miércoles, 3 de junio de 2009
La sirena que llegó del frío
David Llorens Mundo Deportivo.
Minot, en Dakota del Norte, es una ciudad de 36.000 habitantes en medio de la nada, a 80 km. de la frontera canadiense. Durante ocho meses al año sus habitantes tienen una pala en el vestíbulo, que utilizan varias veces al día para evitar que su casa quede sepultada bajo la nieve. Las temperaturas inferiores a 20 bajo cero son frecuentes en enero y febrero. Minot tiene poca historia: hasta hace poco su habitante más ilustre fue Boris Karloff, el actor británico que encarnaba al monstruo de Frankenstein en las películas de los años 30 y que, tras un año establecido allí, huyó por piernas. Pero ahora Minot es el orgulloso hogar de Dagny Knutson, la nueva sensación de la natación mundial.
Knutson, de 17 años, está llamada a ser uno de los nombres más repetidos en el Mundial de Roma que se celebrará en julio. Y no es el quién lo que llama la atención sobre esta emergente figura, sino el cómo ha llegado a la cima de la natación americana: sola, de prestado y gracias a la inquebrantable determinación de unos padres que, desde que tenía 11 años de edad, la han llevado a competir por todo el país a bordo de un desvencijado Ford que ha llegado a acumular 300.000 kilómetros en su castigado motor.
Dagny pertenece a una familia de ascendencia noruega y linaje de deportistas. Su padre fue runningback del equipo de fútbol americano de la Universidad de North Dakota y su madre formaba en el equipo de basket de la Universidad de Louisville. Siempre tuvieron claro que su hija, flexible, incansable y felina en sus movimientos, iba a practicar algún deporte, pero no esperaban que fuera la natación. Comenzó a competir en las piscinas a los nueve años y desde entonces no se ha perdido un solo entrenamiento, aunque no siempre fue fácil conseguir un sitio donde hacerlo.
A los 11 ya estaba claro que era muy buena, pero sus padres no tenían dinero para enviarla a entrenar fuera, así que se buscaron la vida como pudieron. En invierno nadaba enel la piscina cubierta del Minot Swin Club al que pertenece, a menudo sorteando abuelas artríticas y niños haciendo cursillos que compartían el cloro con ella incluso a las seis de la mañana, hora en la que se lanza al agua. En verano nadaba en la piscina descubierta del pueblo y era mucho peor, porque se trata de la zona lúdica de la ciudad por excelencia. Así que finalmente decidió ir a entrenar de noche... en una piscina que no tiene iluminación eléctrica. El problema lo solventaban sus padres, iluminando la piscina con los faros de su coche. Si alguna eventualidad cerraba sus lugares de entrenamiento habituales, Dagny pedía que le dejaran entrenar en la pileta de la cercana base de las Fuerzas Aéreas o en la del centro de Jóvenes Cristianas. En cuanto comenzó a obtener resultados también le abrieron las puertas de la piscina de la Universidad de Minot, que desafortunadamente es de 25 m. de longitud.
Para conocer su verdadero nivel debía competir fuera. Sus padres, convencidos de la calidad y posibilidades de Dagny, siempre estaban dispuestos a acompañarla, incluso a lugares tan lejanos como el estado de Washington, al oeste, llegando a viajar en coche 1.700 kms. en un fin de semana. Y, pese a todos los inconvenientes, la niña ganaba y recortaba sus registros mes tras mes. El auténtico salto de calidad lo dio cuando una ex nadadora local, Kathy Aspaas, se avino a entrenarla por el simbólico precio de 30$ mensuales. Le estableció un programa de entrenamientos de 11 sesiones semanales en las que acumula 60.000 m. de natación. Otro altruista de la ciudad, el preparador físico Jason Blackburn, quiso colaborar con Dagny y le diseñó un método personalizado de entrenamiento en seco, tres noches por semana, en el que reproduce sus movimientos en el agua para fortalecer la muscultatura necesaria. Knutson tenía 13 años, estaba en las manos adecuadas y eclosionó definitivamente.
En los campeonatos escolares arrasó, batiendo varios récords nacionales, entre ellos uno de la legendaria Janet Evans. Y la Federación Estadounidense en pleno se preguntó de dónde demonios había salido aquella cría. Mark Schubert, el director del equipo nacional, viajó a Minot para ver sus métodos de preparación y, tras estudioarlos detenidamente, decidió no cambiar nada. "¿Para qué? Si le funciona así, adelante", dijo. Eso sí, el Comité Olímpico Estadounidense destinó una partida para sufragar sus gastos y que pudiera desplazarse en avión y costearse hoteles, así como retribuir a sus entrenadores como se merecen.
Ahora esta chica de 1,75 m., 64 kgs. y sólo un 12,5% de grasa corporal ya es una realidad palpable. En los Mundiales junior del 2008 ganó cinco oros en cinco pruebas, y en los Panpacíficos junior disputados en Guam este mismo 2009 sumó siete oros y un bronce. Y no sólo vence a rivales de su edad: en el reciente Charlotte Ultraswim en el que reapareció Michael Phelps fue la única nadadora que se impuso en cuatro pruebas individuales, los 200 y 400 libres y 200 y 400 estilos. Hoy está concentrada en el centro de tecnificación de Colorado Springs preparándose para los Campeonatos Nacionales que darán los billetes para el Mundial de Roma, donde muchos auguran que se consagrará definitivamente
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