CARLOS ARRIBAS
El País.com
Cuando pasa
por encima del listón tan alto, a cinco metros del suelo, Jorge Ureña nota que
su pecho lo roza, y que empieza a temblar. Es su tercer intento. Si derriba, se
acabó la historia y el sueño del oro. Si el listón resiste la victoria solo
dependerá de él, ni de factores externos ni de la suerte ni de lo que hagan los
rivales. Será una carrera de él contra el reloj. Una carrera de 1.000 metros
que él sabe que puede controlar. El listón tiembla largos segundos, pero
resiste. Tumbado boca arriba en la colchoneta de aterrizaje, Ureña, 25 años ya
muy trabajados en la prueba más dura del atletismo, lo mira y una sonrisa
inmensa, qué placer, qué felicidad, le transforma la cara. En las gradas sube y
baja loco de alegría su padre, y su entrenador, José Antonio Ureña, y agita los
brazos celebrándolo. Pocas horas después, su hijo termina el 1.000m en 2m
44,27s. Gana la prueba. Gana el heptatlón con 6.218m, la mejor marca mundial
del año, a solo 31 puntos, cuatro segundos, de su récord nacional.
“Las pruebas combinadas son así. Pasas de todo
a nada en segundos. Durante una competición no te enfrentas solo a la fatiga
sino a situaciones en las que te lo juegas todo, en las que todo depende de la
decisión que tomes, y ponen a prueba a tu control emocional”, dice Antonio
Peñalver, de Alhama (Murcia). “Se trata siempre se transformar lo malo en
bueno. Después de un error te puedes mantener frío como el hielo o entregarte a
la emoción. Ureña hizo lo primero, supo transformar la rabia en energía positiva”.
Cuando se
reescriba la historia del atletismo español siempre habrá que decir: 27 años
después de Barcelona 92, la plata extraordinaria de Antonio Peñalver en el
decatlón olímpico, llegó el 3 de marzo de 2019, el día del oro que consiguió
Jorge Ureña, de Onil (Alicante), en los campeonatos de Europa en heptatlón.
Nunca un atleta de pruebas combinadas español había subido a lo más alto de un
podio de una gran competición continental o mundial. Dos años después de su
plata en el Europeo de Belgrado, Ureña, segundo entonces tras el fenómeno
francés Kevin Mayer, plusmarquista mundial de decatlón, ausente en Glasgow,
transformó la plata en oro.
La rabia
comenzó a treparle por las tripas a Ureña a las 10 de la mañana del sábado.
Terminó los 60m en 6,96s, solo cinco centésimas de su mejor marca, lo que no
estaba nada mal, pero, cuenta su padre, le fastidió no bajar de 7,90, su
objetivo; con malas sensaciones, traducidas en un lenguaje corporal negativo,
afrontó la longitud, donde llegó el desastre: se quedó en 7,39m, 34 centímetros
más corto que su mejor marca. La rabia ya estaba a punto de desbordarle. “Y,
curiosamente, aquello fue lo mejor que me podía pasar”, analiza el campeón.
“Toqué fondo tan pronto, di ya por perdidas las medallas y todo, que lo único que
podía hacer era competir sin miedo, a tope, pensando que ya estaba todo
perdido”.
Aun así, más
bajo podría haber caído. Comenzó el peso, su peor prueba, con dos nulos. Estuvo
a un tris del cero. Y solo entonces, la rabia se hizo energía casi atómica. Con
su último intento lanzó la bola a 14,68m, 18 centímetros más lejos que su mejor
marca hasta entonces. “Y ahí me cambió ya todo”, confesaba Ureña unas horas
antes de afrontar los 1.000m que le harían de oro. Después del peso, cerró el
viernes con una altura dentro de sus cánones (2,07m) y abrió la mañana del
sábado con unas vallas sobresalientes, su mejor prueba (7,78s). Salió ya
primero, con seis puntos de ventaja sobre el británico Tim Duckworth. Y saltar
lo mismos cinco metros que su rival con la pértiga le aseguró ya el paraíso.
“Y también
tuve ayuda externa”, añade Ureña, quien, como se pasa el día prácticamente
acampado en el centro del pabellón, tuvo oportunidad para ver de cerca las
actuaciones brillantes de Husillos y Peleteiro, y para abrazarlos y de
aplaudirlos. “Ayuda ver en la pista, y motiva, ver a otros españoles haciéndolo
tan bien”.
Peñalver, el
maestro, proclama: "Este oro es un buen principio para un atleta que va a
hacer grandes cosas". El eco le llega a Ureña, que en Glasgow responde:
"A ver cuándo dejo de ser heptatleta, ya tengo ganas de ser decatleta.
Para ello tengo que mejorar mucho el lanzamiento de disco, y mi talla y mi peso
no ayudan. No mido 1,95m como Peñalver, pero sabré compensarlo. Como me decía
siempre mi madre, porque me veía muy bajito, no te preocupes, Jorge, que el
mejor perfume se vende en frascos pequeños".
No hay comentarios:
Publicar un comentario