lunes, 6 de septiembre de 2010
EL ATLETISMO, EN UNA ESPIRAL PELIGROSA
JOSÉ MANUEL MORENO. "OCHO CALLES"
Aún recuerdo la primera Copa del Mundo. Era 1977 y no hubo televisión en Düsseldorf. Nos conformábamos con las conexiones en directo del inolvidable Gregorio Parra en RNE. Nombres como Alberto Juantorena o Steve Ovett le dieron prestigio a esta nueva competición. Nunca olvidaré la narración de la carrera definitiva en la que Estados Unidos, con la victoria en el relevo largo, se proclamaría campeón, pero la lesión de uno de sus relevistas, le hizo perderlo todo. En la edición de 1979, en Montreal, con el inconveniente de la gran diferencia horaria, tres cuartos de lo mismo, sin tele pero con buenas informaciones de los Escamilla, Molero y demás maestros en "As" y "Marca".
Nunca olvidaré la 3ª edición porque, en Roma allá por 1981, con menos de veinte años un servidor, se produjo el debut del que se denominaba la "última maravilla del atletismo". Hablo de Carl Lewis, que ganó con marca mediocre la longitud después de lesionarse y llegar el último en la carrera de 100 metros. Dos años después, en Helsinki, confirmó, en los primeros Campeonatos del Mundo, todos los pronunciamientos favorables con el primer triplete: 100, 200 y 4 x 100 metros. Después llegó Camberra, y el récord “por los siglos de los siglos” de Marita Koch. 1989 fue el ensayo general con todo para Barcelona y el estadio de Montjuich, pero el agua quiso echarlo todo a perder, como, por ejemplo, un récord del mundo de Roger Kingdom en 110 metros vallas con una marca de 12.87 (curiosamente, la plusmarca actual) que el viento y la tempestad mandó al cajón de las marcas “ilegales”. Las ediciones posteriores, en pleno fulgor de los Mundiales, tuvieron menos relevancia, menos, lógicamente, la de 2002 en Madrid, en busca la capital de España de sus intentados y no logrados Juegos Olímpicos. Aún tengo buen sabor de boca de la última edición, en 2006, por las buenas marcas logradas, en especial la conseguida por Sanya Richards en 400 metros: 48.70, aún hoy en día, su mejor marca personal y récord americano. En fin, el denominador común de todas las ediciones, salvo las dos primeras, es que todos las podíamos ver por la televisión pública. Esta última, con el nuevo formato, no se ha visto en Europa, y sigue la línea de lo sucedido con los Mundiales indoor de Doha en marzo pasado. ¿Qué pasará en Daegu? Advierto del axioma que manejan los publicistas de la última década: ”Lo que no sale en televisión, no existe”. En “Marca” no han sacado nada, únicamente los resultados, y en “As” apenas unas líneas. Cuidado, que este camino me lo conozco de otro deporte que amo, el boxeo. De ser el segundo más popular en España, a estar casi en la clandestinidad. Y todavía tiene la suerte, a diferencia del atletismo, que sí es retransmitido en Alemania, Reino Unido, México o Estados Unidos. El rey de los deportes, el nuestro, no puede permitir que la cerrazón o la avaricia de la IAAF acabe con la popularidad del atletismo. Un ejemplo: hace veinte años, nuestro deporte estaba en las tertulias deportivas. La gente conocía a Carl Lewis y Ben Johnson, provocaba discusión y controversia. Hoy día, solo conocen a Bolt porque se salió del mapa en los Juegos de Pekín. Esta no es sino una reflexión escrita de un veterano aficionado del atletismo que no quiere que su deporte preferido quede para una minoría de “locos”.
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