PACO ROCHE
Marca.com
Cuando Joanna Harper tomó la decisión de empezar su proceso
de transición para convertirse físicamente en una mujer, su terapeuta le pidió
que elaborara una lista con las que cosas que iba a perder por el camino. En
primer lugar puso su matrimonio. En segundo, que ya nunca más podría competir
en una carrera oficial.Había destacado como fondista en la universidad y
participaba de forma habitual en carreras de categoría Master. Pero en febrero
de 2004, cuando tomó la decisión, la normativa entonces prohibía a las mujeres
transexuales competir. No podía competir, pero siguió entrenando con su club. A
las tres semanas de iniciar el tratamiento hormonal, tanto ella como sus
compañeros se dieron cuenta de que su rendimiento había descendido. A los nueve
meses, sus marcas habían bajado un 12 por ciento, que es más o menos la
diferencia que existe entre los registros de hombres y mujeres en las pruebas
de fondo. Harper, médico especialista en investigación contra el cáncer, empezó
a estudiar los efectos de los tratamientos hormonales sobre el rendimiento
físico.
Ese mismo año, el Comité Olímpico Internacional introdujo la
primera normativa al respecto. Las mujeres trans podrían competir siempre que
estuvieran operadas y llevaran dos años en tratamiento hormonal. Para entonces,
Harper había completado ya un estudio con diferentes atletas que concluía que
un año era suficiente para que las ventajas de esas mujeres que habían nacido
hombres se disiparan. Después de ese periodo, siete de las ocho atletas que
estudió eran igual de competitivas -con respecto a sus rivales- de lo que
habían sido como hombres. "Escribí a la Federación Estadounidense para que
me ayudaran a ponerme en contacto con el COI. ¡Se habían equivocado y yo podía
demostrarlo!", explicaba Harper la semana pasada en Madrid, donde
participó en el Primer Congreso Deporte y Diversidad organizado por la
Comunidad de Madrid. Le costó que le hicieran caso, pero 11 años después, en
2016, el COI rectificó y bajó el periodo mínimo a un año. Hoy Harper es la única
mujer trans que asesora al COI y su opinión será una de las 30 que el Tribunal
de Arbitraje del Deporte (TAS) valore antes de emitir su veredicto en el caso
Semenya.
La atleta sudafricana ha buscado amparo ante la decisión de
la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) de limitar la cantidad de
testosterona con la que una mujer puede competir en determinadas pruebas
-incluida la de 800
metros , de la que Semenya es doble campeona olímpica y y
triple campeona mundial- a 5 nanomoles por litro. Semenya, que nació con
hiperandrogenismo (y produce mucha más testosterona que la media de las
mujeres), tendría que medicarse para estar por debajo de ese umbral. El informe
que Harper ha remitido al TAS recomienda aplicar la normativa de la IAAF.
"Apoyo absolutamente el límite de 5 nanomoles. Más del 95 por ciento de
mujeres están por debajo de 1.7. Las mujeres trans suelen bajar de 2 cuando se
someten a tratamiento. Tener 10 es mucha ventaja", reconoce la doctora,
que asegura que las tres integrantes del podio de los 800 metros -Semenya,
Niyonsaba y Wambui- tienen hiperandrogenismo.
"A nivel juvenil hay que dejar a las deportistas
competir en la categoría con la que se sientan identificadas, pero en la élite
hay que procurar que todas las mujeres compitan en igualdad y si dejas a una
mujer trans o a algunas intersexuales participar sin hormonas estás
pervirtiendo la competición. Semenya, en este momento, compite con casi todas
las ventajas de un hombre", asegura Harper, que sin embargo cree que por
debajo de cinco nmol/litro no hay ventaja significativa. O, mejor dicho, las ventajas
se compensan con las desventajas: "Las mujeres trans pierden mucha masa
muscular en el proceso mientras que su esqueleto sigue siendo muy grande. De
alguna forma es como un coche al que le pusieran un motor de menos potencia y
eso compensa la ventaja del mayor tamaño".Hacia una normativa específica
para cada deporteHarper trabaja ahora con el COI en la elaboración de una
regulación específica para cada deporte, pues en algunos la altura, que no se
reduce con el tratamiento hormonal, es decisiva. Es el caso del baloncesto o el
voleibol, en el que la brasileña Tiffany Abreu aspira a ser olímpica. En estos
casos, la doctora sería partidaria de introducir cuotas que limitaran el número
de mujeres trans por equipo. Abreu, a la que Brasil no parece dispuesto a conviocar
por ahora, y la halterófila neozelandesa Laurel Hubbard son las únicas mujeres
trans que tienen opciones de llegar a Tokio 2020. "Sería algo maravilloso,
un hito, porque nunca ha habido una atleta abiertamente trans en unos Juegos
Olímpicos".
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