miércoles, 14 de marzo de 2018

JOSÉ LUIS GONZÁLEZ: "EN ESTADOS UNIDOS ME ABRÍAN LAS PISTAS Y EN ESPAÑA, ME ECHABAN DEL RETIRO"


ALEJANDRO DELMÁS
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El 27 de julio de 1985, a eso de la medianoche y ante 30.000 espectadores en el Bislett Stadium de Oslo, el toledano José Luis González Sánchez (8-12-1957), de Villaluenga de la Sagra, corrió como nunca en su vida y entró segundo detrás del británico Steve Cram, que imponía un nuevo récord mundial de la distancia, en 3:46.32 (hoy sustituido por los 3:43.13 de Hicham El Gerrouj en 1999, en Roma). Esa noche bruja, González detuvo el crono en 3:47.79 y batió en la recta final de Bislett al mismísimo Sebastian Coe, relegado al tercer puesto. El 6 de septiembre de 1987, en Roma, González se proclamaba subcampeón mundial de 1.500 metros al aire libre, cediendo solo ante el somalí Abdi Bile.
Casi 33 años después, la marca de José Luis González en Oslo sigue siendo la plusmarca española de la milla (1.609 metros)… pero ya como el récord más antiguo en la panoplia del atletismo español. El reciente fallecimiento del inglés Roger Bannister, primer hombre que bajó de cuatro minutos en la milla (1954) ha devuelto a la actualidad a González, el mejor millero español de todos los tiempos (“gané el 66% de las pruebas que corrí”, recuerda)… y que conserva en su residencia toledana de Yuncler una cinta con grabaciones de todas las plusmarcas mundiales de la milla: “La milla y su historia siempre me apasionaron; yo siempre supe quién era Bannister y ni sé cuántas veces me he visto las carreras de Herb Elliot, Jazy, Ryun y sobre todo la de John Walker —que era uno de mis ídolos—, cuando Walker bajó de 3:50 (3:49.4, Gotemburgo/1975).
 “Yo pasaba mucho tiempo entrenándome en EE UU (González ganó en 1986 la Milla de la Quinta Avenida, en Nueva York) y prefería irme a Berkeley, donde besaba antes de entrenarme allí la pista de la Universidad de California, que había sido la pista favorita de Jim Ryun, uno de los mejores milleros de todos los tiempos. Y lo hacía por romántico y porque me seducía el halo de campeones como Ryun. Hoy preguntas a las nuevas generaciones quién fue el irlandés Eamonn Coghlan (campeón mundial de 5.000 metros en 1983, tres veces plusmarquista mundial de la milla, bajo techo)… y se creerán que les hablas de un D. J.”, sentencia González, quien concedió esta entrevista exclusiva que ofrecemos en A LA CONTRA.

—¿De dónde salió José Luis González… cómo salió?
- —Al principio, yo era un tirillas, el cabrón que no se entrenaba y que se lesionaba cada dos por tres. Mi padre era el 18 de 19 hermanos. Mi padre trabajó en el campo en varias cosas, labores, con ganado… era muy valiente. Era de Malpartida, provincia de Cáceres, donde las huestes de (Fernández) Vara han tirado el letrero del Polideportivo que allí tenía con mi nombre. No me consideran de allí porque no naci allí… por 22 días.

—¿Sale a su padre, entonces?
—Supongo que salgo a él, aunque él era 20 centímetros más bajo (José Luis González mide 1,81 de altura); mi padre de la Peña de Sierra de Gata y mi abuelo, de Salamanca. Quizá de ahí viniera que incluso en Inglaterra me miraran como un “poco salvaje”, aún no sé bien por qué. Yo era muy fuerte y tenía mucha calidad, pero también tenía espina bífida, lordosis, la L-5 que me pinzaba. Y aunque seas fuerte y tengas bemoles, como yo los tenía… también necesitas una mujer que te complemente.

—Usted era buenísimo en la pista. Pero, fuera de ella, siempre ha ofrecido un poco imagen de chico malo.
—Tenía los bemoles de que yo no daba entrevistas, y a partir de ahí se metían conmigo a nivel personal. El equívoco siempre me encantó, que me hicieran salir como el malo, me gustaba en parte, no me importaba. Quería demostrar a mucha gente que la Prensa se equivocaba y era canallesca. Ese es el tema. Pero…

—Fracasa en los Juegos Olímpicos de 1984, en Los Ángeles, cuando parecía que iba a explotar. Y…
—Primero, vamos a contar la historia completa. Aquí han pasado muchas cosas. Y eso que yo ya no quiero hablar, les tengo miedo a todos los periodistas, un miedo enorme. En este país, entonces, en 1984, hasta el pipí de Butragueño… se analizaba. Pero si yo me lesionaba, no se enteraba ni Dios. Corro en Oslo, dos mítines, siempre encima de Steve Ovett. Me obligan a venir al Campeonato de España, en Barcelona, traigo todas las maletas y me doy con la rodilla en el pretil de las pistas de Serrahima. Con mucho dolor corro la final de 800 y no sé qué tengo. En España estaba todo paralizado, la gente en Benidorm con el botijo: no había fisios. Una época del Cuaternario. Nos hacemos una ecografía, me voy al Madrid y me trata un fisio del Madrid que me dice que tengo una fisura en la rótula. Pero como estaba obligado a competir en Barcelona…

—Vamos allá.
—Me tiro dos semanas parado entre junio y julio, y cuando salgo, salgo a toda hostia, rodando a 2:50 el kilómetro en hierba, me creo unos nódulos en el cuadriceps, tengo que parar y ya sólo me quedan 17 días para los Juegos. Angustia, ansiedad. Nadie me llamaba. Me voy a Estepona con un fisioterapeuta finlandés, Matti Heinisüo en Estepona. Estaban allí Tere Rioné, Sala y Corgos. Recibí sesiones de ondas electromagnéticas, aunque Matti decía: “No da tiempo”, a semana y media de los Juegos. Pero cuando terminamos el ciclo, me probé y hacía los 500 en 1:05 y 1:06. “No estás tan mal”, concluyó Matti.

—Y se va a los Juegos, a L. A.: 1984.
—Me presento en Los Ángeles con muchas dudas y sin competir desde finales de junio. Llegó allí y lo hago mal. Me echan en eliminatorias. Llegué en circunstancias adversas. Después de eso, algunos dijeron que había que quitarme la licencia, sin saber nada de esto: era la Prensa fidedigna y rigurosa de este país, cuando esa Prensa ya sabía hasta de qué color era el pipí de Butragueño. Pero de mi lesión no se enteró ni Dios. A partir de ahí, otros como Abascal (bronce en 1984, en Los Ángeles, en 1.500) pasaron a ser héroes y yo, un villano, y así… toda la vida.

—Empieza una catarsis personal, un cambio de vida, una batalla a última sangre…
—Justo ahí, en el 84 empezaron los ataques de una persona en El País, una persecución bestial, con la aquiescencia del Jefe de Deportes, que se lavó las manos y después, en 1988, en Seúl me llegó a decir: ‘Estás luchando por los demás y no te lo van a agradecer’. En aquella época de los 80, El País era lo que se leía, era la Biblia. Tenía mi hueco en la SER antes de retirarme, y ya no han vuelto a llamarme, nunca jamás, pese a todo mi sacrificio, superándome. Y eso ya no fue casualidad. Si hay una ruleta y pongo 100 personajes de España esa época acierto 80 o 90 de los personajes que salían en el Grupo Prisa. Fue una persona, no el Grupo entero. Yo ya no estaba ahí. Todo fue por una persona contra la que hice una denuncia judicial. No tengo pruebas de que la jueza fuera tocada, pero mi abogada sí lo fue para que todo eso quedara en nada, sobreseído. Tocaron arriba y me gasté 300.000 reales de vellón para conseguir nada. Es pasado, no merece la pena, pero que no me digan que son demócratas.

—De todas formas, ahí queda la cicatriz…
—Cuento lo que ocurrió. Me dijeron cierta vez, no diré quién: ‘Van a por ti’. Este tío me persiguió, ellos tenían embajada en Cataluña, todo el mundo en la profesión lo sabía, pero nadie salió a defenderme jamás ni a decir al tipo: ‘Te estás pasando’. Nadie, claro. Yo era el chico malo. Ahí estalló todo con parte de la Prensa, perduró y hay gente de mi edad que se ha quedado con eso… se extendió a todo el Grupo, a la SER… pero también he ganado tres veces el Premio al Mejor Deportista Español de El Mundo Deportivo, que era el periódico que yo compraba.

—Comprar periódicos sí que ya suena como a otra época, ¿no?
—Cuando yo iba a Barajas… compraba L’Equipe, La Gazzetta dello Sport y El Mundo Deportivo. Ni AS… ni Marca, pero es que la gente de que antes he hablado no pueden aguantar que un tío como yo, que viene del pueblo y tal, les haga un pulso personal. Es… ‘yo soy El País y tú vas a hincarte de rodillas’. Ese tío se portó guarramente y me ha hecho un daño tremendo. Lo de El País ha sido así hasta después de retirado y ahora supongo que ya no volverán a hablar de mí para nada.

—Pasó el disgusto de 1984. Y todo cambia, ¿no es así?
—Es así. Después de Los Ángeles llega un momento en el que me dije: ‘Tengo que montar una infraestructura que no dependa de la Federación”. Monté un localizador en Iberia, yo tenía ya la gestión, y un mánager que era Mostaza, que era un cabeza de queso que venía de Wisconsin y sabía perfectamente inglés… y un fisio contratado. Los que vinieron después se creen que Mostaza estaba inventado… y lo inventé yo.

—La Federación Española… como que no estuvo encantada con su historia.
—Dejé de ir al INEF a entrenarme y negociaba directamente cuando iba a los mítines, a Oslo o Zúrich. En la Federación me decían, ‘esto no puede ser, esto no puede estar en tus manos’, y yo les decía, ‘esto lo voy a manejar yo’, y se creó una nueva fractura, añadido a que el primer tío que cobró 100.000 pesetas en este país fui yo. Y después…250.000, y después, medio millón, y hasta un millón y medio, Claro, no siempre. ‘Ya está aquí la del millón’, le decían a mi mujer en una carnicería. Les tendría que dar vergüenza. A Nadal, que gana mil veces más, no le han hecho eso.

—Ahí cambia el foco de su carrera y la hace girar de lleno sobre EE UU, cuyo sistema ya conocía.
—Así fue. Después de Los Ángeles, yo estaba muy seguro. En Nueva York, me iba de gira…fue un cambio radical, ¿fui un pionero?… Totalmente. En 1981, con 22 años, yo ya iba de gira por EE UU, la gira indoor, y me encuentro a John Walker con un maletín. Pensé: ‘Este lleva un maletín, este es mi tío y este es mi lugar’, y me iba tras él como tras un lazarillo, me agarré del brazo de John Walker, íbamos a competir a Albuquerque, Albuquiqui, a San Francisco, San Diego. Walker me pedía que hiciera el Campeonato Americano indoor y yo accedía.

—La aventura en EE UU de un lebrel toledano de familia extremeña. Las vueltas que da la vida.
—Era lo que yo había soñado toda la vida, sabía que tenía talento, podía ser emprendedor allí y abrir nuevos marcos para mí y para el atletismo. Me trataban de puta madre. En Nueva York me cogía el Hotel Penta, enfrente del Madison… yo lo había visto en las películas y ya sabía lo que era la milla. Me río de las fuerzas centrífugas de las calles esas del Mundial Indoor de Birmingham, te querría ver en Nueva York, ibas al Madison, a la calle 4… y te caías. Era de madera. Gané en Nueva York dos veces, gané la milla…

—Y no solo era eso.
—Luego había otras pruebas en New Jersey, que allí nos bajábamos a entrenar a East Rutherford… y allí vi yo a Drazen Petrovic, un Nets con Miami Heat, que nos regalaron las entradas. Me entrenaba en la pista de 500 metros de los New York Giants. Luego venías aquí y te encontrabas a un tío en el periódico dándote hostias. Allí te encontrabas la pista de 200 de cuerda sin peralte y yo me decía, ‘esto es un paraíso, la dificultad está ahí’. Yo iba allí sin tocar el tartán, con un 500 en la Pista de Aplicación de Toledo por toda preparación, un 500… pero sin tocar el tartán.
—Un paréntesis: ha hablado del Mundial Indoor de Birmingham. ¿Qué tal vio a los españoles?
—He visto cosas muy buenas en este Mundial. En los Mundiales Indoor hemos tenido tradición de ser buenos equipos, de una a tres medallas, una o dos. O sea, que se ha cumplido. Pero hay al menos diez de esos atletas que no han hecho bien la transición al aire libre, ni finalistas. El 90%, diría. Sí la hicimos el que le habla, Natalia Rodríguez, Tomás de Teresa, Manolo Martínez y Ruth Beitia, que es bastante mejor que yo y que ha mantenido al atletismo español durante décadas, así de sencillo. Ahora hemos venido de conseguir cero medallas al aire libre, a dos en pista cubierta. Ni tan malos allí, ni tan buenos ahora. ¿Cuántos grandes va a ganar Jon Rahm en cuatro años? Eso no se puede ni decir.

—¿Puede extenderse algo más sobre todo esto?
—Los que escriben de esto pierden la noción de las cosas y a veces nos damos con verdaderos hooligans. En las carreras en pista, traspasar la línea… no se puede. Llevo corriendo desde juvenil en indoor y siempre, cuando has pisado la raya, te han echado en dos minutos, eso no es descalificación, no es ni siquiera una injusticia. Husillos tiene calidad y es un monstruo: probablemente pueda traspasar esa barrera al aire libre… pero a Turpin, de Granada, también le echaron y de eso no os quejáis. En 800 hay que ganarse la calle: si me tuvieran que descalificar a mí y a Ovett por las hostias que nos hemos dado, habríamos estado descalificados toda la vida.

—Al fin, esas dos medallas…
—Es la media que se ha hecho siempre en indoor. Pero la medida la dará el próximo Mundial de Doha, en Qatar. Africanos ha habido siempre. Conmigo corría un tal Aouita. Me encantó De Arriba, pero faltaron africanos de peso. Estoy por el talento, pero no voy a perder el norte. Los mismos hooligans que se meten con los franceses… ni hablan de quién ha ganado el descenso femenino en los Juegos Olímpicos de Invierno. Diría: ‘Debe de empezar por usted, y usted no lo cuenta’. Se creen que Francia no tiene rugby ni judokas o un buen balonmano, o nadadores como Manaudou… y nos tienen envidia. Es de justicia contar las cosas y contar las cosas verídicas. No me pueden tensar, porque en TVE, cuando comentaba, ya tuve cartas de Odriozola en contra de Gregorio Parra y mía. El mejor americano en el Mundial de Portland es africano y se llama Lagat, plata en Portland. A mí me ganaba Aouita, que era mejor que los cuatro tíos que han ganado allí. ¿Qué cuentan ustedes? Como no se entra a esa historia, van al tema de la pisada, pero es que hay ocho descalificados en total: o sea. Ahí ha estado bien Chapado, el presidente de la Federación Española. Lo aceptas y punto.

—¿Viene de largo?
—Viene de largo y ya no merece la pena. Yo era un tío difícil, como Severiano Ballesteros, con quien me veía en los aeropuertos americanos, pero que era un excepcional ganador. Los atletas de mi época fueron todos vetados. En 1989-91, Odriozola rompió el tema. Ha sido un apartheid, a los de mi época los apartó, encontrarás pocos. Empezó a trabajar y a funcionar con su gente, los demás no existían. Una docena de atletas muy posteriores a mí han encontrado acomodo en diversas instancias oficiales… donde Odriozola les ha metido. Yo soy independiente y me he ido ganando la vida por ahí, unas veces mejor, otras peor. Los demás nos teníamos que ganar la vida como podíamos. He hecho más por el atletismo que todos ellos. No todos tenían mi carácter. Pero nunca les importó ni a los que estaban en el Consejo ni en el Comité Olímpico. A mí, actualmente, hay empresas que andan por ahí y que me han dejado a deber dinero. Ni se me ha preguntado. Lástima que la gente no sepa la verdad.

—En definitiva…
—Antes éramos gente esforzada que tenía su trabajo. Más autosuficiente, gente que sabía incluso entrenarse. Yo diría que chicos más maduros. Ahora hay gente con más estudios, pero tú te levantabas e ibas a trabajar. Cuando iba al trabajo a las nueve de la mañana, te escondías, tenías que enseñar el pelo mojado porque no creían que venías de entrenar. Yo no tenía bebida isotónica ni estiraba… nada. Después, aquí faltan referentes. Coe pudo mirarse en Foster; John Walker, en Bannister. Aquí no se tenía esa ventana. Si no empezamos a cambiar desde abajo…

—¿Quién es el mejor de todos los que ha visto?
—A ver, nos sentamos todos en una mesa camilla. Viene un organizador de mítines, le da un toque a Sebastian Coe en la espalda y le dice: ‘Quiero que corras’. ‘Dime prueba y con quién’, dirá Coe. ‘Dime prueba y con quién’, dirá Saïd Aouita. Queda Steve Ovett… ‘Lo que tú digas, elige la prueba tú’, dirá Ovett. Eso es lo que marca para mí la diferencia. Lo más importante es la victoria, olvídate de las liebres y las marcas. Y Ovett era capaz de ganar en cualquier prueba.

—Usted era muy querido en Inglaterra.
—Athletics Weekly vendía 250.000 ejemplares y hablaba mucho de nosotros. Tenía mis fans, claro, pasaba mucho tiempo allí. Una vez, Hutchins se paró en la meta a aplaudirme. Aquí, en España, cuando voy a comprar a los sitios… aquí soy un bulto sospechoso. ‘Fui corredor de 1.500 pero era muy malo, yo corría con Sebastian Coe’, le digo a los que me preguntan. Pero, ‘¿cómo has podido correr con Coe?’, me dicen. Todos conocen a Coe y ninguno a mí: ni a los españoles. Alucino a colores. No hace falta preguntar quién es el culpable de que te desconozcan, yo no lo soy. A mí no me crea ninguna depresión, yo duermo, y me voy a correr y a jugar al golf… pero es alucinante.

—Usted no es que corriera con los ‘grandes’: les ganaba.
—’Coe te nombra’, me dicen: me hubiera gustado que en vez de nombrarme me saludara, porque no saluda a nadie. Lo veía cuando estaba en TVE. A veces no compartía ni hotel con nosotros. Yo era el que ganaba en la milla a los cuatro grandes, Coe, Cram, Ovett y Aouita. Habíamos ahí dos outsiders que podíamos ganarles, el californiano Steve Scott y yo.

—Y José Luis González tampoco era un mal negociador, o eso dicen.
—Pues sí. Yo era un Negociador o un Mediador, como Denzel Washington. Hice mía una frase de Sydney Maree: ‘No money, no running’. Y también, ‘two thousand, five hundred”. ‘No dinero, no se corre’… y ‘2.500’, 2.500 dólares, que era la tarifa de los milleros buenos de los 80. Una vez, a Antonio Prieto y Oliván los metí en el hotel de Coe, en Rieti: ‘Los españoles no se quedan fuera’, dije. En el año 80, con Pietro Mennea y Sara Simeoni, metimos 80.000 personas en el Estadio Olímpico de Roma, cuando el atletismo era el tercer o cuarto deporte de Italia. En Coblenza iban 30.000.

—Eso de que sólo importa la victoria…
—Es así. Yo me tomaba pintas con Ovett, pero sólo me sentía campeón… cuando ganaba. En Roma, en 1987, cuando el subcampeonato mundial de 1.500 al aire libre, no me sentí campeón porque yo había ido preparado para buscar el titulo. Hubo una semifinal muy dura y en la final, yo estuve luchando con Cram hasta la campana… y en ésas se aprovechó Abdi Bile, que creo que era africano, ¿no? Las victorias son del primero, los demás son puestos agradecidos, complementarios. Por eso, Seve Ballesteros era único, excepcional y no habrá nadie como él. Me preguntaba en esos aeropuertos que ‘cuándo me iba a comer a Aouita’. Nos veía. Pensaba que podía correr un buen 10.000 porque él sabía andar muy rápido. Luego, ganaba el British Open y no salía en la tele, cómo no se iba a a cabrear…

—Esta forma de ser le habrá traído mil problemas a José Luis González.
—Cuando te dejan fuera del sistema… ya no vuelven a llamarte, ni a interesarse por tu vida. Pero, con 21 años, yo iba de Costa a Costa en EE UU, sin saber inglés… y no me perdía un vuelo. En la Universidad de Florida, en los Gators de Gainesville me quisieron fichar los japoneses del Mazda. Solo viajábamos el pertiguista Thierry Vigneron y yo, y luego las rumanas, Iván, Melinte y Puica, ellas y yo entrenábamos en la pista de los Giants. Me ofreció Mazda quedarme en Florida y yo dije que no, y mira que me hicieron ver… que podían pasar muchas cosas en mi país. Yo no iba a contar lo que pensaba de mi país. Llegaron a decir que, si tenía problemas con mi país, que allí estaban ellos. Esto, quiero que se ponga.

—Pero ese carácter…
—Ya. Una vez me metieron en la Serie B en Lausana… y me vine. Portada de Marca: ‘González se ha cerrado las puertas de Europa’. Pero era 1985, y yo había hecho la cuarta milla de todos los tiempos. ‘2.500, no money no running’. Para Ovett, era como una calcomanía que siempre llevaba encima, siempre. Ahí iba, con mi localizador de Iberia, mi mánager y mi fisio, que no era el de la Blume. Y no esperaba tres horas, hasta la madrugada, en la fila de los hoteles. Yo cobraba 100.000 pelas antes de 1985. Y he ganado más fuera del atletismo, con la impronta de la mierda que me habían echado encima. Mi vida ha sido en Madrid. Yo he vivido en Madrid. Yo no tengo carné de nadie, ni del Madrid. Fui de la Quinta del Buitre, estuve dos años allí, cobré un millón y luego ya dijeron que eran cuatro. Ramón Mendoza se portó conmigo como un señor. En cada mitin venía un telegrama del club. Yo doy la mano a todos, pero, ¿cómo se le da la mano a un político? Jamás me han llamado a Castilla La Mancha. De 65 eventos deportivos que espero hacer u organizar este año, ninguno en Castilla La Mancha ni en Toledo. Creo que cae por su peso.

—Sin embargo, y de otra manera, Lord Sebastian Coe ha llegado donde ha llegado…
—Tú sabías que Coe corría: pero no le veías, él iba a su historia, calentaba diferente. Abascal se cabreaba por eso. En Oslo calentábamos en un cementerio. A Molina le daba miedo pasarme en carrera. Y a Silva le daba tanto respeto. Pero he vivido cosas excepcionales, como cuando un mito como Marty Liquori retransmitía la milla por la NBC. Aouita me perseguía a todas partes. Saïd decía: ‘Donde hay González, hay dinero’. Luego ponía la pierna en el dintel de una puerta, algo que yo no podía soñar. Era un monstruo. Pero Scott y yo eramos los únicos capaces de ganar a los monstruos. Y aún venían los otros: Walker, Wessinghage, Coghlan, O’Sullivan… los de hoy nunca les hubieran ganado.

—¿Qué le queda, en fin?
—Con esto que estamos hablando sé que no voy conseguir nada. Pero mire, un día, estirando en la hierba de El Retiro, cuando yo me creía como un dios Vulcano… vino un guarda de El Retiro y me echó de la hierba, como un General de Brigada. Y mí me han abierto un college en New Jersey, yo con Morceli, dando las luces a él y a mí, sólo para entrenar, cuando me decían los empresarios… ‘Mr. González, tiene el dinero en el banco tal, frente al Waldorf Astoria’. Dos veces he sido la cuarta marca mundial de la milla y nadie sabe nada. Primero, no saben ni qué es la milla. ¿Saben lo que es una milla? La milla en los colleges es impresionante. Ahora voy a una carrera y eres sólo un bulto sospechoso. De 54 llamadas que llegué a tener al día, cuando me retiré, pasé a tener… una.

—Y, ¿qué pide, entonces?
—Que los atletas, cuando les ponen la alcachofa al final de la carrera, no se dejen ‘hacer de menos’. Están haciéndoles de menos y ellos se dejan querer. ‘Estos chicos que corren’, es lo que vienen a transmitirles. Yo era un millero. He sido lo que he querido ser. Era la prueba reina, yo la hacía y si vuelvo a nacer quiero ser millero. Si me pones el cheque mayor, no lo quiero. Me enaltece mi ego. Los de 100 y los de 1500 eran los que más se pagaban, como Carl Lewis que era como Dios o Calvin Smith, que se llevaba fantástico conmigo. Nunca me he sentido de menos con un tipo del fútbol, del golf o del tenis. He coincidido con el Real Madrid en el Teresa Herrera o en otros hoteles. Cuando estábamos en los mismos hoteles del Madrid, era Camacho el que venía a preguntarnos a nosotros: de tú a tú.

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