martes, 10 de febrero de 2009

El antidopaje te vigila siempre


CARLOS ARRIBAS

Estos días las grandes estrellas del deporte mundial se han sometido a un diálogo curioso. No hablaban de ganancias, de patrocinios, de la crisis económica que les amenaza, ni siquiera de la gloria que les espera a la vuelta de la esquina, sino de un asunto bastante más de andar por casa.
Estos días las grandes estrellas del deporte mundial se han sometido a un diálogo curioso. No hablaban de ganancias, de patrocinios, de la crisis económica que les amenaza, ni siquiera de la gloria que les espera a la vuelta de la esquina, sino de un asunto bastante más de andar por casa.
"Y me obligan a orinar delante de ellos con los calzoncillos por los tobillos". Andy Murray, escocés, uno de los mejores tenistas del mundo, abre fuego centrando el asunto. "Es patético", continúa Rafa Nadal, el mejor tenista del mundo. "Somos humanos, no delincuentes. Ni mi madre ni mi tío saben muchas veces adónde voy y se lo tengo que decir trimestralmente a esta gente. Esto hay que cambiarlo".
"¿Qué pasaría si un ciclista hablara así?", zanjó Lance Armstrong, que es ciclista, ha ganado siete Tours, tiene 37 años y ha pasado 16 controles antidopaje desde octubre, desde que anunció que volvía al ciclismo profesional. De eso, de controles antidopaje, de las normas que la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) ha extendido a todos los deportes después de un par de años a prueba en ciclismo y atletismo, iba la discusión. De por qué una de las obligaciones de todo deportista de élite es informar a las autoridades de su paradero las 24 horas del día, los 365 días del año, para poder ser controlado por sorpresa.
Más que una cuestión ideólogica es un asunto de memoria histórica. No hay atleta que no recuerde cómo Kenteris y Thanou, los mejores velocistas griegos, las grandes esperanzas de medalla de su país en sus Juegos de Atenas 2004, conocían el oprobio y la destrucción por evadir varios intentos de control por sorpresa. No hay, tampoco, ciclista que no tenga grabada en el cerebro la persecución, caza y caída de Michael Rasmussen, maillot amarillo y vencedor virtual del Tour de 2007, desposeído cuatro días antes de llegar a París cuando se supo que en junio no había estado en México, tal y como había comunicado a las autoridades, sino entrenándose en los Dolomitas, vestido de negro.
Desde entonces, los equipos ciclistas aplican a sus corredores la cláusula Rasmussen, una multa que puede llegar a los 100.000 euros para aquellos que no cumplan con la obligación de comunicar su paradero a las autoridades antidopaje. "En el equipo dan más importancia, incluso, a que rellenemos bien el Adams que al rendimiento que podamos tener en la carretera", dice un compañero de Rasmussen.
Adams (acrónimo de Antidoping Administration and Managing System: sistema de administración y gestión antidopaje) es, en síntesis, un sistema de localización que, basado en Internet, emails, SMS y otros sistemas de comunicación del siglo XXI, y apoyado jurídicamente en el Código Mundial Antidopaje emanado de la AMA, obliga a todos los deportistas de gran nivel no sólo a comunicar su paradero, sino, en novedosa vuelta de tuerca, a permanecer sin moverse en el lugar que elijan durante la hora que elijan entre las 6.00 y las 23.00. Tres faltas no justificadas en un periodo de 18 meses suponen una sanción de entre uno y dos años.
Lo cual, la multa y la presión de los equipos, azuzada por la Unión Ciclista Internacional, que comunica a los directivos cualquier fallo de sus pupilos en el cumplimiento de sus obligaciones informativas, explica por qué la proposición de Armstrong es falsa: ningún ciclista puede, ya, con la memoria, los antecedentes de su deporte, las consecuencias de su rebeldía, criticar el sistema de lucha contra lo que las autoridades políticas han bautizado como la gran lacra del deporte.
Un peligro, quizás exagerado voluntariamente, que justifica la existencia de un organismo privado con un 50% de financiación gubernamental, la AMA, que se ha dotado de un corpus jurídico que sobrevuela por encima, incluso, de las constituciones de las democracias occidentales, según algunos juristas.
Lo que sulfura a los tenistas, los futbolistas y otros críticos silentes y desorientados, lo que era el pan nuestro de cada día de corredores, atletas, esquiadores de fondo y demás practicantes de deportes de sudor y sufrimiento, es la generalización del sistema Adams a todas las federaciones internacionales y, paralelamente, todas las organizaciones antidopaje nacionales.
"Una cosa es estar localizado, que puede ser legal, y otra diferente que se convierta en un deber de presencia, que no es constitucional. Ni para la Constitución española ni para la europea", dice Alberto Palomar, jurista y catedrático que colaboró en la elaboración de la ley que penaliza el dopaje en España. "El Tribunal de Estrasburgo lo echaría para atrás. Un deber de presencia impuesto por una asociación privada y sin paraguas público es una barbaridad que supone una afección a la libertad individual". Cada federación internacional organiza una bolsa de deportistas controlables, que en el caso del tenis incluye a los 50 primeros de los ranking masculino y femenino, en el caso del ciclismo a todos los corredores de los equipos que quieren participar en el Tour y en el caso del atletismo a unos 400 atletas de todo el mundo.
Aparte, cada agencia nacional antidopaje deberá establecer su propia lista, con deportistas repetidos a veces, lo que, a la vez, genera un nuevo problema que afecta a la protección de los datos de los deportistas, o cómo la base de datos creada en el Adams puede saltar fronteras y pasar por federaciones y Gobiernos. En la práctica, su desarrollo en la mayoría de países de Europa, salvo Francia, está paralizado. También en España.
"El decreto que desarrolla los controles ya ha pasado el filtro de la Agencia de Protección de Datos y está a la espera del dictamen del Consejo de Estado", explica Jaime Lissavetzky, que a su cargo de secretario de Estado para el Deporte une el de miembro del comité ejecutivo de la AMA. "Hay que buscar el equilibrio entre la dignidad de los deportistas y la lucha contra el dopaje, pero siempre protegiendo al deportista".

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