CARLOS
ARRIBAS
El
País.com
A
quienes dicen que sabe más el diablo por viejo que por diablo les responde
Xabier Leibar que más sabe Chuso por Bragado que por diablo; y Chuso, más viejo
que diablo, sonríe cuando escucha la sentencia de su fisiólogo de cabecera
durante 25 años, al que agradece sus palabras. Y, para que se vea cómo es,
cuenta cómo hizo la madrugada del domingo en el paseo marítimo de Doha para
terminar octavo en la prueba de 50 kilómetros marcha del Mundial a los casi 50
años, después de prepararla bebiendo glicerina y bañándose en agua a 40 grados.
En
las más de cuatro horas de los 50 kilómetros más largos de su vida atlética, 31
grados, 73% de humedad, tuvo tiempo para disfrutar del pensamiento de que metía
un “piececillo” en Tokio 2020 y hasta de recordar su amistad con un alemán de
Friburgo, la ciudad a la que emigraron sus primos.
Así
lo cuenta Bragado, que más que un atleta con una larga historia es ya un
personaje único: “Yo sabía que iba a haber un giro de viento en la madrugada y
que haría menos calor, pero hubo más humedad de la esperada y tuve unas
sensaciones y un pulso más alto que el que había previsto [cuando hay más
humedad, se suda más, y el cuerpo pierde líquido, y el plasma es líquido,
claro: hay menos volumen de sangre, con lo que el corazón al bombear menos con
cada latido necesita acelerarse para que lleguen a los músculos los suficientes
glóbulos rojos con el oxígeno necesario para que se contraigan]. Sin embargo,
los atletas percibieron que hacía menos calor del que imaginaban y se animaron
demasiado, y muchos iban más pendientes del ritmo que querían mantener que de
las condiciones de carrera, y así les fue. A partir del kilómetro 20, como ya
había calculado, a eso de la una de la madrugada, aceleré para ir a coger
puestos. Cogí una buena rueda con el alemán Dohmann, un muchacho de Friburgo
del que me había hecho amigo porque en Friburgo viven mis primos de Alemania, y
trabajamos juntos un buen rato y cogimos unos cuantos puestos. Luego él se
animó y se lanzó a buscar un puesto mejor, pero mis pulsaciones eran muy altas
y pensé que era arriesgado seguir con él, así que bajé el ritmo para mantenerme
lo que quedaba. Luego, tuve la fortuna de que me cogió el que iba primero,
Suzuki, que me estaba doblando, lo que me permitió volver a coger ritmo, y
hasta, cuando él bajó un poco, me dio impulso para desdoblarme y, con un ritmo
bastante animado, llegar octavo. Después de terminar la competición a altas
horas de la madrugada, la fatiga del estómago, después de beber tanto líquido y
el calor, hizo que tuviera vómitos, no conseguía retener el líquido para
recuperarme y tuvieron que ponerme lo habitual, un Primperán, para poder
asentar el líquido en el estómago”.
Una
hora después, las cinco de la mañana en Doha, y el sol ya apuntando por encima
del golfo Pérsico, a unos 100 metros del agua, el diablo Bragado salió de la
carpa médica, sonriente y feliz.
Sencillos
hace Bragado, tal como los cuenta, los 50 kilómetros más duros de su vida. Más
duros que cualquiera otra de las 12 finales mundiales y siete olímpicas que ha
disputado. Más duros casi que sus entrenamientos míticos, cuando sufría en la
Casa de Campo de Madrid de madrugada viendo a las prostitutas llenando las
cunetas, como cuando un día al mediodía se atrevió a meterse sin agua en el
Delta del Ebro y acabó bebiendo agua de las charcas porque pensaba que no
llegaba al pueblo. “Y eso que solo eran 15 o 20 kilómetros”, recuerda el
marchador de Canillejas, Madrid, el más viejo participante en la historia de los
mundiales de atletismo (49 años, 11 meses y 11 días) y el que más mundiales y
Juegos (siete) ha disputado. Y hasta fue campeón del mundo hace 26 años.
En
Doha fueron 50 kilómetros que le lanzarán, si consigue la mínima olímpica (3h
50m) en febrero, en los Campeonatos de España de Torrevieja, a los Juegos de
Tokio, que es su objetivo verdadero. “Este octavo puesto significa la
posibilidad de acabar donde me he propuesto poner punto final a mi carrera”,
dice. “Doha era la oportunidad de llegar a Tokio y así me lo he tomado. Más que
preocuparme por el calor, me he preocupado por Tokio. Lo tengo ya muy claro que
allí quiero bajarme. Y esa ha sido la principal motivación para terminar octavo
aquí”. Y allí en Tokio, en sus octavos Juegos, todo el mundo doblará el
espinazo a su paso, y le hará reverencias al diablo.
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