El Mundo.es
Las preguntas son vallas sobre las que se desliza con
delicadeza. !Zas!, las quejas de los atletas españoles sobre su
nacionalización; ¡zas!, su opinión sobre la apertura de su país, Cuba. Sabe que
si tropieza con una, si un titular acaba en Cubadebate o, peor, en Granma, su
participación en los Juegos de Río estará en peligro. «Nunca he sido muy hablador,
fuera de casa me cuesta abrirme», justifica el vallista Orlando Ortega
(Artemisa, Cuba, 1991) a EL MUNDO y aún entre dudas: según el Comité Olímpico
Internacional (que se basa en su última competición como cubano) en agosto ya
habrá cumplido los tres años de parón entre país y país, pero según la Federación Internacional
(que se basa en la fecha de su permiso de residencia) no lo hará hasta
noviembre. La normativa olímpica prevalece pero, si en los próximos meses hay
reclamación de la
Federación Cubana, el asunto acabará en los tribunales.
Concréteme: ¿Qué posibilidades tiene de estar en Río?
Un 80% de posibilidades, porque no está confirmado del todo,
pero estoy muy tranquilo, tengo confianza. Para cualquier atleta los Juegos son
lo máximo, la culminación de muchos años de esfuerzo.
Con la escasez que vive el atletismo español, que cuenta
sólo con Miguel Ángel López y Ruth Beitia como únicas opciones de medalla, si
usted no compite sería un desastre.
Eso yo no lo sé. Tampoco me presiono con la medalla. Mi objetivo
será meterme en la final y luego ya veremos: en los 110 metros vallas un
error de un centímetro te hace tropezar y pasar de primero a quinto. Sé que hay
gente que confía en mí porque logré la mejor marca mundial del año pasado
(12.94 segundos), pero eso no me garantiza nada.
El viernes, en su estreno como español, marcó 13.12 y batió
el récord nacional que tenía Jackson Quiñónez desde 2007 (13.33). ¿Dónde
pondría su tope?
No me veo límites. De hecho, el récord del mundo no me
parece imposible (12.80 segundos, Aries Merritt en 2012). Año a año espero
rebajar mi marca y, la verdad, tengo la plusmarca entre ceja y ceja.
Entiendo que esa gran ambición nació en los tres años que
tuvo que pasar sin competir.
Sí, fue jodido. Intenté no frustrarme, centrarme en
entrenar, pero me costó. A nivel físico, sin la competición, me faltaba algo y
a nivel psicológico, sin poderme medir a mis rivales, perdí referencias. Tener
que seguir el Mundial del año pasado por la tele fue lo peor.
¿Por qué se quedó en España?
Porque ya conocía el país. Desde 2011 me había concentrado
con mi selección varias veces en Guadalajara y, después del Mundial de 2013, me
quedé sin pensarlo dos veces.
Ya no me sentía bien en Cuba, no estaba cómodo con la Federación de allí
[quiso cambiarle de entrenador], quería labrarme un futuro.
Acláreme: ¿España le buscó o usted buscó a España?
Fue recíproco: yo quise nacionalizarme y el Gobierno quiso
nacionalizarme. Cuando decidí quedarme en España dudaba bastante sobre cómo
iría el proceso, pero pronto se me fueron abriendo puertas y todo acabó siendo
excelente, muy rápido.
Hace unos meses varios atletas españoles se quejaron de su
llegada.
Fue un malentendido. He hablado con varios de esos
vallistas, he hecho amistad con algunos de ellos y ya no hay ningún problema.
No va más allá ni más acá. Todos estamos aquí para trabajar.
Pero explíquenos el truco: ¿por qué salen tantos vallistas
de primer nivel de Cuba?
Allí hay muchos referentes, como Dayron Robles, que fue mi
ídolo y ahora es mi amigo, hay muy buenos instructores y hay muchos jóvenes con
ganas. Aquí no sé qué falta, la verdad. Eso es trabajo de los dirigentes, yo
sólo debo correr.
¿Cómo era su vida en Cuba?
De buen estudiante; siempre fui un chico de casa. Ahora
extraño a mi gente, a mis familiares, pero sé que tarde o temprano podré
reunirme con mi madre [que reside en Estados Unidos, su padre vive con él en
Madrid] e incluso volver allí.
Los Rolling Stones, Chanel, Fast & Furious... La
apertura de su país es muy televisiva, pero, ¿cómo lo está viviendo la
población?
Con ilusión, creo. Cualquier cambio que se viva en Cuba es
bueno. Espero que sigan cambiando muchas cosas en el país.
De joven, además de atletismo, practicó boxeo y taekwondo.
¿Continúa entrenando en alguna disciplina fuera del tartán?
No, eso quedó atrás hace muchos años. Ahora no sabría qué
hacer, no llegaría a dar una patada en la cara, eso seguro. Mi abuela fue
atleta, también mi padre y a los 12 años, cuando ya empecé a centrarme en los
entrenamientos, no pude seguir con los otros deportes.
Pero el fútbol, su afición por el Real Madrid, que no se la
toquen.
Eso, eso. En los últimos meses, gracias a Dios, he podido ir
varias veces al Bernabéu y para mí es un disfrute. Soy del Real Madrid desde
que tengo uso de razón y lo seré hasta que me muera.