CARLOS ARRIBAS
EL PAÍS.com
Las pronunció antes de la grotesca ceremonia de entrega de
medallas de los 3.000m obstáculos, pero las palabras de Ramón Cid no es que
tuvieran su habitual valor profético, pero sí su claridad descriptiva. "Si
un atleta español hace lo que hizo Mekhissi con la camiseta, no solo aplaudo su
descalificación, sino que le digo que es un tonto el haba y que se merece lo
que le ha pasado. El único error fue que no le sacaran tarjeta roja directa y
que nos tocara a los españoles hacer el papel de malos reclamando en defensa de
nuestros atletas, que se sintieron humillados, porque los jueces deberían haber
actuado de oficio". Quería cerrar así Cid la estúpida polémica, pero aún
le quedaban flecos incontrolables a una historia que surgió la noche del
jueves, se prolongó temprana por la mañana y no murió hasta minutos después de
que sonara la última nota de La Marsellesa en el estadio.
Entra a las 11 de la mañana en la zona mixta Mekhissi como
una estrella de cine, el brillo de los focos televisivos que le persiguen
realzado por la manta de aluminio dorado con la que se cubre como si fuera la
túnica de un emperador, y se encuentra llorando su pena a Bustos, Olmedo y
Mechaal, los tres, eliminados de entrada en los 1.500m, una miseria histórica
para el atletismo español, aunque luego fuera recalificado Bustos. Los ojos de
la estrella desnuda del 3.000 obstáculos están rojos de llanto, y sus palabras
son de tristeza y de rabia. "No he dormido en toda la noche", dijo el
francés de Reims descalificado por quitarse la camiseta antes de tiempo y
correr con ella entre los dientes y saltar así el último obstáculo, como los
perros policía en las exhibiciones. "La descalificación fue una gran
decepción, pues nunca quise humillar a nadie sino solo demostrar mi alegría por
mi tercer título como hacen los futbolistas cuando meten un gol. Y
clasificándome para la final de 1.500m, como lo he hecho, he querido demostrar
que soy un gran campeón". No cuenta la bronca que puertas adentro recibió
de los responsables de su federación, quienes tras acusar a España públicamente
de gran envidiosa por la reclamación, recriminaron privadamente su gesto
estúpidamente feliz a su atleta de oro.
Y su rabia la compartía también Yoann Kowal, su compatriota,
amigo y justamente el heredero de su oro perdido. "No quiero subir a lo
más alto del podio suplantando al campeón", dijo Kowal en caliente, pero
más tarde, después de comer, ya bien reflexionado, subió a lo más alto, acogió
el oro como propio y propició con un gesto de desprecio hacia Ángel Mullera, el
atleta recompensado de rebote con un bronce, que el catalán fuera pitado por el
público, pues Kowal no quiso que Mullera se hiciera la típica foto de los tres
primeros abrazados. Luego rectificó y forzado por la prensa española que le
preguntó si no se iba a disculpar pidió perdón a Mullera por su gesto, pero se
mantuvo en sus 12. "Yo habría sido feliz con la plata detrás de Mekhissi,
el mejor obstaculista europeo de la historia, pero un oro es un oro", dijo
el campeón de Europa. "Sin embargo, su descalificación fue exagerada.
Habría bastado con una tarjeta amarilla, pero creó que Mekhissi pagó por su
historial, por su mala fama. Ahora solo rezo para que gane los 1.500 para poder
compartir juntos la alegría".
Pese a la presencia final de Bustos, el 1.500 español, aquel
granero mítico cuyo trigo crecía inagotable, es ahora un sector triste, que ni
siquiera logró calificar en los Mundiales de Moscú a ningún atleta para
semifinales. "No, no somos lo que fuimos. El último gran destello fue mi
cuarto puesto en el Mundial de Daegu 2011", reconoció Olmedo, quien a los
31 años dio un giro a su vida y a su carrera. Abandonó Soria, la tierra de
Fermín Cacho, donde se entrenaba con Enrique Pascual Oliva, el técnico de Cacho
y Abel Antón, para irse a Palma de Mallorca, donde había encontrado trabajo su
chica y donde podía aprovechar las instalaciones extraordinarias, de cinco
estrellas, construidas por el gobierno balear en Calvià para la gran figura de
las islas, justamente David Bustos, quien, buscando la felicidad personal se
mudó a Cantabria, donde vive su chica. El proceso provocó un cambio de
entrenadores también. Bustos se entrena con José Manuel Abascal y Olmedo, quien
no pierde su cerrado acento sevillano por mucha mudanza que haga, se fue a
entrenar con Johnny Oruriaghli, hasta entonces mentor de Bustos. Y, pese a que
los resultados no fueron buenos, ambos atletas están contentos con sus vidas
personal y profesional. El tercer español eliminado, Adel Mechaal, corrió su
semifinal con una zapatilla a la que le faltaban varios clavos, que se le
despegaron en el calentamiento.
Contra la tristeza, el único antídoto en la mixta fueron los
saltos de alegría de los saltarines de Ruth Beitia y Eusebio Cáceres. La
cántabra, quien envuelta como una cebolla en varias capas de ropa, una toalla,
un chándal, un chubasquero con capucha y una gorra sobre el moño que le obliga
a peinar el pelo empapado, llegó dando palmadas de felicidad y placer. Se había
clasificado muy fácilmente para la final de salto de altura en una competición
de escaso nivel (no estará el terror, Blanka Vlasic y pasaron a la final 10
atletas con 1,89m y cuatro con 1,85m) y no dudó a la hora de proclamar su
confianza de llegar a las medallas en la final del domingo a las 15.16. "Y
ya repetir el oro de hace dos años sería la hosss... la bomba", dijo.
"Aunque no te creas que me gusta el podio que han montado aquí en Zúrich,
que parece sacado de un anuncio de Mediamarket".
Cáceres, por su parte, se clasificó para la final de
longitud, también el domingo, con un salto de 8,05m en una tarde en la que
nadie saltó gran cosa y en la que quedó fuera el campeón del mundo de Moscú,
Alexander Menkov. El saltador alicantino estaba feliz porque lleva una
temporada horrorosa con su cuerpo, con problemas en la espalda que le han
impedido ser regular, pero con su capacidad de botar mágicamente intacta.
"Pensaba que no llegaría, pero llegué", dijo el chaval de Onil.
"Ahora, en la final, iré a muerte. Esperaré que me salga un gran salto y
lo que sea será… Pero será algo bueno".
También disputará una final el domingo (16.08) la
obstaculista Diana Martín, la tapada del equipo español, pues con mucha
discreción está en una magnífica posición para llegar a una medalla. "Solo
pido que sea una carrera rápida", dijo la atleta entrenada por Antonio
Serrano. "Porque en las lentas, sin velocidad, salto fatal los obstáculos.
Los tengo que saltar a caballito…"
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