El País.com
Cuando
Noah Lyles, justo 9,83s después de haber salido, y sin viento, 0,0 en el
anemómetro, completó los 100m de la final del Mundial de Budapest, aún no
habían estallado los fuegos artificiales que festejarían el 20 de agosto, la
fiesta nacional húngara, en los puentes de Budapest sobre el Danubio. Su
celebración, su alegría casi infantil al convertirse en el rey de la velocidad
mundial, los suplió en un estadio sudoroso y excitado. Es la nueva cara de la
velocidad, ni crispada ni trascendente, solo alegre. Pero el deseo de
trascender le guía. Lyles, de 26 años, estadounidense de la cálida y húmeda
Gainesville, en Florida, ha anunciado que quiere ser el nuevo Usain Bolt, que
quiere devolver al atletismo una imagen que todos adoren, que a todos haga
felices. Y el gigante jamaicano, triple campeón olímpico de 100m y 200m y
recordman mundial de ambas distancias (9,58s y 19,19s, respectivamente), le
anima, y, así lo cuenta Lyles, le dice que tiene que ser él, que vaya a por sus
récords imposibles. “El de 200m lo veo posible”, dice Lyles, doble campeón
mundial de la distancia, cuya mejor marca es de 19,31s, la tercera de la
historia. “Para atacar el de los 100m aún me faltan unos años, aún tengo que
mejorar mucho mis primeros 10 metros, eso significa mucho trabajo”.
La
razón de sus dudas se vio plenamente en la carrera. Como especialista de 200m
que sabe que la grandeza máxima de un sprinter pasa por ser el mejor en 100m,
Lyles no dispone de la mejor salida, pero sí de la mejor progresión, la
aceleración que le hace alcanzar la máxima velocidad a los 70m, las rodillas
bien altas, la extensión perfecta de la pierna en una zancada elástica, y su
pie rebota como si estuviera armado de un muelle, y se alarga sin esfuerzo
aparente. Christian Coleman, el campeón mundial de 2019, salió con la velocidad
de un fulminante y se apagó con la misma facilidad mientras Lyles crecía y
aceleraba y le superaba, y con él el botsuano estilizado, Letsile Tebogo, un
chaval de 20 años recién cumplidos que terminó segundo (9,88s), el primer
africano nacido en África en un podio mundial, y también el británico Zharnel
Hughes, tercero con 9,88s.
El
trono de la sucesión de Bolt es un asiento caliente. Después del último oro del
jamaicano, en los Juegos de Río 2016, con Lyles cinco atletas diferentes han
ganado las últimas cinco citas universales de los 100m. Justin Gatlin en el
Mundial de Londres 2017, Coleman en Doha 2019, el italiano Marcell Jacobs en
los Juegos de Tokio 2021 y Fred Kerley en el Mundial de 2022. Estos dos
últimos, el italiano, con problemas físicos y una espalda rebelde, y Kerley,
decepcionante en la semifinal, un tronco rígido y lento, ni siquiera llegaron a
la final que convirtió a Lyles, exuberante y feliz, en el nuevo rey de la
velocidad mundial. El miércoles por la mañana, el campeón de los 100m iniciará
la búsqueda del oro en sus 200m, con la final el viernes, en la senda de Bolt
sempiterno siempre.
Para
el atletismo español, el estadio de Budapest fue ingrato y triste, exceptuando
la clasificación de Jaël Bestué y Quique Llopis para las semifinales de los
100m y los 110m vallas. Solo el salmantino Mario García Romo superó la criba de
las semifinales de los 1.500m, el jardín privado de Jakob Ingebrigtsen que se
sobra y pide al público que anime mientras supera silbando a sus rivales en la
última curva de su carrera. Eliminadas Marta Pérez y Esther Guerrero en
categoría femenina y Mo Katir y Adel Mechaal en la masculina, en las espaldas
del chaval de Villar de Gallimazo reposan las esperanzas de medalla en la final
(miércoles, 21.15) de la prueba del medio fondo que más emociona a la afición
española. En la final de salto de longitud ganada por la serbia Ivana Vuleta
(7,14m), una de las más grandes de la década que solo a los 33 años alcanza por
fin el oro en un Mundial al aire libre, Fátima Diame fue sexta (6,82m) y Tessy
Ebosele, octava (6,62m). Ambas pupilas de Iván Pedroso en Guadalajara hicieron
su mejor salto en su primer intento.
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