CARLOS ARRIBAS
El País.com
Los cuartos
puestos los carga el diablo o son una señal del destino. Depende quién los
sufra.
Eusebio
Cáceres, que disputaba su primera final de longitud en casi seis años en
plenitud de facultades, terminó cuarto (7,98m) y estaba tan feliz como un niño
que aprende a montar en bicicleta. “Para nada me decepciona no lograr una
medalla”, dice tras su final del domingo por la mañana. “Es lo que menos me
importaba hoy. Hoy es el día en que he salido del túnel. Hoy he vuelto a
sentirme atleta”.
Orlando
Ortega es subcampeón olímpico en Río y bronce europeo en Berlín. También tiene
27 años. Disputaba su segunda final en un Europeo en pista cubierta. Llegaba
con la mejor marca de todos los participantes. Terminó cuarto y estalló. “Ha
sido un golpe bien duro. Me ha dejado muy mal. Quiero desparecer de este
planeta”, dice tras una final en la que el chipriota Milan Trajkovic sorprendió
a todos los favoritos desde la calle uno (7,60s) y dejó segundo y tercero a los
franceses Martinot-Lagarde (7,61s) y Manga (7,63s). El vallista español (7,64s)
fue cuarto por una centésima. Un parapadeo de ojos le cambió la vida, según sus
declaraciones. Pasó del día a la noche un atleta que solo 24 horas sorprendía a
todos los periodistas proclamando que la felicidad que sentía viviendo en
Valencia desde este invierno era la clave de su magnífico rendimiento (seis
finales de siete disputadas en la temporada de pista cubierta y una mejor marca
de 7,49s). “Las cosas que le hacían a uno creer que todo fluye, que todo va
bien, no eran como parecían”.
Ortega relata
que los problemas personales que condenaron su final empezó a sufrirlos un poco
antes, durante el calentamiento, cuando notó las piernas pesadas y sintió que
la cabeza no pensaba como debería. “Son cosas que pasan, llevaba un año
perfecto y en el momento más importante los problemas personales se
entremeten”, dice, sin precisar qué tipo de problemas pueden afectar tanto su
carrera atlética. “Solo no se puede, solo no se puede. Toda mi vida ha sido un
salir más fuerte de todos los problemas que he sufrido, de la soledad que sentí
al llegar desde Cuba a España en 2014, de todo. Pero ya no puedo más. He
sufrido un golpe muy duro”.
Ortega aclaró
que con la federación todo va bien, que le cuidan perfectamente aunque su padre
y entrenador no haya podido estar con él en Glasgow. “No puedo decir por qué,
pero estoy frustrado, con deseos de dejar el atletismo. Solo no se puede”,
repite. “La felicidad que tenía hasta hace unas horas ha desaparecido. No sé
siquiera si seguir en el atletismo. Ahora solo quiero desaparecer, sentarme a
pensar y decidir qué hago, ver qué se puede cambiar. Así no puedo seguir”.
Orlando
Ortega no ha tenido un palmarés acorde con su calidad ni con sus marcas, unos
mejores registros (12,94s en los 110m, 7,45s en los 60m) que hacen de él uno de
los mejores vallistas de todos los tiempos. Una medalla de plata en Río y un
bronce en el Europeo de Berlín eran todo su tesoro en grandes competiciones con
la selección española.
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