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“Como
dice Alcaraz, el mejor tenista del mundo, ‘cabeza, corazón y cojones’. Voy con
todo a la final, con una rabia que no he tenido nunca”, avisaba Katir. Mo
afrontaba la final de 5.000 en Budapest con la espina clavada de su eliminación
en las semifinales del 1.500. Eso le había sacado de su espacio de confort
mental. Esa mente del atleta de Mula que, en tierras de su creador, funciona a
veces como un ‘Cubo de Rubik’, ese rompecabezas tridimensional que se puede
resolver con práctica, paciencia, insistencia... o mediante la lógica con un
algoritmo metódico de movimientos.
El
poeta de la pista, ese talentoso verso libre de 25 años al que su timidez y
volcánicas reacciones le juegan a veces malas pasadas, confiaba en su trabajo
concienzudo previo bajo las directrices de entrenamiento del gurú Gabi Lorente.
Frente a él muchos duros adversarios peligrosos llegados desde todos los puntos
del planeta: desde los africanos con los los etíopes Kejelcha, Aregawi y
Gebrhiwet o el keniano Krop al frente; los americanos Chelimo, Grijalva o
Ahmed; los europeos Ingebrigtsen, Nordás o Gressier; o el australiano McSweyn.
Además de un compatriota, Ouassim Oumaiz.
Muchas
dudas previas de cómo sería la carrera. ¿Lo mejor? Esperar a que sonara el
disparo. Y salió lenta. 1:06.2 el primer 400.Cuando parecía que el letargo
dejaría pasar un par de kilómetros salió como un resorte el keniano Ishmael
Rokkito Kipkurui (18 años). Pasó el primer kilómetro en 2:46.56... seis
segundos por delante del grupo. Sorpresa en sus rivales, pero el ritmo se
avivó. No le podían dejar irse completamente porque es un octavo clasificado en
una cita de la Diamond, en Oslo. El segundo mil lo cubrió en 5:35.44. Los
etíopes, salvo Kejelcha, se encargaban de ir enjugando la renta. Y justo en el
ecuador de la carrera fue cazado. Vuelta a empezar. Ingebrigtsen y su sombre
Katir seguían atrás.
El
tercer kilómetro se cubría en 8:13. Cinco vueltas por delante. El ogro no se
inmutaba, los lobos le rodeaban. Katir avanzaba posiciones y Oumaiz empezaba a
sufrir. Aregawi seguía al frente al ritmo que le interesaba. Calma tensa. La
tormenta se acercaba, se oía el rumor de los truenos, pero no se sabía por
dónde descargaría. 800 metros para el final, dos vueltas, expectación. Nueve
atletas para tres medallas.
Toque
de campana. Ingebrigtsen avanza, Katir también. El español lanza un ataque
larguísimo a 250 metros de meta. Sólo Jakob le sigue. Aprieta los dientes,
tensa cada músculo de su cuerpo para intentar aguantar la llegada del ogro que
se acerca irremediablemente. Se pone a la par. Y le pasa a escasos diez metros.
Fantástica plata para Katir con 13:11.44. 13:11.30 marca el tiempo al lado del
nombre de Jakob. El campeón del mundo... que no saludó siquiera al español. Ser
oro no le va a enseñar educación a estas alturas. Ya tiene muchas medallas. De
lo otro, menos.
Katir,
que vive y entrena en Sierra Nevada, es un prodigio del mediofondo. En 2022
brilló de manera superlativa en resultados y tiempos. Bronce en los Mundiales
de Eugene (1.500) y plata en el Europeo de Múnich (5.000). Récordman europeo de
5.000 al aire libre y de 3.000 en pista cubierta; nacional de 1.500, 3.000
(indoor) y 5.000; oro en los Juegos Europeos, victorias en la Diamond League...
y ahora subcampeón mundial de 5.000. El 29º español con medalla en la historia
de estos campeonatos, el quinto que suma en Budapest 2023 y el primero en el
estadio. Oumaiz fue 16º con 13:31.99. El bronce se lo llevó el keniano Krop.
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