domingo, 28 de julio de 2019

DUNCAN SCOTT SURFEA LA OLA DE ADRIAN Y CULMINA UN MUNDIAL DE VÉRTIGO


DIEGO TORRES
El País.com

“Eres un perdedor”, le espetó el campeón Sun Yang al elusivo pelirrojo Duncan Scott, el bronce, en el podio durante la celebración de la entrega de medallas de la final de 200 libre. Transcurría la segunda jornada del Mundial de Gwangju y se abría así una semana de vértigo. Concluyó ayer con un balance de siete récords mundiales en seis pruebas individuales y algunas marcas equiparables a las logradas con los bañadores impermeables hace una década. La última, en la posta de 100 metros libre de la final masculina de 4x100 estilos, a cargo del británico Duncan Scott. Nada menos que 46,14 segundos. La segunda posta de 100 libre más rápida de todos los tiempos desde aquella que inmortalizó Jason Lezak en los Juegos de Pekín nadando con un mono impermeable exactamente sobre la ola que generaba el gigantesco Alain Bernard.
Hace décadas que los biomecánicos alertaron sobre el efecto de arrastre que puede tener la turbulencia que generan los nadadores en las piscinas. Especialmente, los nadadores voluminosos y potentes. En la final de relevos de 4x100 libre de los Juegos de 2008 el veterano esprínter estadounidense Jason Lezak tenía todo a perder frente al velocísimo Alain Bernard cuando los dos se lanzaron a cubrir los últimos 100 metros de la carrera. Bernard era el récordman absoluto y nadó como una ballena en mar abierto, a lo que Lezak respondió pegándose a la corchera para que la ola de su potente adversario le arrastrara. Ubicado en el punto exacto, ni muy adelante ni muy atrás, el efecto del tirón ayudó a Lezak a mantenerse a flote para ahorrar energía aprovechando el esfuerzo ajeno y dar el zarpazo en los últimos metros. Su marca, 46,06s, le habría resultado inaccesible si hubiera nadado solo. Agarrado a la ola, y embutido en un bañador impermeable, consiguió un registro único al que solo Duncan Scott ha podido aproximarse. Por la misma vía del surfeo.
 “Me zambullí justo a la altura de la cintura de Adrian”, explicó el escocés, tras ganar el oro en Gwangju; “conseguí subirme a una ola hermosa, ahorré energía en los primeros 50 y piqué piernas a la vuelta tirando de adrenalina. Mi fuerte en el 200 es mi último 100, así es que mi fuerte en el 100 fue mi último 50”.
Scott debió remontar. El cuarteto británico iba un segundo por detrás de Estados Unidos después de que Caeleb Dressel lo colocara en primera posición tras el 100 de mariposa. La prueba se decidiría en el último 100 libre. Nathan Adrian saltó al agua con el crono en 2m 40,85s y Scott lo hizo en 2m 41,96s. A priori existía un desequilibrio de fuerzas. Adrian es un búfalo de 100 kilos capaz de nadar dos largos en 47,52s. Scott, un tirillas, en su vida había bajado de 47,87s. Pero Adrian cometió un error. Nadó demasiado pegado a su corchera izquierda, junto a la calle en la que se movía el británico. Su cuerpo de gigante generó una turbulencia descomunal que traspasó la corchera. Al remolino se enganchó Scott.

Homenaje a Lezak
El zarpazo de Scott en los últimos metros fue un homenaje a Lezak. Dejó perplejos a los estadounidenses y encumbró al equipo de Reino Unido al primer oro de su historia en el relevo de estilos. Reino Unido se convirtió así en el tercer país que invade un territorio que los americanos han dominado con la autoridad de una hegemonía durante más de medio siglo. Hasta 13 oros acumulan los estadounidenses en una especialidad que refleja con bastante exactitud el estado de la natación en un país. Solo Australia, con tres oros, y Francia con uno, han logrado interrumpir la sucesión de victorias de Estados Unidos en los Mundiales de la FINA.

Gran Bretaña coronó en la última jornada a su mejor equipo de siempre. No es casual que el bracista Adam Peaty fuera uno de los cinco nadadores que han batido récords mundiales en pruebas individuales en este Mundial.
La lista de plusmarcas mundiales batidas en el campeonato ha sido la más larga desde los Mundiales de 2009. Peaty en 100 braza (56,88s), el británico Matthew Wilson (2m 6,67s) y el ruso Chupkov en 200 braza (2m 6,12s), Dressel en 100 mariposa (49,50s) y el húngaro Kristof Milak en 200 mariposa (1m 50,73s) han destacado entre los hombres. Regan Smith, entre las mujeres, ha recortado los récords de 100 espalda (57,57s) y 200 espalda (2m 3,35s).

FLORIAN WELLBROCK, PRIMER ORO EN 10 KILÓMETROS Y EN 1.500 METROS
Florian Wellbrock, alemán nacido en Bremen hace 21 años, va por la vida con cara de póquer. Pálido, hierático, inexpresivo, solo revela un resquicio de su alma cuando eleva ligeramente el considerable apéndice nasal que preside su rostro para mostrarle a su prójimo la sombra de dos fosas nasales dignas de lobo. Puesto a nadar, es una combinación perfecta de flotabilidad, cálculo, resistencia y punta de velocidad que le convierten en una pesadilla. Lo sufrió la semana pasada el italiano Gregorio Paltrinieri en la final de 10 kilómetros de aguas abiertas, en donde Wellbrock se le adelantó en los últimos metros después de aprovechar su ola para culminar coronándose campeón en tiempo de récord mundial en una hora y 47m 55s. Y lo volvió a sufrir Paltrinieri este domingo en la final de 1.500, ya en la piscina.
Wellbrock repitió la táctica. Dejó que Paltrinieri corriera libre y lo siguió de cerca, como los depredadores al animal que huye. Paltrinieri lideró la prueba durante más de un kilómetro. Al paso de la pared que señalaba los 1.250 metros iba primero. Pero entonces Wellbrock apretó. Comenzó a empujar más agua y aumentó la frecuencia de sus ciclos de patada y brazada hasta que el italiano se vio desbordado. Entre el remolino de Wellbrock a su derecha y el del ucranio Mykhailo Romanchuk a su izquierda.
Campeón olímpico de la distancia en 2016 con un tiempo de 14m 34,57s, Paltrinieri se vio incapaz de desengancharse de sus escoltas. Intentó cambiar de ritmo antes de llegar a los 1.000 metros, consciente de que Wellbrock y Romanchuk poseen una punta de velocidad mayor, pero no logró sacarlos de la carrera. Al verse emparedado en los largos finales respondió como si estuviera, o bien cansado después de la semana de competición o bien desanimado. Venía de batir el récord de Europa en la final de 800, donde fue oro, y su cuerpo debía estar al límite.
El inmutable Wellbrock procedió según el plan. Superó al italiano en el largo que va del 1,250 al 1.300 y ya no volvió a mirar atrás. Su oro en 1.500 en 14m 36,54s no es el más rápido pero lo consagra como un caso único: nadie ha ganado en un mismo Mundial los títulos de 1.500 y 10 kilómetros.

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