CORAL AJA
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Ha pasado ya más una semana desde que se clausurara el
Mundial de atletismo en pista cubierta. Una vez asimilado lo vivido allí a
nivel deportivo, con sus “derrotas” y sus victorias, es momento de hacer
balance. Pero no de lo que todos ustedes hayan podido ver a través de la tele,
sino de lo que los que estuvimos allí pudimos vivir y sentir.
No miento si digo que me siento una absoluta privilegiada
por haber podido disfrutar del mejor atletismo desde las gradas y también
metida de lleno en los embrollos de la zona mixta. Aún recuerdo el momento del
primer paseo hasta el estadio, el mágico (aunque odiado por su pista un tanto
fuera de lo normal) Arena Birmingham. Nevaba como nunca antes había visto, con
la misma fuerza con la que muchísimos aficionados y amantes de este deporte
pisábamos para llegar al estadio.
Numerosos voluntarios (¡ay!, benditos voluntarios, qué sería
de estos eventos sin ellos) se disponían a lo largo del camino con manos
gigantes de gomaespuma para indicar la dirección al estadio. Aguantando el
frío, la nieve y sobre todo manteniendo la sonrisa. Entonces llegas. Miras
hacia arriba, abajo, a los lados… Intentas asimilar lo que se te viene encima.
El momento de la acreditación fue de lo más divertido. “Keep
calm and smile, my friend”, era la sonata de aquel lugar. ¿Quién dijo que los
británicos eran unos sosos? Me he reído mucho con el personal que se desplegaba
por los cuatro costados del Mundial. Y me he llevado gratas sorpresas con
ellos. En la entrada general el control era muy riguroso, como luego lo sería
en las distintas zonas del estadio (acceso a zona mixta, tribuna de prensa,
media room, etc). Pero se agradecía, incluso a pesar de que se quedaron con mi
palo selfie y tras el disgusto de la descalificación de Husillos se me olvidó
recogerlo. Cosas del directo.
Una vez pasado el control se produce la magia. Sí, están
leyendo bien. No hablo desde el amor que siento por este deporte. Lo digo de
verdad y con contundencia. No sé qué pudieron llegar a ver desde casa, pero les
aseguro que lo que se vivió dentro del Arena Birmingham fue algo de otro nivel.
La música animada y motivante acompañaba la competición en
los momentos necesarios. Por el contrario, el silencio era absolutamente
sepulcral cuando se iba a dar una salida. Las palmas se daban al unísono cuando
las pedía un saltador y los gritos de asombro cuando se realizaba un buen
registro eran ensordecedores. Todo a lo grande.
Además de las espectaculares presentaciones, donde se le
otorgaba al atleta la importancia que merece (recordemos que sin atletas no hay
atletismo), también había un continuo juego de luces en el estadio que era
maravilloso. ¿Salida nula? El estadio se iluminaba de rojo. ¿Una marca
espectacular o un triunfo? El estadio se bañaba de un popurrí de luces blancas
parpadeantes. Y aunque ese triunfo o esa buena marca no la hubiera realizado
alguien de tu país te emocionabas. Porque te hacían vivir el campeonato con la
piel de gallina constante.
¿Y el podio? ¿Qué me dicen del podio? Sencillamente
EXTRAORDINARIO. No fue necesario hacer uso de “Carros de fuego” (que a mí me
encanta, dicho sea de paso) para emocionar al personal. Un juego de luces,
bengalas y una música poderosa y digna de un ganador de batalla romana. Eso era
el MOMENTAZO. La exaltación del ganador, el minuto más esperado por el atleta.
Lo que han soñado, por lo que han trabajado. Pelos de punta y nudo en la
garganta, una vez más.
El público enmudecía en ese instante, y no es para menos.
Pero también lo daba todo. Sí, literalmente. Me puedo aventurar a decir que no
he visto un público tan entregado. ¿Qué me enfocan con la Dance Cam? Pues me
pongo a bailar y a celebrar el espectáculo que está delante de mis ojos. Qué
manera de disfrutar, de vivir, en definitiva de sentir el deporte, señoras y
señores. Y qué entrega por los colores de su país.
Huelga decir que cuando salía un británico en acción el
público enloquecía por animar a alguien de la “tierruca” (como decimos en
Cantabria), pero también era asombroso cómo podían llegar a alegrarse por tu
alegría. Suena redundante pero es la verdad, esto no es un sueño ni una utopía.
Es la pura realidad y ha ocurrido hace unos días en el festival del atletismo
mundial. Aún recuerdo las felicitaciones de los que nos rodeaban cuando ganó
Husillos y sus “I’m so sorry” cuando se produjo la descalificación.
Hace ya nueve días exactos que abandonamos las jornadas
intensivas en el Arena Birmingham, pero os prometo que todavía se me dibuja una
sonrisa y un escalofrío de emoción recorre mi cuerpo cada vez que me acuerdo de
todo lo vivido allí. Porque esto es atletismo. El que quiero. El que enamora.
El atletismo de verdad.
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