CARLOS ARRIBAS
EL PAÍS.com
Pablo
Torrijos lucha contra un inicio de catarro, la nariz colorada, la capucha del
chándal hasta los ojos entre salto y salto, mientras unos 100 metros más allá,
al otro lado del estadio, en la última recta de los 3.000 metros obstáculos, el
francés Mekhissi, en un gesto insólito, se quita la camiseta, salta con ella de
la mano el último obstáculo, aquel que tanto le duele aún a Víctor García, y
entra fanfarrón, soberbiamente sobrado, el primero, tan superior. Era el gran
favorito. A nadie sorprendió la victoria del mejor obstaculista europeo de la
historia, y menos que a nadie a los dos españoles, Ángel Mullera y Sebastián
Martos, que lucharon hasta la última ría por las medallas con un polaco,
Krystian Zalewski, y otro francés, el rubito Yoann Kowal, que llega del 1.500m
y tiene un final impresionante, y terminaron, respectivamente, cuarto y quinto.
Y
estaban pese a todo tan contentos que pese a todas las historias pasadas
-Martos debió de irse de Londres por la repesca de Mullera, inicialmente
sancionado por el asunto de unos emails en los que pedía información sobre
productos dopantes-, hasta se abrazaron, a instancias del catalán, en la zona
mixta, unidos por el sudor y la indignación. "Lo de Londres me hizo más
fuerte", dijo Martos, que es de Huelma (Jaén), pero se ha subido a
entrenarse a León, fría y húmeda, atraído por el buen ambiente que se respira
en el grupo de José Enrique Villacorta, en el que también está Roberto Alaiz,
caraniño, que correrá los 5.000m, y que se hacen llamar La Ovejas Asesinas
cuando salen de conquista. Pero anoche, noche fría de verdad, fue oveja
asesinada, por el instinto de Mekhissi y por lo que Martos calificó de
"falta de respeto".
La
federación europea de atletismo, más que falta de respeto lo consideró conducta
antirreglamentaria y a petición de la delegación española, que reclamó porque
el dorsal de un atleta debe ser visible en todo momento, lo que no fue el caso,
aplicó el artículo 143.1 y 143.7 del reglamento ("los atletas deben
competir con su uniforme nacional" y "el dorsal debe ser siempre
visible", dicen) y descalificó al francés de la que habría sido su tercer
oro europeo consecutivo. La primera reclamación española había sido rechazada
por el juez árbitro de la prueba quien junto al nombre del estelar Mekhissi
estampó una tarjeta amarilla y el número del artículo del reglamento infringido
(125.5).
"Me
he sentido humillado. Si hago yo eso en un campeonato de Cataluña, donde podría
hacerlo porque puedo ganar fácil, me descalificarían, seguro", dijo
Mullera, quien peleó hasta el final por la medalla. "Mekhissi es un buen
chico y le he saludado y animado en la cámara de llamadas", dijo Martos.
"El problema es que a veces se le cruzan los cables, como cuando se pegó
con su compatriota Baala después de un 1.500 en el mitin de Mónaco o como
cuando se pegó hasta con la mascota de los Europeos de Helsinki". "No
sería una bonita forma de ganar una medalla", añadía Mullera, quien corrió
más conservador, guardando fuerzas para la última vuelta, que con la
descalificación del francés, el único europeo que ha rozado la barrera de los
8m (8m 0,09s es su récord europeo), el único que resiste a los kenianos, acabó
subiendo al podio.
La
descalificación, aparte de suponer la tercera medalla en tres días para el
atletismo español, no impedirá que vuelva a sonar La Marsellesa en el
Letzigrund, pues el título pasa a Kowal, quien superó en la última recta a
Zulewski por lo que en un principio era solo la plata. A Mekhissi se le espera
el viernes, pues está inscrito en el 1.500m.
"Que
lo descalifiquen. El atletismo es un deporte de juego limpio y la falta de
respeto a los 14 rivales no lo es", había dicho antes Martos, quien hizo
una carrera muy valiente, entre los primeros hasta que no pudo más en un final
demasiado explosivo.
Calentado
quizás por el final de los 3.000m obstáculos, Torrijos, en su primera final, y
pese a sus 22 años y el frío, hizo del tercero su mejor salto (16,56m), con lo
que pasó a la mejora como octavo. Tenía el larguirucho de Castellón antes de
comenzar un triple desafío, como los botes de su especialidad: pasar de los 17
metros, batir el récord de España y el diploma. El último ya lo había logrado.
Para los dos primeros necesitaba trepar ante viejas glorias como su admirado
Donato, el portugués Evora y el rumano Oprea, que arrastraban su clase detrás
del inalcanzable francés Compaoré, amigo de Tamgho, al que tanto se echa de
menos, de quien heredó el entrenador y quien con su primer salto magnífico de
17,46m dejó claro quién mandaba. Aunque demostró que sabe competir y superó el
embotamiento y los nervios iniciales, no volvió Torrijos a superar los 16,56m.Principio del formulario
No hay comentarios:
Publicar un comentario