sábado, 10 de agosto de 2013

SEVILLA TIENE UN 800 ESPECIAL


ISABEL MACÍAS CHOW

Me van a perdonar que denote una predilección especial por esta prueba y sus protagonistas, pero me siento hermanada a estos dos jóvenes tras compartir con ellos el momento de grabar en nuestras pieles el icono del sueño olímpico, hace ahora un año. Y para qué nos vamos a engañar, a Marco me une un vínculo mucho más especial.
Dos perfiles físicos tan diferentes y sin embargo tan parecidos en otros aspectos. Luis Alberto Marco es un coloso, fuerte, potente, alto… Kevin López, ligero, liviano, menudo y muy rápido. Ambos son compañeros de fatigas, ambos son amigos en su día a día. Desde la perspectiva de una atleta cuesta pensar que de verdad sea posible esta buena relación, que la competitividad no corrompa esos lazos. Pero quien conoce a ambos, ve rápidamente que el destino ha juntado a dos hermanos separados, con la nobleza por corazón y la honradez como estandarte.
Cuando empecé a frecuentar este grupo de entrenamiento Luis tenía 20 años; Kevin apenas 16, y es que han crecido en esto juntos, han aprendido juntos. Curioso ha sido ver todos estos años en los que mimetizaban ciertos comportamientos, detalles pequeños, pero que ahí están. Luis llevaba siempre una marca de agua mineral al entrenamiento, y pronto López le imitaría. Lo mismo ocurrió con el primer vehículo propio de ambos, y me da que en breve van a compartir el modelo que el loreño conduce. Comparten hasta el modelo de smartphone, poco habitual. Y es que es una relación simbiótica que se ha ido construyendo mano a mano, llegando a compartir una jerga intrínseca al grupo de entrenamiento, un lenguaje con expresiones que pocos entienden y que Los Morancos nutren.
He tenido el privilegio de compartir los últimos compases del entrenamiento que han realizado en su ya habitual concentración estival en Segovia (huir del calor de la capital hispalense no es un capricho, sino casi una necesidad para entrenar). Tradición que también ha compartido algún año un tercer sevillano en discordia, y del que no quiero olvidarme, otro grande: Antonio Reina.
Con el pasaporte para Moscú en el bolsillo, tocaba afrontar los últimos disparos en el tartán antes de abordar la gran cita. Y es que ellos no corren, son balas. Testigo de que se pueden mover las piernas más rápido de lo que pensaba, he visto cómo la elipse de la pista para ellos parecía más corta, capaces de trazarla en tiempos solo al alcance de unos pocos. Ambos están en condiciones de mejorar sus registros personales, lo que en el caso de López sería un récord nacional, ahí es nada…
Tutelados por Paco Gil, han afrontado la última recta con mimo, puliendo los últimos detalles, escuchando todas las sensaciones que desbordan tu cuerpo en las últimas zancadas de la temporada. Parando y vigilando cualquier mínima molestia, pues en este momento, más que nunca, es mejor realizar una serie menos que tener un problema de más. Todo es poco para llegar en plenitud de condiciones a la prueba que se me antoja con la final más complicada de conseguir. Con unas condiciones de clasificación durísimas, sin el Dios Rudisha ni sus acompañantes en el podio olímpico, los mortales se pelearán por ocho puestos carísimos. Los nuestros nos han hecho sufrir con el pase a semis, accediendo a ella por tiempos. Pero ahí están, una ronda más superada y una menos para la final. Porque esto es un Mundial, nunca se sabe qué puede pasar. Caprichosa selección en la que se me antoja un pequeño sueño, desafiar a la historia con dos elásticas rojas en la salida de esa final, puede que esta semana, puede que dentro de dos años… pero llegará.

Isabel Macías es subcampeona europea de 1.500 en pista cubierta y estuvo en los Juegos Olímpicos de Londres.

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