CARLOS ARRIBAS
El País.com
En el calor del estadio de Engenhao se oyó aletear un
helicóptero. Después un pistoletazo. La afición, ya ebria después de una noche
de atletismo para no olvidar, comenzó a rugir. Poco menos de 10s después, se
volvió loca. Había asistido a lo que esperaba, a la consagración de Usain Bolt,
su ídolo. Con una marca de 9,81s (0,2 metros por segundo de viento a favor,
inapreciable), el jamaicano ganó la prueba más breve, la más seguida, la más
esperada, de los Juegos Olímpicos.
Nunca había corrido tan lento Usain Bolt para ganar uno de
los títulos que han hecho de él el más grande; nuca había sido Bolt más Bolt
que en la noche calurosa de Río en la que, media hora después de que su amigo
Wayde van Niekerk batiera el récord más respetado de la velocidad, el de los
400m de Michael Johnson, logró el gran objetivo de su carrera, una tercera
medalla de oro consecutiva en los 100m, lo que nadie había conseguido nunca. Es
la contradicción pura del personaje que ha llegado al olimpismo para ser
recordado siempre. Para ser Bolt no es necesario correr más rápido cada vez.
Basta con demostrar siempre que se es invencible. En Pekín, Bolt ganó su primer
oro olímpico con 9,63s, la final en la que se paró casi a los 60 metros para celebrar
su victoria; en Londres lo hizo en 9,69s. Para ganar su primer Mundial, en
Berlín, dejó el récord del mundo en el tiempo que seguramente muchos no
llegarán a vivir para verlo batido, 9,58s; en Moscú 13, su segundo Mundial,
9,77s, y para ganar el tercero en Pekín 2015, necesitó correr solo una
centésima más rápido que Justin Gatlin, en 9,79s. Su tercer oro olímpico en los
100m, el de Río cálido y sudoroso, lo corrió en 9,81s. ocho centésimas más
rápido que Gatlin, su sombra (9,89s) y una décima más veloz que los 9,91s de
Andre de Grasse, el canadiense que ya subió al mismo puesto del podio, junto a
los mismo protagonistas, en Pekín hace un año.
“Alguien dijo alguna vez que yo podría ser inmortal. Dos
medallas más y lo firmo. Inmortal”, dijo Bolt, como quien dicta su epitafio,
después de derrotar en un duelo curioso a su rival jurado, a Justin Gatlin, que
entró cohibido por el gigantesco abucheo que le esperaba desde las gradas
llenas. Gatlin salió como siempre, como una bomba, y obligó a Bolt, que no
acaba de dar con la salida, a una remontada tremenda, casi angustiosa, que acabó
con una sonrisa de liberación y un pulgar golpeando su pecho, este soy yo,
Usain Bolt, no hay nadie igual. “Siempre habrá gente que dude”, dijo.
La mirada de Bolt durante el adelantamiento fue la de un
conductor que ve que su coche no da más de sí y el camión que viene de frente
se le puede terminar echando encima. Pasado el metro 70, Bolt giró el cuello a
su izquierda. Comprobó que el obstáculo por fin había sido superado y, en un
abrir y cerrar de ojos (dicen que en eso se tarda una milésima de segundo, más
o menos), la angustia se borró de su rostro tan expresivo. Una sonrisa radiante
sustituyó la pena con la claridad con la que un rasgo del lápiz le permite a un
dibujante plasmar todas las expresiones de un rostro humano sobre un círculo en
blanco. Bolt, en esos momentos de tan tremendo esfuerzo físico, es un dibujo de
cómic con largas patas y enormes ojos que siempre parecen preparados para
sorprenderse.
Pese al entusiasmo invasivo del público, la celebración del
título que le quita un peso de encima fue más serena que ninguna, más religiosa
podría decirse, dentro, siempre, de la locura de Bolt. Contribuyó a ello,
quizás, el gesto compungido con que Gatlin debió celebrar su plata, con la
bandera alrededor, las barras y las estrellas, y el miedo a más pitos para
recordarle al campeón olímpico de Atenas que hace unos años fue suspendido por
dopaje. A la tele, Gatlin le dijo simplemente que esa medalla era para su hijo.
“Por si me estás viendo, te quiero”, le dijo.
“Me sorprendieron los
abucheos a Gatlin”, dijo Bolt, a quien nunca parece le tocarán las sospechas
que manchan a todos aquellos que logran algo extraordinario en el atletismo.
“Es la primera vez que los oigo en un estadio”.
Los de Río serán seguramente los últimos Juegos de Bolt, que
cumple 30 años el domingo próximo, el de la clausura. “No estaré en Tokio 2020” , anunció antes de
empezar. No los terminará sin culminar su obra de orfebrería, sumar a sus
títulos los de los 200m y el relevo 4x100 y cerrar, así, antes de retirarse a
vivir de su fortuna (se calcula que ingresa unos 30 millones de euros al año,
al nivel de un Messi o un Ronaldo), el conocido como triple-triple: tres
medallas, tres Juegos, tres veces. Lo que nadie ha conseguido y quizás nadie
conseguirá jamás.
RESULTADOS 3ª JORNADA
HOMBRES
1 Usain BOLT JAM 9.81
2 Justin GATLIN USA 9.89
3 Andre DE GRASSE CAN 9.91
4 Yohan BLAKE JAM 9.93
5 Akani SIMBINE RSA 9.94
6 Ben Youssef MEITÉ CIV
9.96
7 Jimmy VICAUT FRA 10.04
8 Trayvon BROMELL USA 10.06
1 Wayde VAN NIEKERK RSA 43.03 WR
2 Kirani JAMES GRN 43.76
3 LaShawn MERRITT USA 43.85
4 Machel CEDENIO TTO 44.01
5 Karabo SIBANDA BOT 44.25
6 Ali Khamis KHAMIS BRN 44.36
7 Bralon TAPLIN GRN 44.45
8 Matthew HUDSON-SMITH GBR 44.61
MUJERES
Triple Salto
1 Caterine IBARGÜEN COL 15.17
2 Yulimar ROJAS VEN 14.98
3 Olga RYPAKOVA KAZ 14.74
4 Keturah ORJI
USA 14.71
5 Hanna KNYAZYEVA-MINENKO ISR 14.68
6 Patrícia MAMONA POR 14.65
7 Kimberly WILLIAMS JAM 14.53
8 Paraskeví PAPAHRÍSTOU GRE 14.26
8 Paraskeví PAPAHRÍSTOU GRE 14.26
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