CARLOS ARRIBAS
El País.com
“¿Gravedad? ¿Qué gravedad?” La
gorra del saltador ingrávido, el pajarito catarí Mutaz Essa Barshim, es una
declaración de principios, un desafío, que la realidad física, o sea, la ley de
la gravedad, devuelve a la tierra. Barshim terminó cuarto de un concurso de
altura decepcionante (con Bondarenko tocado por el lumbago, ganó, con 2,34m, el
tercer hombre, el canadiense Derek Drouin), pero hubo otros atletas, las caras
de un Mundial brillante, que sí que triunfaron en sus retos.
USAIN BOLT
Usain Bolt es el hombre sin
mancha. Nunca ha perdido una carrera en una gran competición, un Mundial o unos
Juegos, y la única vez que no ha ganado lo hizo sin correr, con una salida
nula. Su historial inmaculado desde los Juegos de Pekín 2008 tuvo continuidad
siete años más tarde en el mismo Nido. Fueron sus Mundiales más difíciles,
también aquellos de los que su figura, ya, al final, la de un casi treintañero
cansado, salió más engrandecida. El gran póster del atletismo en el siglo XXI
llegó a Pekín herido justo el año en el que parecía que al fin había un rival
de su talla, el norteamericano Justin Gatlin. Para ganar los 100m, lo que hizo
por una centésima, en su vida había estado más acosado, necesitó dar con toda
su alma hasta la última de sus 41 zancadas y un poco, la que dedica
habitualmente a su show de vencedor. Después, todo fue un juego de niños, un
paseo en el 200m, que solo un cámara sobre un semoviente giroscopio estuvo a
punto de convertir en drama. Lideró a su Jamaica en los relevos y terminó con
su habitual cosecha de tres oros. Con un total de 11 oros, dos platas en sus
años jóvenes y un octavo puesto, tras Pekín ya supera a Carl Lewis (ocho oros,
una plata y un bronce) como el mejor de la historia de los Mundiales.
DAFNE SCHIPPERS
La alegre Shelly Ann Fraser Pryce,
medallista de oro en 100m y 4x100m, dice que encuentra muy sexys a las mujeres
atletas, y que corren rápido y que son muy buenas, pero que por una extraña
razón los hombres en calzones ajustados y camisetas parecen excitar más al
público. Dafne Schippers, el relámpago rubio, la holandesa que con 21,63s borró
de la historia de los 200m a Marita Koch y Heike Dreschsler, los productos
anabolizados de la Alemania
del Este, y se colocó tercera de la historia detrás de las dopadas Florence
Griffith y Marion Jones. Sin embargo, no parece que su popularidad mediática (y
su caché en los mítines), pueda alcanzar, fuera de las fronteras de su Holanda,
los niveles que lograron las norteamericanas. Paga los pecados de Marion Jones,
la última reina de la velocidad, que acabó en la cárcel, y el rastro del acné
en el rostro joven de 23 años. “Pero no todos los que tienen acné toman
anabolizantes”, dice su entrenador de toda la vida, Bart Bennema, el técnico
que la transformó de heptatleta en tan magnífica velocista que después del
doblete del Europeo de Zúrich sale de Pekín con el oro de los 200m y la plata
de los 100m. “Es injusto: cantidad de jóvenes de su edad sufren acné”.
WAYDE VAN NIEKERK
Después del fenómeno Michael
Johnson y del breve interregno de Jeremy Wariner, los 400m habían caído en las
piernas y en los cuerpos monstruosamente musculados de tipos que parecían osos
depilados, sin más gracia que la potencia. De esa sima ha sacado a una de las
pruebas más hermosas del atletismo, y quizás la más dura, la persona más
insospechada, un sudafricano de 23 años, ligero y apenas musculado, y con un
gen enloquecido que le hace tomar la salida de la prueba como si fuera un 100m,
entrenado por una venerable técnica de 74 años y pelo blanco llamada Anna
Soffia Botha. Con un tiempo de 43,48s, en una carrera en la que hasta los 300m
corrió más rápido que Johnson cuando batió el récord del mundo hace 19 años
(43,18s), Wayde van Niekerk no solo consiguió convertirse en el cuarto
cuatrocentista de la historia tras Johnson, Butch Reynolds y Wariner, sino que logró
devolver la prueba a atletas normales, rápidos por naturaleza y con una gran
capacidad de mejorar y de entrenamiento. Y encima, Van Niekerk, con bisabuelo
italiano y largas estancias de entrenamiento en Gemona nel Friuli, es un chaval
simpático, no uno de esos que tanto proliferan que parecen en pelea permanente
con el mundo.
GENZEBE DIBABA
El atletismo es la lucha de uno
contra sus límites y, sobre todo, contra los rivales, el territorio, también,
de los ajustes de cuentas. Mediado julio, Genzebe Dibaba, quizás la zancada más
bella del fondo, había ajustado cuentas con la historia, y el mundo se alegró
por ello, batiendo el récord del mundo de los 1.500m: 3m 50,07s. En Pekín, la
etíope de 24 años ha corrido el 800m más rápido, 1m 57s raspados, pero no en
una prueba de dos vueltas a la pista, sino en su final eléctrico de los 1.500m,
que ganó. Más especialista teóricamente de los 5.000m que de la milla, la
etíope había llegado a Pekín dispuesta a conseguir la victoria en ambas
distancias. El pasado reciente, sin embargo, se interpuso entre ella y su
objetivo. En julio también había quedado en París para intentar batir el récord
del mundo de los 5.000m, 14.11,15s en poder de su hermana mayor, Tirunesh, a
medias con su compatriota Almaz Ayana. En Pekín, aleccionada por su marido y
entrenador, Ayana, de 23 años, aceleró a los 2.000 metros con miles
de 2m 42s, hasta que Dibaba, a quien le dolía un pie y llevaba en el cuerpo
tres carreras de 1.500m y otra de 5.000m, no pudo más. Su terrible cambio de
ritmo desapareció, pero no su belleza en carrera.
ASHTON EATON
Como Van Niekerk, Ashton Eaton es
un cuerpo normal (1,85m, 1,84m) con unos poderes extraordinarios, tantos que es
el mejor hombre 10 de la historia, el atleta más perfecto que haya existido. En
la historia solo tres veces se ha logrado pasar de los 9.000 puntos en
decatlón, la excelencia más absoluta, y dos de ellas ha sido el joven de
Portland (27 años) que batió el récord del mundo (9.045 puntos), con unos 400m
únicos (45s clavados), fruto de un 2014 medio sabático, dedicado a correr con
calidad (bajó de 49s) los 400m vallas en el circuito mundial, y un lanzamiento
de jabalina de 63,63, fruto no sabe de qué, porque al igual que no sabía por
qué, haciéndolo todo según su entrenador, Harry Marra, y los manuales, le
decían, era incapaz de pasar de 50m con el artefacto que más odia. La clave
(“las narices que le echó”, como dice su mujer, la heptatleta canadiense
Brianne Theisen) fueron sus 1.500m con la ayuda del argelino Bourrada. Sin
olvidar los espagueti que le prestó su rival, y medalla de plata, el canadiense
Damian Warner, para recargar los hidratos antes de la prueba en la que no hay
rivales, sino compañeros de peregrinación, y todos se quieren y se ayudan.
Desde el gran Usain Bolt (100m y 200m en 2009), nadie batía un récord del mundo
individual en una cita como la de los Mundiales.
ALLYSON FELIX
Cuando Dafne Schippers se pregunte
por qué, con lo buena que es no es tan popular como los atletas masculinos,
quizás alguien le diga que antes de ella, la norteamericana Allyson Felix
también estaba predestinada al estrellato y nunca dejó de ser una cara poco
conocida más allá del mundo pequeño del atletismo. Quizás sea porque es una
chica buena que ayuda a su padre, reverendo, en las catequesis de los sábados,
que nunca ha roto una copa, que nunca ha batido un récord del mundo en unas
distancias (de 100m a 400m) que están imposibles entre sus compatriotas de los
años de barra libre y las alemanas del Este. Y tan silenciosamente como
silenciosa es ella, Felix sale de Pekín con tres medallas: una de oro
individual en los 400m, y dos de plata en los relevos 4x100m y 4x400m, en ambas
batido Estados Unidos por Jamaica. Con 13 medallas en Mundiales (nueve de oro),
Felix está a una de Merlene Ottey, la jamaicana llamada de bronce porque de sus
14 metales, siete fueron por un tercer puesto.
MO FARAH
El británico de origen somalí
domina con tanta claridad los 5.000m y los 10.000m, que su tercer doblete
consecutivo (dos mundiales y uno olímpico) apenas ha levantado expectación y
aplausos. Han influido negativamente en su notoriedad la turbiedad de las
historias que se cuentan de su entrenador, el norteamericano de origen cubano
Alberto Salazar, hijo de un camarada de Fidel Castro en Cochinos que se hizo
gusano en la primera época, y la seguridad, y el alarde de economía que le
acompañaba, con la que se ha impuesto en ambas distancias de fondo. Y también
que Pekín no es Londres, donde sus hazañas se magnificaron hasta convertirlo en
el segundo Bolt de los Juegos.
CHRISTIAN TAYLOR
En Pekín han coincidido la semana
del Mundial cuatro triplistas que han pasado de los 18m. Estaban, ante el foso
de arena lejano, el cubano Pedro Pablo Pichardo y Christian Taylor, y hablando
para la tele el retirado Jonathan Edwards (plusmarquista mundial, 18,29m) y el
lesionado Teddy Tamgho. La noche siguiente a la que el norteamericano Taylor,
tan cristiano como su nombre indica y tan nómada como un discípulo siguiendo a
su entrenador por medio mundo, ganara su segundo Mundial con 18,21m, a solo 8cm
del récord mundial, Tamgho está sentado en el túnel del estadio mirando ausente
la pantalla de su teléfono. Y habla de Taylor: “Cuando vuelva yo, que volveré
en Río, va a ser un rival duro. Tiene un salto único, magnífico. En vez de
saltar alto y quedarse parado en el aire, como los cubanos en su segundo
impulso, Taylor es como una piedra plana que lanzas contra una superficie de
agua y rebota sin apenas levantarse, pero a una velocidad increíble”. El salto
de Taylor fue, justamente, junto a los 45s y el récord de Eaton, los 400m de
Van Niekerk y los 200m de Schippers, la mejor marca de los Mundiales.
KIPROP, YEGO Y BETT
Por primera vez en la historia un
país que no es Alemania, Rusia-Unión Soviética o Estados Unidos, las tres
grandes potencias, ha terminado el pimero en el medallero. Por primera vez, un
país africano domina el gran ranking (y segundo, un país caribeño, Jamaica), Se
trata de Kenia, con siete oros, seis platas y tres bronces. Tres figuras, dos
excepcionales y una habitual dentro de su excepcionalidad, representan el dominio
del país del valle del Rift: el lanzador de jabalina Julius Yego, medalla de
oro con un lanzamiento de 92,72m que le convierte en el tercero de la historia;
el corredor de 400m vallas Nicholas Bett y el gran Abel Kiprop, el hombre de
los 1.500m. Los dos primeros han debido emigrar para destacar y vencer en
disciplinas que no casan con la imagen habitual de Kenia, tierra de
maratonianos, obstaculistas, fondistas y mediofondistas. Son atletas que se han
forjado a sí mismos superando todo tipo de dificultades.