miércoles, 31 de agosto de 2011

AGARRADOS A OLMEDO Y NATALIA



CARLOS ARRIBAS

Como dirá el mono una vez que la última bomba atómica haya acabado con la humanidad, otra vez vuelta a empezar. El atletismo es, para el aficionado español, el 1.500 y solo el 1.500, y solo cuando comienzan sus series siente el hormigueo propio de las grandes ocasiones. Así y más que nunca en los Mundiales grises de Daegu, el de los españoles invisibles.
El discóbolo canario Mario Pestano, el primero que llegaba a una final de Daegu, terminó 11º, penúltimo, y preguntándose por quinto Mundial consecutivo más un par de Juegos qué es lo que le ocurre que es incapaz de llegado el momento clave alargar el brazo. Ganó el alemán Robert Harting cojeando con un lanzamiento de 68,97 metros. Si Pestano hubiera llegado a los 67,5 metros con los que hace dos semanas ganó el campeonato de España, habría sido medalla de plata. Se quedó en 63 metros y sepultado de nuevo por las dudas.
El 1.500 despierta esperanzas y temor a partes iguales, lo que le hace único, aunque en su vertiente masculina, lo único que ha despertado en los últimos años ha sido un sentimiento de frustración y nostalgia por fastos pasados. A lo largo de la primera década del siglo, el 1.500 español ha ido caminando en los Mundiales desde el fulgor del bronce de Reyes Estévez en Sevilla 99, anuncio entonces de más brillo futuro, hacia la desaparición en Berlín 2009, Mundiales en los que ningún español logró disputar la final. En aquel Mundial, el 1.500 español se expresó en femenino, con la victoria efímera de Natalia Rodríguez, luego descalificada. Se cruzaron ambas ramas en la capital alemana, una descendente, otra ascendente, y ambas vuelven a encontrarse en la ciudad de provincias coreana llamada Daegu.
En Daegu, donde el cielo es siempre gris, toca volver a soñar con un grupo nuevo, liderado por un atleta de calidad indiscutible que hasta hace un par de años chocaba contra un imposible en el 800 y al que ahora nadie en España, salvo Arturo Casado, que está lesionado, tose en el 1.500. Con ustedes, Manuel Olmedo, en quien todas las esperanzas están depositadas.
Antes de llegar a Daegu, después de un campeonato de España imperial, de un 800 increíble en Barcelona (1m 44,56s, una de las mejores marcas mundiales del año), el 'cuidado con Olmedo, que está como nunca, cuidado con Olmedo', que comenzó como un susurro de finos 'connoisseurs' se convirtió en un ruido estruendoso que obligó al propio atleta (Sevilla, 1983) a taparse los oídos para no perder el rumbo. "Entiendo que la afición quiera una medalla", dice Olmedo, pocos minutos después de clasificarse con tranquilidad para semifinales de la prueba (mañana a las 12.55; la final, el sábado a las 13.15). "Pero yo no puedo rendirme a la euforia de la gente".

Sin embargo, dentro de su cabeza, Olmedo se ve el sábado subido en el podio del estadio. Se lo dice él a sí mismo, se lo dice su entrenador, Enrique Pascual, el mismo que llevó a Fermín Cacho al punto más alto alcanzado jamás por el atletismo español, el oro en los 1.500 de Barcelona 92, se lo dicen sus entrenamientos, sus sensaciones, sus marcas. "Los favoritos [Kiplagat, Laalou, Kiprop, Komen, Gebremedhin], son más bien corredores de mitin, les falta quizás habilidad táctica. Esto lo suplen convirtiendo las series en carreras lanzadas, tipo mitin, pero así no se pueden correr tres carreras seguidas".
En los bosques sorianos de Valonsadero, dice Olmedo que este invierno ha trabajado tanto "por arriba" (volumen) que soportará perfectamente tres 1.500 metros en cinco días. Seguramente esos parajes helados en invierno, los mismos que sudó Cacho en su momento, le inspiren y le den la sabiduría necesaria para poder salir victorioso de la pelea. "Tengo que ser como Cacho, hábil, astuto en el cuerpo a cuerpo", dice. "Así ganó él el oro en Barcelona. La habilidad es la mejor arma de los europeos, la única". También pasaron a semifinales Diego Ruiz, debutante, y Juan Carlos Higuero, cuyas aspiraciones y posibilidades son menores.
Dos años después de Berlín, Natalia Rodríguez volverá a disputar una final de un Mundial en una pista azul [jueves 2, 13.55]. De las semifinales -ganó la suya tras cambiar elegante y aparentemente sin esfuerzo en medio de un grupo de sudorosas y afanosas atletas al toque de campana, su marca?salió tan contenta como de las series y tan convencida de sus posibilidades victoriosas o más. "Tengo en la cabeza conseguir el oro", dice. "En Berlín me demostré a mi misma que fui campeona del mundo y eso me dio ánimos para seguir, y me da ánimos para el jueves". La otra española, Nuria Fernández, corrió infiltrada y quedó eliminada.

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