martes, 26 de julio de 2011

LA CARRERA SALVAJE




DIEGO TORRES

Algunas de las mayores obras de arte son incomprensibles y, tal vez por eso, subyugantes. No admiten explicaciones claras. No es fácil saber por qué Michael Phelps, después de su apoteosis en los Juegos de Pekín, sigue nadando una carrera tan torturante como los 200 libres. Mucho menos sencillo resulta comprender la presencia esta noche en Shanghái de Paul Biedermann, Ryan Lochte, Tae Hwan Park y Yannick Agnel en la misma coyuntura. Sin bañadores de poliuretano será prácticamente imposible que estos competidores excepcionales se aproximen al récord del mundo. Son los mejores en su campo, representantes de 3.000 años de civilización. Sin embargo, se sienten atraídos hacia un desenlace salvaje.
Lo más probable es que en los segundos que dure la experiencia en el agua experimenten en toda su amplitud la fuerza invencible de la naturaleza. El efecto del paso del tiempo, los límites biológicos de la ambición, o el desamor de la multitud hacia los perdedores. Phelps permaneció seis meses de vacaciones entre 2008 y 2009 y volvió a dejarse tentar por la holganza entre 2009 y 2010. Los ocho oros olímpicos de Pekín le situaron en una posición inaccesible para los nadadores de varias generaciones futuras. Perdió estímulos. Consideró la posibilidad de retirarse. Se dedicó a administrar su fortuna, a jugar al golf, a comer pizza con sus amigos en Baltimore.
A sus 26 años, sin embargo, comenzó a sospechar que incluso para un multimillonario joven y fuerte todo puede resultar decepcionante cuando los días de competición han quedado atrás. Su entrenador, Bob Bowman, echó mano de las metáforas para describir los sentimientos encontrados de su nadador: "Michael ya subió al Everest. No necesita volver a escalarlo para demostrar que puede hacerlo".
En busca de un horizonte para la retirada definitiva ambos se propusieron un plan de ataque a los Juegos de Londres. Ahora emplean los Mundiales para seleccionar pruebas. La participación en los 200 libres forma parte de esa experimentación. Las referencias de Phelps en esta distancia con el bañador textil son escasas: no la nadó en los Juegos del Pacífico del año pasado y este año hizo su mejor tiempo en marzo: 1m 46,27s en Indianápolis.
Las semifinales de ayer en Shanghái fueron una exhibición de los especialistas. Yannick Agnel, un joven francés de 19 años, cubrió las cuatro piscinas en 1m 45,62s. Fue el mejor tiempo. Park y Biedermann, vigente campeón del mundo, hicieron dos demostraciones de control. Biedermann bajó de 1,46m y Park anduvo cerca: 1m46,23s. "Sólo he intentado entrar en la final", dijo Phelps, relajado tras la marcar 1m 46,91s. "Realmente no me ha preocupado dónde colocarme en la piscina siempre que tenga una calle. Una calle es todo lo que necesito. Me he regulado. He respirado dos veces seguidas después de la tercera pared. No habrá nada de eso en la final. Va a decidirse en los últimos 50. Puedo garantizar que será muy ajustada".
Phelps nunca fue un nadador de libre, a pesar de que llegó a controlar esta prueba con la autoridad de los mejores de todos los tiempos. Su compatriota y amigo Ryan Lochte tiene el mismo perfil. Pero desde que ganó los Juegos del Pacífico en 1m45,30 se ha inclinado por preparar esta carrera pensando en los Juegos. Ayer, Lochte, que tiene 27 años, marcó el ritmo de su semifinal hasta que Biedermann lo superó en los últimos 25 metros. Hizo 1m 46,11s. "Yo y Michael hablamos antes de la carrera y calculamos que tendríamos que nadar sobre 1m 46s para entrar en la final", dijo. "Será una carrera muy rápida con cinco o seis nadadores atacando la última pared con grandes probabilidades de ganar. Será definitivamente duro. Michael saldrá rápido. Sé que buscará el agua limpia. Irá junto a mí así que igual me salto la corchera y lo agarro para que no se escape".
Lochte demostró el año pasado, en los Juegos del Pacífico, que está preparado para relevar a Phelps en el lugar destinado a los nadadores de época. Ha sabido esperar su momento con optimismo y sentido del humor. Se ha dedicado al diseño textil. Adora los colores metalizados, los diamantes, los chistes pueriles. Ha dejado de comer en el McDonald's tres veces al día y ha cultivado la potencia con el entrenador de pesas de los Gators, el equipo de fútbol americano de la Universidad de Florida. Solo así ha conseguido compensar la ventaja genética de Phelps, cuyos brazos más largos le facilitaban las palancas.
Agnel, Park, Biedermann, Lochte y Phelps están listos para la carrera salvaje.

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