martes, 23 de julio de 2019

DRESSEL Y PEATY EMPUJAN A LA NATACIÓN A UNA NUEVA FRONTERA


DIEGO TORRES
El País.com

Hace una década, entre los Juegos de Pekín de 2008 y los Mundiales de Roma de 2009, la natación entró en el terreno de lo hiperbólico. La aparición de una generación inolvidable de nadadores, unida al empleo descontrolado de bañadores con placas impermeables que facilitaban la flotación, hicieron que las mejores marcas de la historia se quedaran anticuadas en pocos meses. Se batieron decenas de récords. Hubo una ola de futurismo. Y un escándalo que desembocó en la prohibición de los bañadores de goma en 2010. Entonces las carreras acuáticas entraron en un periodo de relativo estancamiento. Una época que concluye en el Mundial de Gwangju, en Corea del Sur, en donde las marcas vuelven a moverse en el umbral de lo inaudito. A la emergencia el domingo de Ariarne Titmus en la final femenina de 400 libre con una marca sideral y la derrota de la plusmarquista mundial Katie Ledecky, se han sucedido nuevos tsunamis este lunes. Dos nadadores destacan entre los varones de esta nueva generación de romperécords. El inglés Adam Peaty, de 24 años; y el estadounidense Caeleb Dressel, de 22.
Dressel es el típico atleta que reúne cualidades extraordinarias para moverse rápido en el líquido. Una osamenta larga y ligera, una fuerza de búfalo, la morfología corporal acuadinámica que facilita el deslizamiento y la coordinación para imprimir fuerza sin desequilibrarse. Donde otros emplean diez unidades de fuerza para mover el mismo peso, él emplea la mitad. Su habilidad le permite nadar todos los estilos. Es un virtuoso capaz de derribar algunos de los límites que ha establecido Michael Phelps, además de otras empresas que Phelps nunca se pudo permitir porque carecía de la potencia necesaria. Dressel es potente. Lo demostró en la final de 50 mariposa con el segundo mejor tiempo de la historia: 22,35 segundos, a ocho centésimas del récord mundial del ucranio Andrii Govorov.
Con la facilidad que exhibe Dressel cada vez que se arroja a una piscina resulta fácil imaginar que no tardará en ser el más rápido en esta distancia y en los 100 metros, en donde ya hizo 47,63s, la cuarta mejor marca de siempre, en la final de relevos de 4x100 libre.
Si el mundillo de la natación permanece expectante ante Dressel en Gwangju, las rondas de Peatu por la piscina son recibidas como una rutina de lo fabuloso. Ya nadie espera otra cosa de Peaty, que se ha especializado en 50 y 100 metros braza. Al hilo de sus predecesores en la prueba, posee un físico macizo antes que alargado. Su fuerza es descomunal pero es su ambición y el gusto que le produce la competición lo verdaderamente nuevo. El hombre se presentó en la final de 100 braza con su gorro rojo de la cruz de San Jorge, tatuado con leones y lobos, y pidiendo silencio a la multitud. En plan jefazo. Venía de hacer las mejores 17 marcas de la historia de la prueba, y en las semifinales había batido por séptima vez el récord mundial convirtiéndose en el primer hombre en bajar de 57 segundos: 56,88s. Su ámbito ya era inhóspito: nadie, además de Peaty, ha bajado de 58 segundos en los 100 braza.
Peaty convirtió la final en un duelo contra sí mismo. A un metro y medio por delante de la línea de nadadores, su excepcionalidad quedaba reflejada en su soledad. Quizás por falta de alguien que le empujara a agotar toda su energía acabó llevándose el oro con 57,14s, la cuarta mejor marca de todos los tiempos. Es decir: la cuarta mejor marca personal de Adam Peaty.
Le siguió otro británico: James Wilby, que hizo 58,46s y al concluir se colgó de la corchera y miró a su paisano con una sonrisa de complicidad. Wilby sabe que se ha beneficiado del efecto contagio, tan biológico, y tan propio de la natación. Los nadadores que se entrenan juntos mejoran irremisiblemente. Hasta ayer solo tres hombres habían bajado de 58,47s: Peaty, el bieloruso Ilya Shymmanovich, y el sudafricano Cameron van der Burgh. Tercero fue el sorprendente chino Zibei Yan, récord asiático con 58,63s.

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