,
que tras un año de protagonismo (el récord del mundo del pertiguista francés,
el cerco a los 2,45m de Sotomayor por parte del qatarí y el ucraniano), que en
2015 regresarán a la sombra tan alargada del ídolo de la velocidad. Y también
Justin Gatlin, el sprinter renacido a los 32 años en el 14 después de su
sanción de cuatro años por dopaje, que aprovechó para brillar las ausencias del
Bolt sabático y de los sancionados Gay y Powell. Será, la que se viva en el
atletismo de 2015 bajo el brillo del sol Bolt, una realidad que para muchos
aficionados tendrá mucho de injusto, una realidad trucada por los intereses
mediáticos, por el tirón popular de Bolt, que vive de su leyenda de
invencibilidad: en una gran competición, Mundial o Juegos, solo ha sido
derrotado una vez, por él mismo, una salida nula en los 100m de Daegu 2011 que
impide el pleno de oros desde su gran entrada en la grandeza en los Juegos de
Pekín 2008. Desde entonces, seis oros olímpicos y ocho mundiales cuelgan de su
sólido cuello, y cuatro récords mundiales (dos de 100m y dos de 200m) batidos
en sendas grandes finales. Desde el último, los 19,19s de los 200m de la final
del Mundial de Berlín, no ha habido más récords, y aquello ocurrió en agosto de
2009, hace casi seis años. Eso puede significar dos cosas: o que Bolt, envejeciente,
está en declive y nunca volverá a ser más rápido de lo que fue o que se puso a
sí mismo la barra tan alto, tan magníficas fueron sus marcas-récord, tan
adelantadas a su tiempo (con sus 9,58s de 2009 en los 100m dejó al segundo en
discordia a casi dos décimas, un salto gigante), que están aquí para durar 20
años por lo menos. O ambas cosas a la vez.