DIEGO TORRES
El País.com
Lo
advirtió hace un año Raúl Arellano, biomecánico de la Universidad de Granada y
analista de la federación española de natación: “El récord de Caeleb Dressel en
la prueba de 50 yardas de los campeonatos universitarios estadounidenses en
Minneapolis marcó un hito en la historia de la natación: fue la carrera más
rápida de la historia”.
Proyectado
a las piscinas de dimensiones olímpicas (50 metros), el rendimiento del
velocista de la Universidad de Florida, de 22 años, anunciaba el retorno de la
natación a los límites que con tanta facilidad se traspasaron hace una década.
El Mundial que se celebra esta semana en Gwangju ofrece todos los indicios de
que las carreras de natación en línea están a punto de producir una oleada de récords
en los próximos meses. La coincidencia de los bañadores impermeables con la
generación de Michael Phelps entre 2007 y 2009 empujó a la natación a fronteras
que se antojaban inalcanzables sin la ayuda tecnológica de los monos de goma
que cubrían la totalidad del cuerpo de los deportistas hasta que fueron
prohibidos en 2010. No ha hecho falta esperar tanto para asistir de nuevo a
exhibiciones de velocidad de récord en varias disciplinas y categorías
simultáneamente.
Transcurridas
dos jornadas del Mundial se han disputado cinco finales individuales y en tres
de ellas se ha batido o se ha bordeado el récord mundial. El inglés Adam Peaty
nadó los 100 braza más rápidos de la historia en semifinales (56,88 segundos) y
ayer hizo la cuarta mejor marca de siempre (57,14s) para colgarse el oro. A sus
18 años, la australiana Ariarne Titmus fue campeona en 400 libre con un tiempo
de 3m 58,76s, dos segundos más lenta que el récord mundial de Katie Ledecky de
2016, y un potencial que invita a considerar una gran progresión. Camino de los
Juegos de Tokio del año próximo se anuncia una aceleración general. No faltan
jóvenes atrevidos. El primero es Dressel, dominador con soltura de los 50
metros mariposa antes de obtener ayer el oro con una marca de 22,35 segundos, a
solo siete centésimas de la plusmarca mundial (22,27s) que estableció el
especialista ucranio Andrii Govorov en 2018.
Arellano
analiza la hazaña de Dressel en los campeonatos universitarios de 2018 tramo
por tramo para señalar un avance físico y técnico exponencial. En la salida
toma como referencia a Alex Popov en los Juegos de 1992 y a Florent Manadou el
día que batió el récord de 50 libre en piscina corta, en 2014. Popov hizo 3,33
segundos en los primeros 10 metros y Manadou hizo 3 segundos en 10 metros y 5
segundos en 15. En Minneapolis, Dressel hizo 2,90 segundos en 10 metros y 4,84s
en 15 metros. Manadou hizo 9,7 segundos en los primeros 25 metros mientras que
Dressel nadó las 25 yardas a una velocidad que le habría permitido cubrir los
25 metros en 9,31 segundos. Traducidas las yardas a metros, Dressel habría
cubierto el segundo largo de 25 casi un segundo más rápido que Manadou; 10,06s
frente a 10,56s. Un margen sideral considerando la igualdad reinante en las
pruebas de velocidad pura.
El
biomecánico atribuye la mayor explosividad en la salida al rediseño de los
poyetes con un punto de apoyo más eficaz para empujarse con los pies, la mayor
distancia subacuática recorrida, y un entrenamiento específico de la potencia
de piernas propio de las pruebas de saltos, o de velocidad, del atletismo. La
salida vertiginosa de Dressel, que mide 1,91 y pesa más de 90 kilos pero posee
un cuerpo alargado que se clava en el agua como una flecha, le lleva a hilar
una transición limpia del nado subacuático a la brazada de crol.
Ryan
Murphy, recordman de 100 espalda y excompañero de Dressel en el colegio Bolles
de Jacksonville, analiza el fenómeno: “Él es recto de la cabeza a los pies. No
tiene culo ni curvas que ofrezcan resistencia al agua. Naturalmente se alinea
con la corriente para fluir. Su salida es una locura. Su brazada también fluye.
La recuperación de su brazo le lleva a poner la mano inmediatamente donde va a
coger el agua con un gesto rápido del tronco y el codo. No necesita estirar el
brazo”.
Con
las nuevas herramientas al servicio de su talento para escurrirse en el agua,
Dressel amenaza con batir los récords mundiales de 100 metros libre y mariposa,
y 50 metros libre. Todos datan de 2009, el año mágico de los bañadores Jacked,
famosos porque impermeabilizaban el cuerpo elevándolo sobre la superficie y
facilitando el desplazamiento. Dressel, como Peaty, solo emplea una bermuda
reglamentaria de tejido permeable.
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