lunes, 21 de septiembre de 2009

La leyenda del maratón se niega a jubilarse


Por VÍCTOR RODRÍGUEZ

Son 42 de las zancadas más hermosas que haya dado un ser vivo. Paul Tergat, uno de los grandes, se la tenía guardada desde los Juegos de Atlanta de 1996, desde los Mundiales de Atenas de 1997, desde los Mundiales de Sevilla de 1999. Aquel 25 de septiembre de 2000, en Sydney, iba a cobrar, al fin, su revancha.
Al entrar en la última recta, el keniata lideraba la final olímpica de los 10.000 metros. Sus dedos de ébano acariciaban el oro, pero no aflojó. Había perdido demasiadas finales contra el hombre cuyo resuello sentía a la espalda para saber que no podía aflojar.
Estaba haciendo la carrera perfecta. Pero entonces llegaron esas 42 zancadas. El 'Neftenga', como le llaman desde junior ('El Jefe'), Haile Gebrselassie (Arsi, Etiopía, 18-IV-1973), se abrió ligeramente hacia la derecha y se igualó con él.
Durante unos metros mágicos los dos mejores corredores de fondo de su generación –para algunos, de todos los tiempos– marcharon literalmente parejos. Hasta que las piernas menudas de Gebrselassie, 17 centímetros más bajo, superaron casi sobre la misma meta a las de Tergat. Por nueve centésimas, en una de las finales más apretadas de la Historia, el etiope volvió a colgarse el oro y el keniata, la plata. "Tal vez fuese mi mejor carrera", comenta Gebrselassie a Magazine desde Addis Abeba, capital etíope, recién masajeado tras su sesión matinal de una hora de entrenamiento (hace otra por la tarde). "A veces aún me despierto y pienso cómo pude ganar".
Casi una década más tarde, Gebrselassie, de 36 años (aunque su fecha exacta de nacimiento es un misterio), continúa corriendo y poniendo a prueba los límites, como aquella noche. Los suyos y los del ser humano... Ha batido 26 records del mundo.
Tras aquellas 42 zancadas prodigiosas, su obsesión sigue teniendo forma de 42 (curiosamente, la talla que calza): los 42 kilómetros y 195 metros del maratón.
En 2007 le quitó el récord de la distancia, cómo no, a Paul Tergat, en Berlín. En 2008, de nuevo en la capital alemana, se convirtió en el primer hombre –y de momento, único– en bajar de 2 horas y 4 minutos. Y hoy, otra vez en Berlín, frente al plusmarquista del año, Duncan Kibet, y otros 39.998 corredores, intentará batir por tercer año consecutivo su propio récord del mundo. "Será difícil, pero puedo lograrlo. El recorrido llano, la escasa altitud y la temperatura hacen de Berlín el escenario perfecto", asegura con determinación.

EN MENOS DE DOS HORAS. Lo sabe el español Chema Martínez. "Yo he tenido la mala suerte de coincidir con los tres mejores fondistas de todos los tiempos: Tergat, Gebrselassie y Bekele [el sucesor de Gebrselassie]", apunta el mejor europeo del maratón de los recientes Mundiales de Atletismo. "Si vas a una carrera y te enteras de que Gebre no está, piensas: 'Bueno, he ganado una posició', porque sabes que si él toma la salida va a terminar por delante. Corriendo, es la elegancia personificada. Y eso de los límites, que tanto os gusta a los periodistas… Yo creo que gente como él los está alcanzando. No sé si se puede correr un maratón mucho más rápido ya. Te puede surgir un fenómeno como Usain Bolt, pero, ¿dos horas? Yo lo veo imposible".
Gebrselassie, sin embargo, sí cree que se bajará de las dos horas: "No seré yo, pero tal vez en una generación lo veamos".
Nacido en una granja a 175 kilómetros de Addis Abeba, empezó a correr a la fuerza y descalzo. "Corría 10 kilómetros para ir al colegio y 10 para volver, así que, cuando empecé a competir no me fue difícil hacer buenas carreras", recuerda el atleta, séptimo de 10 hermanos. Siempre se señala que su peculiar forma de doblar el brazo izquierdo es herencia de portar los libros. Lo que no se subraya tan a menudo es cómo influyeron esas galopadas infantiles en su forma de colocar los pies.
En una escena de 'Endurance' (resistencia), la película de Walt Disney inspirada en su vida y que él mismo protagoniza, el pequeño Gebre se clava una espina en la planta del pie. Durante años y kilómetros de zancadas descalzo, se acostumbró a correr casi de puntillas para no herirse. Dicen los fisiólogos que esa forma de pisar le ha favorecido en distancias como los 10.000 metros, y que la ha modificado para adaptarse a las exigencias del maratón.
Él cree más en otras cosas. "Lo que de verdad importa es haber entrenado desde niño en altura", tercia. Prepararse en altura mejora el rendimiento cuando se compite al nivel del mar. A 2.500 metros, Addis Abeba es la capital más alta de África y la cuarta del mundo. "En altura y con la necesidad de recorrer a pie enormes distancias, tenemos unas condiciones privilegiadas. Somos etíopes y así es como vivimos".
Tras ingresar en el equipo nacional de atletismo, explotó en los Campeonatos del Mundo junior de Seúl, en 1992. Su frágil cuerpecillo (1,65 metros; 56 kilos) cruzó el primero en las pruebas de 5.000 y 10.000 metros. Un año después, ganó el oro en los 10.000 en Stuttgart. Sólo cuando llegó a Etiopía y le regaló a su padre el Mercedes con que había sido obsequiado, empezó el señor Gebrselassie a aceptar que su hijo se dedicase al deporte.
Dominó el fondo hasta la famosa carrera de Sydney, siete años más tarde. Sin embargo, tras aquella final, una lesión en el tendón de Aquiles del pie derecho inauguró un trienio complicado. Su ya entonces famosa 'eterna sonrisa' se agrió. "Me enfadaba mucho", comentaba hace poco en el periódico británico 'The Observer'. "¿Por qué me pasaba a mí? Me cambió el carácter. Discutía con mi familia, a veces a gritos. Incluso empecé a beber por culpa de las lesiones".
Cuando se le pregunta por aquel periodo, da la cambiada en cuanto puede. "Mis dificultades empezaron en 2001", explica. "Luego vinieron el asma y la alergia. Cuando florecen las plantas es cuando peor lo paso. Pero, por lo demás, ahora mismo me encuentro bien y eso es lo que importa".
Adorado en su país –el decimotercero más pobre del mundo–, apreciado entre sus rivales y mimado por la multinacional de ropa deportiva que lo patrocina desde hace más de 15 años, son pocas las aristas oscuras en la carrera de 'El Jefe'.
En los Mundiales junior de Seúl, el keniata Josephat Machuka le dio un puñetazo en la espalda, molesto con su actitud en carrera. Un año después, en Stuttgart, otro keniata, Moses Tanui, lo acusó de haberle pisado para hacerle perder la zapatilla.
Pero lo más sonado fue el portazo que dio al maratón de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008, escudándose en la contaminación. En su renuncia a aquellos Juegos y a los últimos mundiales, algunos han querido ver la alargada sombra del dinero.

LA FÓRMULA DE COCA-COLA. En algunos maratones, sólo por aparecer, los atletas de elite se embolsan considerables sumas. Según un buen conocedor del circuito internacional, averiguar lo que cobra Gebrselassie por actuación "es como la fórmula de la Coca-Cola: todo el mundo intuye que hay algo, pero nadie sabe exactamente qué y cuánto". Se dice que por el maratón de Londres de 2007, en el que abandonó en el último tercio, cobró 600.000 euros.
Pero Berlín no es el que más dinero deja. Los 50.000 euros del primer premio palidecen frente al cuarto de millón de dólares que Gebre cobró en enero por ganar el maratón de Dubai. Son el perfil y las condiciones del trazado alemán, más que la bolsa, lo que lo hacen atractivo. El hecho de que Gebrselassie haya batido allí el récord del mundo dos veces seguidas parece demostrarlo. "No he corrido los dos últimos mundiales", comenta, "porque en estos momentos me va mejor entrenar solo que en la disciplina del equipo nacional. ¿El dinero? Para ganar dinero hay que correr al máximo nivel. Lo primero es la satisfacción por ganar, luego está la celebración del triunfo y, finalmente, por supuesto, el dinero. Pero si corres sin querer ganar, ¿qué satisfacción obtienes?".
Gebrselassie se ha convertido, además, en un afortunado empresario inmobiliario. A pesar de ello, no ve próxima su retirada. Sus patrocinadores dan por hecho que aguantará hasta Londres 2012. Él prefiere no poner fecha. "Si puedo correr 20 años más, pues 20 años más. ¿Qué importa? Desde el día que dices: ‘Tal año lo dejo’ ya estás en retirada. Y eso no va conmigo".

UNA FORTUNA DE 36 MILLONES DE EUROS
Con nueve hermanos, uno también atleta, y huérfano de madre desde los 7 años, Haile Gebrselassie se dice hombre de familia. Reparte su tiempo entre Etiopía, donde entrena y vive casi todo el año, y Holanda. Se casó tras ganar su primer oro olímpico en Atlanta ’96 y tiene cuatro hijos: tres niñas y un niño. "Cuando no corro me gusta ver películas, leer el periódico y ocuparme de mis negocios", afirma. Dueño de una empresa de importación de coches coreanos, también 'pica' en el sector inmobiliario y promueve obras benéficas como la construcción de escuelas. Su fortuna se estima en 36 millones de euros. "Durante algún tiempo consideré entrar en política", reconoce, "pero los negocios consumen mucho tiempo". Su último proyecto es un hotel de cinco estrellas en Addis Abeba. "Espero que algún día puedas venir a verlo", comenta entre risas. "Como turista, ¡eh! No como periodista".

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