lunes, 23 de agosto de 2010

ADIÓS A UN RÉCORD DE 13 AÑOS



AMAYA IRÍBAR

La historia de los 800 metros está repleta de grandes nombres. De Alberto Juantorena a Sebastian Coe y Wilson Kipketer, pasando por Yuri Borzakovski o, más lejano en el tiempo, pero aún en la memoria de los más aficionados, Peter Snell. Pero escasean los récords. Las plusmarcas de la prueba en la que se encuentran velocistas y mediofondistas, que conjuga explosividad y estrategia casi a partes iguales, duran años, tantos que a veces parecen irrompibles, y apenas se les arañan unas décimas de segundo, a veces solo centésimas. Ayer fue uno de esos raros días. El keniano David Rudisha completó la prueba en 1m 41,09s y dejó para los libros de historia el récord del gran Kipketer, que duraba ya 13 años. Miles de aficionados presenciaron el histórico momento en el estadio de Berlín.
Tampoco fue una sorpresa. Se esperaba que este joven de 21 años, hijo de medallista olímpico, campeón mundial júnior en 2006, tercera mejor marca de la historia hasta ayer, explotara antes. Pero las lesiones, que le apartaron de los Juegos Olímpicos de Pekín, y la falta de pericia que le dejó sin la final en los Mundiales de 2009 en ese mismo estadio de Berlín, jugaron en su contra.
Ayer salió al tartán con Sammy Tangui, su liebre y compañero de entrenamientos, a su lado. Aguantó el ritmo endiablado de este -48,68s en la primera vuelta, tres centésimas menos que Tangui- y apretó en los últimos 200 metros, marca de la casa, para completar la segunda vuelta en 52,41s y rebajar, aunque solo fuera por dos centésimas, la plusmarca de Kipketer.
Porque Rudisha, como Juantorena, es uno de esos ochocentistas que empezaron en la velocidad. Al contrario que Coe o Snell, maestros también del medio fondo puro, de los 1.500 metros. Aunque en sus inicios tonteó con el decatlón, Rudisha se decantó pronto por los 400, como su padre, Daniel, plata olímpica con el relevo keniano de esta distancia en México 1968. Pero, cuando llegó a San Patricio, la escuela católica en la que se cuecen desde hace décadas algunos de los mayores talentos del atletismo keniano, el hermano O'Connell le convenció de que lo suyo eran las dos vueltas, los 800. Y ahí sigue.
El atleta pertenece a esa nueva estirpe de corredores enormes y poderosos que encarna mejor que nadie el jamaicano Usain Bolt. Tal vez tenga mucho que ver en ello su ascendencia masai, esa tribu de pastores nómadas de largas piernas y cuerpos estilizados que habitan al sur de Kenia y, más allá de la frontera, en Tanzania. Con sus 1,90 metros de estatura, Rudisha es capaz de producir una gran zancada que, dicen los especialistas, combina con una técnica fluida.
Hay otro rasgo que le une a Bolt. Su precocidad. Frente a Coe, que logró su récord mundial en 1981, cuando estaba a punto de cumplir los 25 años, y Kipketer, que hizo el suyo a los 27, Rudisha ha adelantado el reloj. Y no ha hecho más que empezar. "Este era mi primer intento de batir el récord del mundo", aseguró el atleta a la agencia Reuters tras la carrera; "sabía que me encontraba bien y me he entrenado muy duro. Ahora que he logrado esta marca puedo decir que tengo la capacidad de mejorarla, de ir más rápido".
Su plusmarca, que acaba con el segundo récord individual masculino más antiguo de las pistas -sobrevive el de 400 metros vallas- permite soñar con un nuevo rey de la distancia, alguien que ayude a olvidar a Kipketer, retirado hace ya un lustro. Aunque para ello deberá sumar algún título grande a su hazaña.
Poco después de la plusmarca de Rudisha, Arturo Casado, campeón de Europa, reapareció con su mejor marca personal en los 1.500 metros (3m 32,70s), aunque solo pudo ser cuarto en una carrera dominada por los africanos y en la que se impuso el keniano Kiplagat (3m 30,61s).

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