lunes, 4 de marzo de 2019

ÁLVARO DE ARRIBA DA GLORIA AL MEDIO FONDO ESPAÑOL

CARLOS ARRIBAS
El País.com

El atletismo es emoción y es ciencia. La gente admira a Álvaro de Arriba, el salmantino que gana con fría eficiencia y cálculo, y se enamora de Mariano García, un chaval de 21 años de Cuevas de Reyllo, Murcia, 1.200 habitantes, que corre como corren los niños en los pueblos, locos y despreocupados.
El atletismo es también carácter y seriedad, autodominio de las emociones, como es Jesús Gómez, que logró el bronce en el 1.500m, devolviendo a la distancia reina parte del peso histórico del que siempre ha gozado en el país de Abascal, González, Cacho, Reyes Estévez, Juan Carlos Higuero o Arturo Casado. En su muñeca derecha lleva una pulserita con una leyenda, “No tenemos nada”, un recordatorio de cómo llegaba, hambriento, porque nunca había ganado nada a nivel internacional, que le imprimió su entrenador en Burgos, el comandante Benjamín Álvarez.
De Arriba y García coincidieron en la final de 800m que proclamó, a los 24 años, a De Arriba como campeón de Europa de 800m en pista cubierta. García, debutante no solo en un Europeo, sino casi en una prueba que comenzó a correr hace dos meses, fue cuarto por menos de dos décimas. Los dos exhibieron su estilo, tan diferente, y su carácter, que es el mismo, de ganadores que no quieren saber lo que es perder. Los dos probaron que quizás hay un gen español del 800m por ahí rondando que hace que instintivamente cualquier chaval al que le gusta correr acaba siendo un mediofondista de clase, como Fermín Cacho, de pueblo y loco también, demostró hace 27 años.
Cuando corre bien De Arriba es como un bisturí, un cuchillo finísimo capaz de hacer una abertura en cualquier superficie para por allí colarse; un ladrón con una llave maestra al que no hay bloqueo ni puerta que se le cierre. Y el 800 en la estrecha pista cubierta, y con siete como hubo en la final, consiste en eso. De Arriba chocó cuando intentó cambiar a falta de 300m, en una curva complicada, porque era allí donde tenía que demostrar su superioridad, su imperio. “Ni me acuerdo de cómo lo hice”, dice el salmantino feliz más tarde. “La carrera es una burbuja en mi cerebro. Cuando vi lo rápida que había sido (1m 46,83s) ni me lo creía, porque se me ha hecho lentísima”.
Toda la carrera de De Arriba, tercero en el último europeo en pista cubierta, ha sido una pelea por llegar al primer cajón. Su momento más duro, así lo confesó, fue no conseguir medalla en el Europeo al aire libre de Berlín. “Pocos lo saben, pero acabé tan mal ese Europeo que en los túneles del estadio olímpico me paré a llorar de rabia”, explica. “Y lo que me dio más rabia no fue que me fallaran las piernas, sino que me fallara la cabeza, que por unos metros me fuera de la carrera y se me fuera todo. Sin sintonía piernas-cabeza no se puede ir”.
Si metódicas y analíticas son sus carreras, sistemática y milimétrica es su preparación, que dirige desde siempre Juan Carlos Fuentes y a la que ahora se ha asociado un fisiólogo, Josu Gómez, para planificar el trabajo en altura y el seguimiento analítico. “Queremos ser un poco como los noruegos de los Ingebrigtsen, controlándolo todo, pero con nuestro propio carácter”, dice De Arriba. “Pero en la final de 1.500m quiero que gane Lewandowski, siempre he sido admirador del atletismo polaco”.
Obedeciéndole, el polaco creó la gran sorpresa ya que ha sido el primer mediofondista que ha demostrado que el prodigio Jakob Ingebrigtsen no es invencible. En la carrera, primero lo tentó el burgalés Jesús Gómez, que no teme a nadie y tomó el mando para desesperación del noruego quien, muy a su estilo, intentó apartarle con la mano. Le costó hacerlo, pero lo hizo en el 1.200m, y el sobreesfuerzo lo dejó finalmente en manos del tremendo Lewandowski, que lo superó.
Después de terminar de hablar, De Arriba, el sistemático, se va, y Mariano García, el caótico, le dice, “abrígate, ¿eh?, que hace frío”.

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