martes, 30 de diciembre de 2008

«Comenzamos a correr recordando nuestros años 70»


J. A. P.| NERJA


Enrique López Cuenca, el primer presidente del club nerjeño, hace un análisis del cuarto de siglo de vida del club.

¿Cómo nace el club?
Recogiendo la semilla que sembraron los profesores Pepe Pascual y Antonio Ortega, junto con Ayo y Paco Gallardo, un grupo de amantes del atletismo comenzamos a correr recordando nuestros años 70. Lo hacíamos de feria en feria, no había otras competiciones para fondistas. Corría el año 1981.

¿Qué pasó en 1983?
Que se fundó el club el último día del año y comenzamos esta gran aventura que tantas alegrías le ha dado al deporte de Nerja, Málaga y Andalucía.

¿Quiénes le apoyaban en un principio?
Al comienzo los gastos los sufragábamos los directivos y los atletas. Al poco conseguimos subvenciones del Ayuntamiento, y creamos la escuela municipal.

¿Cómo crearon la cantera?
Con mucha imaginación. Utilizando el campo de fútbol de albero como pista; los bajos de las gradas, como vestuarios, gimnasio y almacén, y el entorno de la piscina municipal, como foso para saltar y círculo de lanzamiento de peso, construidos con nuestras propias manos.

¿Sus mayores alegrías?
El ascenso a Primera y la salvación del equipo femenino en esta categoría (1995). Y los Juegos de Atenas, en los que participó en 1.500 nuestro primer olímpico, Álvaro Fernández, así como el ascenso a la División de Honor y la primera medalla de oro de Josué Mena (2006) en unos Campeonatos de España absolutos, sin olvidar la de Belén Recio en 2003.

El estadio lleva su nombre.
Desde los 80 reivindicamos unas pistas. Y en 1995, comenzaron las obras, que finalizaron en 1998. A partir de este momento damos un gran salto en pruebas técnicas, que supone el impulso definitivo del club.

¿Cuántas escuelas existen?
De momento tres. La municipal de Nerja (1984), la de Carranque (1995) y la de la UMA (2007), con las que hemos conseguido captar a unos 600 atletas. Esto tiene vida gracias la magnífica labor de los entrenadores y monitores. Sin ellos no seríamos nada.

¿Alguna anécdota?
Muchas, pero la que nunca se me olvida fue la del ascenso a División de Honor del equipo femenino en Durango. Por una promesa me tuve que afeitar el bigote en la misma ría, brocha y maquinilla en mano, ante todos las atletas.