lunes, 5 de septiembre de 2011
RAZONES PARA EL PESIMISMO
C. ARRIBAS - Daegu
Por palabras, que no quede. Por discusiones abstractas sobre el fin de un sistema o el envejecimiento estructural del atletismo español, tampoco. Falto de marcas y de actuaciones al menos esperanzadoras -salvando las de Natalia Rodríguez, la única española de talla mundial, y Manuel Olmedo, que, al menos tiene la ambición de llegar a serlo-, el atletismo español ha sido en Daegu el rey del debate. Han hablado todos, salvo el presidente de la federación y director técnico y seleccionador, José María Odriozola, quien no ha hablado con la prensa y no ha hablado con los atletas. Al menos, según Jesús España, que ayer cerró la actuación española con un 12º puesto en la final de los 5.000 metros, no ha hablado con ellos en grupo.
Poco antes, como estrambote espectacular a una actuación que comenzó el sábado 27 con la retirada de Alessandra Aguilar del maratón, el relevo femenino de 4x100 metros, parcheado a última hora con la saltadora Ruth Beitia por la lesión de Belén Recio, quedó eliminado con 46,24s, el peor tiempo de todos los participantes salvo Bahamas, que sufrió la caída de una corredora.
Con el trasfondo electoral envenenando a veces las opiniones, sobre los porqués de la mala actuación del equipo español -un bronce, un cuarto puesto, nada más: ninguno de los 43 participantes mejoraron o igualaron siquiera sus mejores marcas del año: la mayoría se quedó muy por debajo-, la peor de la historia en los Mundiales, se ha hablado de todo salvo de la Operación Galgo contra el dopaje, lo que tampoco es sorprendente.
Todos los atletas tienen razones particulares muy claras para explicar su bajo rendimiento -errores de planificación, lesiones encubiertas, inconsistencias en el calendario, falta de competiciones...-, pero nadie parece tener una razón general para explicar por qué el 99% de las razones particulares han sido negativas. Mientras los técnicos se alarman por la escasez de atletas y técnicos en algunas comunidades autónomas y se preocupan por la supervivencia económica de los atletas en tiempos de crisis, critican la injerencia de algunos mánagers, que tienen más influencia en la programación de competiciones que los propios técnicos, y coinciden en que se da cierto espíritu acomodaticio en muchos deportistas que solo piensan en mantener la beca, el secretario de Estado para el Deporte, Albert Soler, confía en privado en que quizás haya llegado el momento de replantearse los parámetros puramente objetivos por los que se otorgan las becas y buscar nuevos criterios, subjetivos incluso. Otras razones oídas aquí y allá reflejan todos los síntomas de un deporte en estado de mera supervivencia: recortes en los presupuestos, falta de patrocinios, envejecimiento, relevo generacional con cuentagotas...
Al explicar por qué no ha podido quedar mejor que 12º, Jesús España, lúcido y claro, cuenta que él llega hasta donde puede llegar y que hay atletas que corren bastante más que él. Disputó el 5.000 con la misma sensación casi que Olmedo el 1.500: observando a su alrededor atletas de superior calidad y aspirando a seguir trabajando más para mejorar todo lo posible. "Tengo que mejorar más para ser competitivo con ellos, que cuando se ponen a correr tienen más marchas que yo. Soy consciente de mis limitaciones, pero aún tengo margen de mejora", dijo, lecciones que valen para él y que se podrían aplicar todos. Y después añadió: "Hay que valorar la actuación de cada uno según el puesto que ocupaba en el ranking mundial y el de ninguno era muy allá. No se pueden crear falsas expectativas". En realidad, si algo no ha generado la selección española ha sido precisamente eso, expectativas.
Con solo dos finalistas, nunca había habido tan pocos, pero quizás tampoco tantos eliminados a la primera, tantos cuyos puestos se encontrarán antes empezando a mirar las clasificaciones por abajo, España ha terminado 30ª en la tabla, encabezada por Estados Unidos (25 medallas y un canto a la diversificación: cuando fallan sus velocistas, surgen los mediofondistas y saltarines de todo tipo), Rusia (19) y Kenia (17), que ha arrasado en el fondo y ha hecho valer decisivamente la incorporación plena de la mujer, hasta hace nada marginada, a la economía productiva del atletismo: 10 de las 17 medallas kenianas han sido femeninas. Alemania (7) ha hecho valer la gran tradición en los lanzamientos de la escuela del Este, Reino Unido (7) recoge los primeros frutos de la gran inversión para Londres 2012 y Francia se emociona al menos con Lemaitre, convertido ya en gran actor mundial.
A España e Italia, igualadas en penuria y pesimismo, les han salvado mínimamente la actuación de dos mujeres excepcionales, Natalia Rodríguez y la saltadora Antonietta di Martino.
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