domingo, 5 de agosto de 2012

ELMISTERIOSO SILENCIO DE MARTA



AMAYA IRÍBAR
El País.com
Marta Domínguez es un misterio. Lo era desde que se retiró, lesionada, en los Campeonatos de Europa hace poco más de un mes y tampoco su forma de correr ayer en el estadio Olímpico, controlando la carrera de los 3.000 metros obstáculos para convertirse en la primera finalista española en estos Juegos ni su silencio obstinado ante los periodistas después aclararon mucho sobre el estado de forma en el que la campeona mundial de 2009 llega a la gran cita, probablemente su última gran competición. La popular senadora parece enfadada con el mundo.
Antes de pasar de largo, altiva, y tras mirar fugazmente a quienes gritaban su nombre, Domínguez había actuado como una experta. A sus 36 años, era la más veterana de la prueba y se comportó como tal. Controló de principio a fin la carrera, su carrera, la que ella quería hacer, y pareció no gastar demasiada energía para cumplir con su único objetivo: meterse en la final y, de paso, alegrar el día a la delegación española tras el anterior, nefasto, con todos los atletas, incluidos los chicos del 1.500, eliminados a la primera. Minutos antes, también había caído Diana Martín.
 Con su eterna cinta rosa sujetándole el pelo, Domínguez mostró esa seguridad que suele caracterizar casi todas sus competiciones. Todas sus decisiones parecían acertadas. Así, a falta de tres vueltas, cuando aún le esperaban 12 vallas y tres saltos sobre la ría, esos momentos en los que la palentina todavía duda y frena ligeramente su marcha, decidió acercarse a la cabeza, a esas tres corredoras destacadas, y se pegó a la portuguesa Cruz, cuarta en liza, último pase directo, a la que la caída sufrida en una valla no parecía afectarle. Las dos llegaron a la par al último obstáculo, pero fue superarlo y la española no tuvo piedad.
Tal y como se desarrolló la prueba, da la impresión de que Domínguez esconde sus cartas. Que la rotura fibrilar de dos centímetros que la expulsó, cojeando, en plena final europea y provocó un mar de dudas está curada y bien curada. Que la atleta ha llegado en forma y preparada para quitarse el mal sabor de boca que le dejó la última experiencia olímpica, aquella caída que le privó de la posibilidad de medalla en Pekín, cuando aún era una de las favoritas de España por su pundonor y su mentalidad ganadora.
Es lo que parece, ya que Domínguez no habla. Tal vez, por todo lo que le ha pasado en el último año y medio, desde que estallara la Operación Galgo contra el dopaje que la arrastró consigo. Fue madre por primera vez, salió elegida senadora por el PP... Muchos cambios, más presión, para una deportista acostumbrada a estar entre las mejores.

No fue la de la palentina la única buena noticia del día para el atletismo español. Aunque hace una década un quinto lugar en los 20 kilómetros marcha habría sonado a fracaso (eran los tiempos en los que Paquillo Fernández portaba triunfante el testigo recogido de otros grandes, Plaza y Marín), el puesto logrado por el joven murciano Miguel Ángel López (24 años) tiene carácter esperanzador, pues permite pensar en el final de una época, la de la escuela de Guadix, y en el comienzo de otra, liderada por el técnico José Antonio Carrillo desde Cieza (Murcia), de donde hace años ya salió Juan Manuel Molina.
López, ya campeón europeo sub-23 en 2009, hizo una carrera práctica y segura. Tranquilo al principio, acabó con un buen final, de esos que se dice que son de recoger cadáveres, casi rozando las medallas. En un podio insólito y jovencísimo, con dos chinos (Ding Chen, de 19 años, y Zghen Wang, de 20, oro y bronce) y un volcánico guatemalteco (Erick Barrondo, de 21 y plata, la primera medalla en la historia de su país), no encontró hueco el gran favorito, el ruso Valery Borchin, incapaz de aguantar el ritmo chino en una marcha velocísima que acabó, gracias a las magníficas condiciones meteorológicas y a la planura del encantador circuito del Pal Mall londinense, en récord olímpico (1h 18m 46s). “Es increíble lo que he hecho”, dijo López; “bajar de 1h 20m es increíble y, encima, con diploma olímpico…”.

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