EL MUNDO.es
El
día grande de España en el Mundial de natación recién finalizado fue el
viernes. La selección, en la final del waterpolo femenino, y Hugo González, en
la final de los 200 espalda. ¿Cómo perdérselo? Al parecer, de cualquiera
manera.
La
derrota ante Países Bajos del equipo de Miki Oca apenas acumuló 40.000
espectadores en La 2, menos que las repeticiones de ¿Quién vive ahí? en La
Sexta y de la serie Hindt en Cuatro. Y el séptimo puesto de González se quedó
en 79.000 seguidores, muy por detrás de la audiencia del Tour femenino, de un
Inglaterra-Dinamarca del Mundial de fútbol femenino y del arranque del
Campeonato de España de atletismo.
Todo
lo que ocurre en el agua no interesa en España y tiene lógica: faltan medallas,
referentes, tradición e instalaciones. Pero... ¿Por qué pasa lo mismo en los
países que dominan la natación? En el Mundial de Fukuoka, la World Swimming se
ha topado con el desinterés del mundo. Un problema de difícil solución.
Todo
empezó antes del comienzo del campeonato. La BBC decidió no pagar los derechos
de retransmisión en directo del Mundial y se quedó con unos resúmenes que
emitió por las tardes. Fue paradigmático. La cadena pública británica suele
volcarse con el olimpismo y llevaba desde 1991 mostrando el Mundial en vivo. Su
ausencia era una muestra del declive, pero al arrancar la competición hubo más
pruebas.
La
NBC estadounidense, la televisión más importante en el universo olímpico,
sufrió unos números horrorosos. En la mayoría de sesiones del Mundial no llegó
a reunir a 200.000 espectadores, la cifra mínima para que se registre la
audiencia televisiva en EEUU. La natación, un deporte universitario allí, nunca
ha tenido el seguimiento del fútbol americano, el béisbol, el baloncesto, el
motor, el golf, el tenis o el fútbol, pero es extraño que esté por detrás de la
recién creada liga estadounidense de rugby o del Westminster Dog Show, un
concurso canino que se celebra en Flushing Meadows y cuya última edición ganó
un monísimo Basset Grifón vandeano.
Los
motivos son muchos. El horario de Fukuoka perjudicó a los aficionados de
Estados Unidos -las finales eran a las ocho de la mañana- y estorbó a los
seguidores europeos, pero no fue lo único. Desde la retirada de Michael Phelps
en 2016, la natación está en busca de un referente y los candidatos a serlo,
como Caeleb Dressel, andan perdidos entre problemas. Los éxitos de Katie
Ledecky fueron el único incentivo para la audiencia yanqui mientras los
británicos celebraron la irrupción de Matt Richards.
El
Mundial sólo tuvo tirón en Australia, que disfrutó de las finales en prime time
y sumó hasta 13 oros, el mejor campeonato de su historia. Ni en Francia, con el
ascenso de Leon Marchand, la natación superó los 100.000 espectadores,
arrinconada en France 4, un canal de France Télévisions donde suelen emitirse
dibujos.
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