DIEGO TORRES
El País.com
Hace
décadas que China diseñó un plan para potenciar la natación como instrumento de
proyección internacional del país. Entendido como una ramificación del gran
juego geopolítico, las pruebas de natación en línea concentraron los mayores
esfuerzos del aparato administrativo del deporte con la vista puesta en lograr
reputación internacional a través de un campeón en los Juegos de Pekín. Con
cuatro años de retraso pero con todo el apoyo institucional imaginable, el
producto de la gran empresa nacional destiló en los Juegos de Londres en la
figura de Sun Yang, primer oro olímpico de la historia de la natación china.
Sun
Yang brilló en la final olímpica de 400 metros libres de Londres y se superó a
sí mismo un año después en los Mundiales de Barcelona en 2013, con exhibiciones
de patriotismo y sentimentalismo repartidas por igual. Nunca un deportista
chino lloró tanto, tantas veces, ante tanta gente. Conseguido el sueño, sin
embargo, sucedió el desatino.
En
2013, cuando circulaba por su localidad natal de Hangzhou, estrelló su Porsche
contra un autobús y debió hacer acto público de contrición. Resulta que no
tenía carné de conducir y el juez le condenó a pasar por prisión. El castigo no
corrigió su trayectoria accidentada.
Expedientado
por doparse con trimetazidina en 2014, sancionado con una multa de 650 euros y
rehabilitado, el problemático Sun nunca interrumpió su andadura al límite. En
su vida privada como en su quehacer profesional, quemó los años y los
campeonatos entre escandaleras. En el Mundial de 2015 se peleó con una nadadora
brasileña y renunció a última hora a nadar los 1.500 alegando misteriosas
dolencias cardíacas. Este fin de semana se presentó en el Mundial de Gwangju
envuelto en su habitual parafernalia de aclamación propagandística oficial
china hasta que The Daily Telegraph, en su edición australiana, reveló que le
habían vuelto a investigar por negarse a someterse a un control sanguíneo en
septiembre de 2018. A punto de comenzar la competición, se desató la tormenta.
Según
parece, Sun no solo se resistió entre amenazas a los analistas enviados por la
WADA, la asociación mundial contra el dopaje, sino que luego rompió a
martillazos el frasco con la muestra de sangre que le habían extraído. Resultó
asombroso que la FINA, la federación internacional, le permitiera nadar sin
apresurarse a cerrar el caso. No solo compitió. Este domingo se tiró a la final
de 400 libres y celebró el triunfo lanzando puñetazos al aire y mostrando
cuatro dedos a las cámaras, señal de su cuarto título consecutivo en la
distancia. Se colgó la medalla en pleno revuelo. En las gradas, una delegación
de funcionarios chinos blandía una pancarta gigante aclamándole con una leyenda
en inglés y un juego de palabras: Sun Rises. Los nadadores han comenzado a
manifestarse contra lo que consideran un atropello. El australiano Mack Horton,
que fue plata, se negó a subirse al podio en señal de protesta.
Alertada
por la WADA de que Sun Yang se negó violentamente a que le analizaran la
sangre, la FINA abrió un expediente pero lo cerró en enero. La federación
internacional dio por buenas las alegaciones de la federación de China, que
defendió que su nadador no había sido informado en tiempo y forma del control
al que sería sometido. La WADA ha forzado la reapertura de una investigación
ante el Tribunal de Arbitraje del Deporte (TAD) en medio de las quejas de
varios países que no comprenden que el caso no se resolviera antes de los
Mundiales. La falta de presión de la FINA, según ha explicado a la revista
Swimming World el presidente del TAD, Matthieu Reeb, ha ralentizado el proceso.
"Un
caso como este no ayuda a rehabilitar la confianza en el sistema", declaró
el jefe de entrenadores de Australia, Jacco Verhaeren, en declaraciones al
Sydney's Daily. "Creo que la WADA, la FINA y el Comité Olímpico
Internacional deben ponerse a trabajar juntos para proporcionar más claridad y
transparencia". "Una locura", dijo Lily King. La campeona
olímpica estadounidense respondió con un gruñido cuando le pidieron su opinión
respecto de la permisividad de la Federación Internacional de Natación, la
FINA, al dejar competir en el Mundial de Gwangju al chino Sun Yang, cuyas repetidas
infracciones del código antidopaje han motivado que el TAD le haya sometido a
una investigación que puede poner fin a su carrera en septiembre.
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