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María Vasco (Viladecans, 1975) tocó el cielo en Sidney 2000.
Aquella medalla de bronce, la primera y la última por ahora para una atleta
española, significó un antes y un después en su vida y también en la de muchas
mujeres que la vieron a partir de entonces como un ejemplo a seguir.
Inconformista y pasional, su genio le impidió acomodarse. Exigió un cambio en
el estamento federativo y luchó por reeditar el sueño olímpico, del que la
separó un suspiro en Pekín 2008. Ahora, 27 años después de iniciarse en la
marcha, dice adiós sin saber exactamente qué rumbo seguirán sus pies.
—¿Imposible no llorar?
—Imposible. Estos días, mientras escribía la carta que
quería leer, ya estaba llorando. Me he pasado varios días sin poder dormir,
inquieta, porque en esa rueda de prensa iba a hablar de la que ha sido la etapa
más importante de mi vida, pero iba a hacerlo también de mis padres, de mi
familia… Las lágrimas han sido inevitables. Al principio no sabes por donde vas
a salir, pero ha sido un día muy especial.
—¿En qué se nota que uno tiene dar un paso definitivo a un
lado?
—Poco tiempo después de fallecer mi madre, hubo un día que
fui a entrenar. Recuerdo que a la mitad de la sesión, me paré y me pregunté qué
hacía allí. Creo que cuando te haces esa pregunta es que ya no hay que seguir.
Había perdido la motivación y necesitaba colgar ya las zapatillas. Han sido 20
años en la elite mundial y eso es mucho, no sólo para el cuerpo, sino también
para la mente. Sentí que había otras cosas que me motivaban más…
—¿Como qué?
—Siempre me ha gustado la belleza, la moda y el deporte y estaría
encantada de encontrar algún sitio en el que pudiera fusionarlo todo. Quiero
enseñar a los niños a practicar la marcha. Hacer deporte sin que sea
profesional. Hacer un maratón, un duatlón… No paro, no. A nivel laboral sé que
son tiempos muy difíciles, pero tengo que labrarme otro camino y estoy abierta
a todo lo que me venga. Hace muchos años me enamoré de la marcha y ahora mismo
lo que quiero es encontrar otra pasión.
—Usted siempre ha sido una deportista diferente. Vital,
sincera, moderna… ¿Se ha sentido un ejemplo para otros?
—Ejemplo no lo sé. Pero sí que he intentado ser siempre yo
misma. Me he sentido muy femenina, porque me cuido mucho y porque ante todo soy
mujer a más no poder. Por ese tipo de cosas a lo mejor se me ha mirado mal en
algún campeonato, pero me ha dado igual. También soy una mujer de armas tomar y
a veces me ha hecho daño ser tan sincera. ¡Qué le voy a hacer! Soy así,
emotiva. Sincera. Lo que hago, lo hago con corazón. Con pasión.
—¿Cree que esa sinceridad y sus críticas a la Federación le
han impedido lograr mejores resultados en el último tramo de su carrera?
—Yo lo que dije lo mantengo. Creo que tendría que cambiar el
presidente que hay e introducir otro sistema. El que lleva él no es el
correcto. Son muchos años ya con la misma gente y hace falta ideas nuevas y
renovar. Al igual que pasa con los atletas, que llegan y se van, con los
directivos debe pasar lo mismo.
—¿Parece increíble que desde que usted se subió al podio en
Sydney 2000, ninguna atleta más haya logrado ese honor?
—Pues ahí se da uno cuenta de lo difícil que es conseguir la
medalla. Todos los deportistas preparamos los Juegos a conciencia. Muchísimo.
Ruth Beitia estuvo cerca en Londres, pero creo que el hecho de ninguna mujer
más lo haya conseguido aún le da más valor. Los Juegos Olímpicos son el sueño
de todo deportista. Yo puedo decir que tengo una medalla olímpica y que he
hecho historia en mi país. Así que, por una parte, me encanta que de momento
sea la única, para que se den cuenta de lo complicado que es.
—¿Entre sus nuevas metas está intentar que alguna más lo
consiga?
—Uffff (resopla). Queda muy lejos. Es que las chicas que
entreno ahora mismo son niñas. Me recuerdan a mí hace 27 años, porque parece
que lo llevan en la sangre. Lo disfrutan. Claro que me gustaría. La marcha ha
sido mi vida y va a seguir estando presente en mi día a día.
María Vasco: «Sé que me ha hecho daño ser tan sincera»
—¿Con qué momento se queda de su carrera?
—Hay muchos y me cuesta pensar sólo en uno, pero al margen
de los Juegos de Sydney, la competición que disfruté y que tenía claro que me
iba a llevar una medalla, fue el Mundial de Osaka 2007. Era una medalla que
tenía que ir con dedicatoria especial y llevo ese campeonato en el corazón.
—¿Y después de 27 años en el atletismo… ahora que?
—Pues seguiré con mi mente en 20 sitios diferentes. Soy un
culo inquieto. Hasta hace nada no sabía cuando me iba a retirar, y ahora estoy
como otros muchos en esta sociedad. Lo sé y no es fácil. Me tienen que ofrecer
cosas y abrirme las puertas. Mi currículo deportivo es muy grande, pero el
laboral no, así que toca llamar a las puertas. No va a ser una etapa fácil.
Tengo que ser fuerte y luchar como he hecho hasta ahora.
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