El País.com
La española Mireia Belmonte
batió el récord mundial de 800 metros libres en piscina corta, ayer en la
primera prueba de la sesión de tarde de la Copa del Mundo de Natación que se
celebra en Berlín. Fue un despliegue soberbio, una exhibición de osadía,
extraña por la decisión con que se lanzó a por el récord desde los primeros
largos, contra su costumbre de dosificarse hasta el paso de 400. Esta vez
guardó poca energía para el regreso y aceleró al pasar por el meridiano de la
carrera. Sus parciales lo dicen todo: 29,65 segundos entre los 400 y los 450
metros; 29,94s entre los 450 y los 500; 29,86s entre los 500 y los 550... Un
sprint tras otro hasta el último toque, casi dos segundos por debajo de la
plusmarca mundial que había establecido la francesa Camille Muffat hace un año.
Sus 7m59,34s hablan de un hito. La primera vez que una mujer baja de ocho
minutos.
Los Mundiales de Natación de
Barcelona pusieron de manifiesto que para el cuadro femenino hay distancias en
ebullición. Los 800 metros de nado libre son una de esas pruebas en las que
converge un grupo de chicas en estado de gracia. Algunas de ellas tienen
oportunidad de aprovechar su pico de forma en la Copa del Mundo de la FINA, el
circuito de piscina corta (25 metros) que se prolongará hasta el invierno con
citas en Eindhoven, Berlín, Moscú, Dubai, Doha, Singapur, Tokio y Pekín. La
piscina corta no es un concepto olímpico, predominan los expertos en virajes y
en nado subacuático, pero sirve a modo de indicio. Para establecer un récord en
piscina corta hace falta tener madera de gran nadador de larga. La FINA ha
premiado a Belmonte con 10.000 dólares por batir la marca.
El jueves en Eindhoven fue la
primera competición. A falta de la estadounidense Katie Ledecky, la
plusmarquista mundial en piscina larga, que regresó a su país después de los
Mundiales, estaban las tres mejores fondistas del planeta en estos días. La
neozelandesa Boyle, la danesa Lotte Friis, y Mireia Belmonte.
Los 800 de los Mundiales fueron
la mayor decepción de Mireia, incapaz de defender su plata olímpica. Friis fue
plata y Boyle bronce, mientras que la española quedó sexta, fuera del podio,
desgastada por la fatiga acumulada por un calendario exigente, y quizá
desmoralizada ante el ritmo intimidante que impuso Ledecky.
Eindhoven fue el comienzo de la
revancha. El jueves, Lauren Boyle hizo 8m01,22s y se quedó a 16 centésimas del
récord del mundo, seguida casi simultáneamente por Mireia Belmonte, que tocó el
último muro en segundo lugar, 21 centésimas después. Mireia recortó su mejor
tiempo personal en esta modalidad en diez segundos y nadó la segunda parte de
la distancia en 3m59,03s. La marca de Muffat (8m01,06s) se vio seriamente
amenazada. Fue una carrera vertiginosa. Anticipó lo que sucedería en Berlín.
Boyle volvió a atacar el récord
en Berlín. Pasó por los 200 en 1m59,21s, por debajo del parcial de Muffat.
Rezagada Friis, que dio síntomas de cansancio después de dos semanas de tralla,
Mireia pasó como una lancha con motor fuera de borda en 1m59,38s. Pegada a
Boyle. Vigilándola de cerca y lanzada como nunca. Debió sentirse fuerte, con
reservas para emprender un viaje hacia lo desconocido. Que llevara dos semanas
nadando al máximo nivel, y que fuera capaz de hacer lo que hizo, habla de un
organismo con una capacidad prodigiosa para recuperarse del esfuerzo.
Probablemente, en Berlín la chica de Badalona alcanzó el pico de forma del año.
A sus 23 años, después de muchas temporadas midiéndose con mucho cuidado en el
800, dio la sensación de sentirse cómoda. En su terreno.
El jueves Mireia pasó por el 400
en 4m02,38s. En Berlín tocó el muro intermedio en 3m59,80s. Un abismo más allá
de los umbrales que ella había manejado. El esfuerzo, lejos de pasarle factura,
le dio impulso. Dejó a Boyle un par de cuerpos atrás y nadó a ritmo de récord.
Hacia una marca tremenda.
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