ARTURO CASADO
El País.com
Viví la final de los 1500 metros de los Juegos Olímpicos con una mezcla de sensaciones. Por un lado, nostalgia por no poder disputarla como a mí me hubiera gustado. Por otro, emoción por presenciar un espectáculo de la máxima magnitud.
La sonrisa del argelino Taoufik Makhloufi en la línea de salida revelaba una seguridad en sí mismo mayor que la del resto de sus rivales. Sabedor de que tiene un punto más que ellos, ni le afectó emocionalmente el intento de descalificación "por no esforzarse" por parte de la Federación Internacional de la tarde anterior por esa voluntaria retirada en una de las series de 800 metros.
Se dio la salida y sorprendentemente el favorito, el keniano Asbel Kiprop, se colocó en última posición. El paso por el 800 metros en 1:58 indicaba una carrera de ritmo medio rápido con una última vuelta muy fuerte. Lanzaron la carrera el atleta de origen keniano y nacionalizado por Bahrein Ali Belal Mansour y el keniano Nixon Chepseba. En el paso por los mil metros mi desconcierto subía por momentos cuando observo que Kiprop se descuelga del grupo a un ritmo no exagerado y menos para él.
En posición delantera de grupo y de disputa de la carrera nos encontramos con el americano Centrowitz, el marroquí Iguider, el argelino Makhloufi y el etiope Gebremedhin. A falta de una vuelta para el final el argelino, algo encerrado, se abre paso a base de empujones para ponerse al frente. Su gesto no mostraba ningún signo de fatiga y su cambio de ritmo seco y decisivo a falta de 300 metros para la meta me recordó al atleta de Bahrein Rashid Ramzi hace cuatro años en Pekín. Ramzi fue cazado por consumo de EPO en un control de aquellos pasados Juegos.
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