viernes, 18 de septiembre de 2009

FLORENCE GRIFFITH, RÁPIDA HASTA LA MUERTE


Observador Global


Con los 10,49 segundos que registró en 1988 en los 100 metros, la estadounidense Florence Griffith Joyner continúa siendo la mujer más rápida de la historia; su muerte, a los 38 años, reavivó las sospechas de que consumía anabólicos, algo que ni siquiera la autopsia pudo confirmar.

“Tus días están llenos de luz del sol / Pero en toda vida un poco de lluvia debe caer.” (De la canción “Rain must fall”, del grupo Queen)

Freddie Mercury escribió la canción “Rain must fall” pensando en la atleta Florence Delorez Griffith Joyner. Así dicen, al menos. FloJo era una leyenda. Por sus larguísimas uñas, pintadas de rojo, blanco y azul, como la bandera de los Estados Unidos. Su pelo negro llegándole a la cintura. Su pierna izquierda al desnudo, el resto del cuerpo cubierto por una malla de colores furiosos. Su inesperada muerte, el 21 de septiembre de 1998, envuelta en sospechas de consumo de anabólicos. Y sus gestas en las pistas.
Ninguna mujer ha corrido tan rápido como ella lo hizo en 1988. El 16 de julio demoró sólo 10,49 segundos en los 100 metros, en el Preolímpico de Indianápolis (muchos cuestionan esa marca por el viento que la habría favorecido), y el 29 de septiembre, 21,34 segundos en los 200 metros, en los Juegos Olímpicos de Seúl. Dos récords vigentes. El reciente Mundial de Roma es una muestra de sus proezas: la jamaiquina Shelly-Ann Fraser ganó los 100 metros con 10,73 (Griffith, 10,49), y la estadounidense Allyson Felix, los 200 metros con 22,02 (Griffith, 21,34). Es más: de haber participado en los 100 metros de Melbourne 1956, Griffith habría superado al campeón olímpico, el texano Bobby Joe Morrow (10,5).
“Todos mis récords serán superados algún día”, vaticinaba FloJo, de 1,69 metro y 59 kilos. No pudo verlo. Murió el día de primavera de 1998, a los 38 años. Por entonces, el presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton (horas antes dio explicaciones sobre su relación con Mónica Lewinsky, una becaria de la Casa Blanca), expresaba ante la noticia: “Fuimos deslumbrados por su velocidad, su talento, su estilo. Aún viviendo en la cumbre del deporte mundial, nunca olvidó de dónde venía”.

LOS FANTASMAS DE LA QUÍMICA
Griffith venía de una familia californiana de padres divorciados: la costurera Florence abandonó al técnico electricista Robert cuando FloJo tenía cuatro años (había nacido el 21 de diciembre de 1959). Venía de ser la séptima de once hermanos. De correr en el Centro Juvenil de la Fundación Ray Sugar Robinson. De trabajar como cajera de banco. Recibirse de psicóloga siendo becaria de la Universidad de California. Casarse con Alfred Alphonzo Joyner, campeón olímpico de triple salto en los Juegos de Los Angeles 1984 (Griffith culminó segunda en los 200 metros), con quien en 1990 tuvo una hija: Mary Ruth.
El mismo día de la muerte de FloJo, Ben Johnson se enteró de que un tribunal de Ontario, la ciudad de su infancia, rechazaba su demanda ante la suspensión de por vida que le había aplicado en 1993 la Federación Internacional de Atletismo (IAAF). Los días de gloria de Johnson terminaron cuando se le detectó un esteroide anabolizante en un control antidoping posterior a la final de los 100 metros de Seúl 1988, en los que Griffith brilló entre las damas. Adiós a la medalla dorada. Adiós al triunfo sobre el estadounidense Carl Lewis. Adiós al récord, de 9,79 segundos (y pensar que el jamaiquino Usain Bolt acaba de registrar 9,58 segundos).
“Soy una víctima —afirmaba Johnson—. Los atletas de elite usan drogas, aun aquellos que presentan como ejemplo. No conozco a nadie que esté absolutamente limpio. Hay una frase que explica mi caso: todo el mundo anda rápido, pero a algunos los agarran y pagan el precio del resto que corre.” Al año siguiente, en Toronto, más precisamente en la Universidad de York, Johnson aparecía entrenando a Diego Maradona, quien se estaba preparando para el Mundial de fútbol de los Estados Unidos. De este torneo sería excluido el capitán argentino por consumir efedrina.

MÁS ALTO, MÁS LEJOS, MÁS RÁPIDO
Griffith, apodada La Pantera Negra, observaba con mucha atención en video los movimientos de Ben Johnson, el atleta de la época a ser imitado. Pero ella jamás dio positivo, aunque su muerte y su abrupto retiro (el 25 de febrero de 1989, a cinco meses de haberse convertido en la mujer más rápida de la historia) reavivaron la desconfianza. Existían rumores de que el Comité Olímpico Internacional había tapado un doping positivo de Griffith en Seúl 1988 para evitar otro escándalo y que había acordado con ella que, a cambio de silencio, se retiraría al poco tiempo.
Cuando Griffith falleció, las acusaciones se potenciaron. Craig Mashback, de la Federación de los Estados Unidos, decía: “Los aficionados tienen derecho a cuestionar sus logros, porque, cuando se logran unos tiempos tan especiales, todo es posible”. El médico español Juan Manuel Alonso confesaba: “Todos intuíamos que se había dopado. En el Mundial de Roma de 1987 [subcampeona de los 200 metros, con 21,96 segundos], su imagen era la de una mujer bellísima; un año después parecía una fisicoculturista”. Ya en 1989, en la revista alemana Stern, el atleta Darrell Robinson contó que FloJo le había pagado 2000 dólares por haberle conseguido 10 centímetros cúbicos de la hormona del crecimiento. Ella lo negó, llamándolo “compulsivo, loco, mentiroso lunático”.
Sobre la pretensión de pureza como disfraz de los turbios negocios deportivos, Johnson aseguraba: “Esto tiene que ver con dinero y poder. ¿El presidente de la IAAF, el italiano Primo Nebiolo, por un lado ofrece 50.000 dólares para batir récords del mundo y por otro pide juego limpio?”. Según la autopsia, realizada el 22 de octubre de 1998, las causas de la muerte de Griffith fueron tres: asfixia; ataque de epilepsia (había tenido otro muy fuerte en 1996, viajando en avión, y por el que debió estar dos días hospitalizada); y angioma cavernoso congénito en el lado izquierdo del cerebro. “Tenía el corazón normal de una atleta que estaba en buena forma.” Nada de anabólicos. Nada. La única verdad salió de boca de Nebiolo. “Su vida se ha consumido tan rápido como sus carreras.” Terminó de florecer esa primavera de 1998.

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