DIEGO TORRES
El País.com
Desde los ventanales de la piscina del CAR de Sierra Nevada
se ve la pista de atletismo y el cielo limpio y despejado de finales de mayo.
Fuera hace fresquito, dentro casi cuesta respirar. Federica Pellegrini (Mirano,
Italia, 27 años) ya lleva media hora nadando con una cinta atada a los pies y
un pequeño flotador entre las piernas. “Es una forma para mejorar el equilibrio
y para hacer trabajar más los músculos de la parte superior del cuerpo”, dice
Matteo Giunta, su entrenador. Cuando se sienta a charlar, Pellegrini tiene
todavía la marca de las gafas en la cara. Se va relajando poco a poco y cuando
ya se siente a gusto se le ve sonriente y serena, muy lejos de la imagen que
suele transmitir de arisca, diva y distante. Dos veces campeona del mundo de
200 y 400 –suyo sigue siendo el récord mundial de los 200-, lleva 12 años en la
elite y sólo tiene 27 años. Quiere llegar a los Juegos de Rio y conseguir una
medalla en Kazán. En los cinco Mundiales que ha disputado hasta ahora, nunca se
ha bajado del podio.
Pregunta. ¿Qué es lo primero que piensa cuando se despierta?
Respuesta. En el entrenamiento.
P. ¿Y cuándo está de descanso?
R. Soy tan cadáver que no tengo fuerzas ni para levantarme…
P. ¿Tiene pesadillas?
R. Sí, un montón, y más cuando se acercan las carreras.
Sueño que me caigo del poyete o que se me rompe el bañador.
P. ¿Qué recuerda de la infancia?
R. Que empecé a nadar con 4-5 años… Sólo dejé de hacerlo
durante un año, con siete.
P. ¿Por qué paró?
R. Me dio por probar algo diferente, me apunté a gimnasia
artística. Pero me di cuenta de que no era para mí.
P. ¿De dónde viene su pasión por la natación?
R. De lo bien que me hace sentir el agua.
P. ¿La frase que más le repite su madre?
R. ¡No se te olvide que tienes un objetivo! Como siempre la
llamo cuando estoy muy cansada diciéndole ‘mamá no puedo más, qué hago’. Me
repite contantemente lo mismo: “tienes un objetivo”.
P. Su padre contaba que comía spaghetti en el coche que la
llevaba del colegio a la piscina…
R. Sí porque terminaba clase a la una y el entrenamiento
empezaba a las 14.30. En la media hora de trayecto entre el colegio y la
piscina tocaba comer. Había de todo en ese coche, spaghetti, termos con bebida,
virutas de parmesano…
P. ¿Qué más sacrificios ha hecho?
R. Tres veces por semana tenía que entrenarme antes de ir al
colegio… A las 5.30 de la mañana ya estaba en el agua y por la tarde volvía de
nuevo. Quizás a esa edad eso no tiene mucho sentido, creo que era más
traumático que beneficioso. Pero me sirvió para hacerme más fuerte. Mi madre se
despertaba a las 5 para prepararme el desayuno y dejarme dormir 10 minutos más
y luego me acompañaba en coche. Me pesaba entrenarme sola, por eso lo viví mal.
P. ¿Qué le ha dado la natación?
R. El amor más grande de mi vida porque el agua es mi
ambiente natural. Me gusta estar en el agua, me gusta entrenarme, me gusta la
fatiga. Los nadadores somos masoquistas: nos entrenamos duro durante un año
para cuatro minutos, como mucho, de carrera. Es un fuego que tienes dentro.
P. ¿Qué hace cuando no tiene ganas de entrenarse?
R. Llamo a mi madre para que me recuerde que tengo un
objetivo…
P. ¿Es el sargento de la familia?
R. En estas cosas sí. Y mire que mi padre fue paracaidista
de la Folgore
[la brigada paracaidista del Ejército Italiano] me inculcó la disciplina desde
pequeña, pero con el pasar de los años él se ha vuelto más dulce y mi madre se
ha vuelto de hierro.
P. ¿Hay algo de usted que cambiaría?
R. Físicamente he superado el delirio típico de la
adolescencia en el que lo cambiarías todo… Lo único que sigo queriendo cambiar
es la espalda de nadadora, sé que es mi trabajo, pero cuando sales con gente
que no es deportista ves la diferencia física que hay y eso no te hace sentir
del todo cómoda.
P. ¿Qué queda de aquella chica sonriente y despreocupada que
hizo enamorar a todos en los Juegos de Atenas?
R. He crecido y he ablandado algunos aspectos de mi
carácter. Por lo demás soy la
Federica de siempre. Sigo sintiéndome como Alicia en El País
de las Maravillas.
P. ¿Qué aspectos de su carácter tuvo que cambiar?
R. Era muy rígida, tímida e introvertida. Me costaba mucho
abrirme. Ahora me cuesta un poco menos.
P. ¿Dónde sigue encontrando motivaciones?
R. He subido al podio en todos los Mundiales que he
disputado y quiero hacer lo mismo en Kazán. Después de los Juegos de Rio casi
seguramente lo dejaré y viviré mi vida lejos de la natación. Me gustaría en
este año y medio mantener el nivel que he tenido hasta ahora.
P. ¿Conseguirá alejarse de la natación? Lo han intentado
Michael Phelps, Ian Thorpe y Grant Hackett y no han podido.
R. Eso deja claro que lo que te empuja a nadar es pura
pasión y no el dinero porque no hay dinero que pague nuestro sufrimiento físico
en los entrenamientos.
P. Después de Londres su idea era tomarse un descanso.
R. Y lo hice, durante un año sólo me entrené una vez al día
y además nadando sólo espalda. Luego llegué a Barcelona y el día antes de los
200 libre mi entrenador me dijo: vamos a nadarlos. ¡Pero cómo si no he dado una
brazada en todo el año!, le dije. Fue tan bien que gané la plata…
P. ¿Ese año y medio sabático le ha regenerado o sentía que
tenía que hacer más?
R. Me regeneró, nunca lo había necesitado tanto. En los
Juegos de Londres había llegado a un punto en que todo lo que hacía en los
entrenamientos no me daba respuestas en las carreras. Mi físico estaba tan
acostumbrado a entrenarse que ya no respondía. Me estanqué, llegué a un punto
de no retorno. Necesitaba parar.
P. ¿Qué le da estabilidad?
R. Mi familia, Filippo [Magnini, su novio] y la relación con
mi entrenador.
P. ¿Qué le toca las narices?
R. Los cambios de planes. No los soporto, soy una maniaca
del control y todo lo que sea salirse del guion me saca de quicio. A veces
Matteo [Giunta] me vacila y me dice que me ha cambiado el horario o el día del
gimnasio y pierdo los papeles. Necesito saber las cosas con antelación y
tenerlas planeadas.
P. En 2013 empezó a entrenarse también fuera de la piscina.
¿Qué tipo de trabajo hace?
R. He corrido en pista, series de 400. Paso también dos
horas al día en el gimnasio. Para nadar los 200 se ha hecho imprescindible el
gimnasio, hay que estar muy fuerte. Hago pesas, ejercicios de resistencia y de
fortalecimiento del core [la parte superior baja y superior del abdomen, los
músculos oblicuos y los de la espalda baja], cuerpo libre, tracciones.
P. ¿Quién le ha enseñado más?
R. Alberto Castagnetti [el técnico con el que ganó el oro
olímpico y el doblete mundial 200 y 400]. Me rescató en el peor momento de mi
vida, en 2007 cuando tuve un problema muy grave en la espalda por el que me era
imposible levantar el hombro. Me ha enseñado todo lo que sé ahora.
P. ¿Le han pesado las responsabilidades?
R. No lo vivo bien, pero te acostumbras a eso y a la
presión, a saber que sólo vale ganar y que del segundo puesto para bajo es como
perder. En Italia he sufrido bastante. La presión es insoportable, no te
conceden ni medio segundo, fallas una carrera que ni siquiera has preparado y
no te dan tregua. En Estados Unidos Phelps llega el 40º y no dicen nada.
P. ¿La natación le vacía más a nivel físico, mental o
emocional?
R. A mí no me vacía; es más, si sé que lo he dado todo
durante el año me da mucha seguridad.
P. Desde fuera se le ve extremadamente segura. ¿Tiene algún
punto débil?
R. Uf. Cambio de humor cada dos por tres y antes de las
carreras aún más. El día antes puedo estar riendo o llorando cada 30 segundos.
No es inseguridad, es mi carácter.
P. ¿Cómo descarga la tensión?
R. No la descargo, la utilizo para tener más adrenalina y
astucia.
P. ¿El momento más feliz?
R. Pekín 2008 y Roma 2009.
P. ¿La paliza más grande?
R. La carrera que más me ha hecho sufrir es la de Londres
pero no por el hecho de no haber ganado sino por no estar preparada. Me subí al
poyete intentando resetear, me decía que todo estaba bien y que sólo eran
sensaciones y que en cuanto me tirara al agua todo iría bien. Pero sabía que no
estaba bien. No llegué en forma.
P. ¿El cumplido más bonito que le han hecho?
R. Divina. Es el premio a años de sacrificios.
P. ¿Quién le ha hecho trabajar más?
R. Alberto Castagnetti, por intensidad, calidad y
kilómetros. Aunque con el que más kilómetros he hecho es con Philippe Lucas,
pero también porque él se centraba en los 400.
P. ¿Se hacía vida monacal con él?
R. Con sus ritmos de entrenamientos era imposible incluso ir
a dar una vuelta el sábado o el domingo. Es un entrenador formidable pero para
mí fue difícil seguir con él porque su preparación estaba enfocada en los 400 y
distancias superiores y mi carrera son los 200. Por eso cambié de entrenador.
P. ¿Ha descubierto a qué se debían esas crisis de pánico que
tenía antes de los 400?
R. Era algo mental. Nunca me han gustado demasiado los 400,
los nadaba porque me venía bien para los 200. Quizás era una forma de rebelión.
P. ¿Cómo salió?
R. Empecé con las crisis en diciembre de 2008 [llegó a
saltarse carreras] y en julio había Mundiales en Roma. Había que trabajar
rápidamente para solucionarlo. El trabajo con el mental coach me sirvió para
entender que aunque yo estaba mal físicamente el problema era mental. Me ayudó
a aislar la parte mental del problema y a partir de ahí ya no sufrí
físicamente.
P. En Barcelona consiguió la plata con 1.55.14. ¿Con qué
tiempos calcula que se ganará una medalla en Kazán?
R. 1.54 alto.
P. ¿Las rivales más temibles?
R. Sarah Sjöström, Missy Franklin y Katie Ledecky. También
Katinka Hosszu.
P. ¿La nadadora que más ha admirado?
R. Franziska van Almsick, me fijaba en ella cuando empecé.
P. ¿La rival con más clase y talento?
R. Laure Manadou.
P. ¿Cómo se ve dentro de diez años?
R. Espero ser una madre feliz con una familia bonita.
P. ¿Cómo compagina los desfiles y los anuncios con la vida
deportiva?
R. Son compromisos que tengo con mis patrocinadores. Cuando
firmo los contratos suelo exigir acudir a los actos sólo en los días en los que
no tengo entrenamiento. Yo nunca le he quitado espacio a la natación. Tengo la
suerte de tener muchos patrocinadores, pero mis compromisos no son más de uno
al mes.
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